Último monte, óleo de Hugo Argañarás Por qué alguien se marcha a cumplir tareas en uno de los lugares más inhóspitos de la provincia En San Ignacio no pasa nada y no hay trabajos para hacer, salvo contar los ututus que pasan de izquierda a derecha un día y al siguiente de derecha a izquierda. El calor es inaguantable, no hay electricidad, las moscas son una constante en el día y los mosquitos a la noche. ¿Ha visto que a lo lejos se suele armar un vidrio en el aire? Eso es San Ignacio, para llegar tome de Urutaú, el culo del mundo, para el norte, como quince quilómetros en medio de un salitral atroz. ¿No ha sentido nunca hablar de este pago? Bueno, eso, si la desgracia le da un empujoncito, deja de existir. El mismo día que llegué, después de acomodar los papeles en la oficina que hacía de jefatura, celda y comedor de la policía pregunté dónde quedaba la posta sanitaria. Me habían nombrado ordenanza de una oficina casi inexistente. Al único agente de policía del pueblo le encargaron vig
Cuaderno de notas de Santiago del Estero