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OPINIÓN Tradición o costumbre

Empanadas del mercado Armonía

Hay una manera de hacer las cosas que no se puede cambiar

Voy a contradecir un poco a los argentinos, diciendo que no son tradicionalistas, sino más bien costumbristas. No es que hacen algo por continuar lo que decían o hacían los abuelos con cierto fundamento, y mostrar que siguen sus enseñanzas. Hacen las cosas de una forma porque sí, porque así se hacen. Si no cree, vamos a las comidas.
Si la carne no está cortada a cuchillo, si no es de vaca o de gallina, si no tiene repulgo, si la masa no es con harina de trigo, si no tiene comino, la empanada no es empanada, es cualquier cosa, le dicen. Y la verdad, amigos es que la esencia de la empanada, es algo envuelto en pan. No importa si adentro tiene jamón y queso, verduras de distinto tipo, pescados de mar o de río, zapallitos verdes, cualquier cosa. Porque sigue siendo empanada.
Hay países que siempre hemos tenido a menos, como el Perú, dueño de una cocina única, original, con restaurantes que abren franquicias en otros lugares del mundo y con exquisiteces deliciosas. Tienen un amplio litoral marítimo y participan del sistema del Amazonas con el Brasil; regiones secas y muy húmedas y en cada lugar tienen uno o varios platos típicos. Los bolivianos no tienen mar y parecen más pobres que no sé qué, pero también tienen una amplísima variedad de comidas. Para qué hablar de brasileños y chilenos.
Los únicos que nos hemos quedado atrás en la creación de una gastronomía propia, auténtica y original somos los argentinos. Nos enorgullecemos porque a la carne asada a las brasas le ponemos solamente sal. Che, ¿ni un juguito de algo?, ¿para acompañarla solo una rasposa ensalada de lechuga y tomate?, ¿algún tratamiento a la carne, como dejarla una noche en limón, en vinagre, en chimichurri, algo? Nada.
No señor, aquí es solamente carne y sal, alegamos con orgullo. Como si dijéramos: “Los autos que fabricamos tienen solamente motor, cuatro ruedas y asientos, para qué tanta carrocería, si igual nos llevan adonde queremos ir”.
Cuando uno pregunta en cualquier parte de la Argentina, a la gente común, cuál es la comida típica, le dicen que la empanada. Claro, es típica de todas partes, con más jugo, con menos jugo, más grande, más chica, con 13 repulgues, sin contar los repulgues, con comino prohibido o permitido, con más o menos cebolla o huevo, pero todas parecidas. Si uno pregunta a cualquiera qué opina de una empanada de queso y untada con dulce de leche, le ponen una cara de asco tremenda. ¡Y debe ser muy rico!
Ni siquiera celebramos las fiestas de fin de año por tradición, lo hacemos por costumbre, porque todos lo hacen, porque si no vamos de visita los parientes van a decir que los despreciamos, brindamos con sidra sin saber si nos gusta o no, porque es lo que se debe hacer y muchos de quienes asisten a misa este día, ni siquiera creen, van porque la mujer los obliga, porque si no los vecinos qué van a decir o peor, por las dudas todo ese cuentito del Niño Dios sea cierto.
La mayor parte de lo que decimos tradicional ni siquiera llega a la pobre categoría de folklórico, es pura costumbre nomás. Nos da pereza rebelarnos contra un sistema de creencias impuesto en la casa, por la sociedad o por el vil comercio y, a las cansadas, hacemos lo que otros quieren. Y hasta aquí nomás llego. Otro día podríamos seguir la conversación, que está muy linda.
(En Navidad, con mi mujer y los chicos  vamos a lo de mi suegra, como todos los años y si no hay lechón no es Navidad. Digo, pero capaz que usted sigue otras tradiciones... digo, costumbres).
©Juan Manuel Aragón

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