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1815 ALMANAQUE MUNDIAL Muere Bécquer

El escritor fotografiado

El 22 de diciembre de 1870 falleció Gustavo Adolfo Bécquer, poeta y narrador posromántico español


El 22 de diciembre de 1870 murió Gustavo Adolfo Domínguez Bastida. Conocido como Gustavo Bécquer. Había nacido en Sevilla, el 17 de febrero de 1836 y fue un poeta y narrador posromántico. En vida tuvo cierta fama, pero después de su finado y tras la publicación de sus obras obtuvo el prestigio que hoy tiene. Sus Rimas y Leyendas, conjunto de poemas y relatos, lo hacen uno de los libros más populares de la literatura hispana de todos los tiempos.​
Su obra tuvo gran influencia en Rubén Darío, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la generación del 27. Para la crítica es el iniciador de la poesía española contemporánea.
Bécquer es un poeta vivo, popular en todos los sentidos de la palabra, cuyos versos, de conmovida voz y alada belleza, han sido y son los preferidos de millones de lectores.
Hijo y hermano de pintores, quedó huérfano a los diez años y vivió su infancia y su adolescencia en Sevilla, donde estudió humanidades y pintura. En 1854 se fue a vivir a Madrid, para hacer carrera literaria. Pero no tuvo éxito. Su proyecto de escribir una Historia de los templos de España fue un fracaso. Para vivir se dedicó al periodismo y adaptó obras de teatro extranjero, principalmente francesas, en colaboración con su amigo Luis García Luna, el seudónimo de ambos era Adolfo García”.

De dónde viene el apellido Bécquer
El apellido Bécquer o Bécker es común en Alemania y Flandes. Quiere decir “panadero”, en neerlandés es bakker y en alemán bäcker. Hacia 1588 el católico Enrique Bécquer fue a vivir con sus hijos Miguel y Adam de Moers en Alemania, a Sevilla.​ Miguel y Adam fueron enterrados junto al altar de Santa Justa y Rufina de la Catedral de Sevilla, que se terminó de construir con el patrocinio de esta familia en 1622.
Miguel compró terrenos en Tomares, el cortijo de Troya de Utrera y casas en Sevilla. Se casó con Catalina Vants, flamenca, y tuvieron como hijo a Guillermo, que fue caballero veinticuatro de Sevilla, algo así como concejal. Con Guillermo la familia alcanzó su apogeo económico y sus hijos entraron en órdenes militares o consiguieron cargos en la Inquisición.​
Pero los Bécquer perdieron estatus social en el siglo XVIII y en las primeras décadas del XIX.​ Cuando nació Gustavo en 1836, el patrimonio familiar se había diluido al romperse la cadena de mayorazgos y ya no vivían de las rentas.​
José Domínguez Insausti, pintor y padre de Gustavo, tomó el apellido Bécquer de su familia paterna para firmar sus obras, evocando sus orígenes y el pasado ilustre de su familia. Es considerado uno de los pintores sevillanos más destacados de su tiempo. Pintaba cuadros costumbristas y retratos. Sus obras eran exportadas a Inglaterra o las adquirían viajeros ingleses.​ También se dedicó a la docencia, como que enseñó pintura a Joaquín Domínguez Bécquer, Manuel Cabral Bejarano, Eduardo Cano de la Peña.
Llegó a tener una buena posición económica gracias a su trabajo como artista. El 25 de enero de 1827 se casó con Joaquina Bastida Vargas, con quien tuvo ocho hijos: Eduardo, Estanislao, Jorque Félix, Valeriano, Gustavo Adolfo, Ricardo, Alfredo y José. De cuidarlos se encargaban tres criadas y un criado. La familia tenía coche, un lujo para ese tiempo.​
Gustavo Adolfo y su hermano, el pintor Valeriano, adoptaron Bécquer como primer apellido en la firma de sus obras. Aclarado el punto, sigamos adelante con su vida.
En un viaje a Sevilla en 1858, enfermó y estuvo nueve meses en cama, posiblemente haya sido tuberculosis, pero hay biógrafos que sostienen que fue sífilis. Estuvo al cuidado de su hermano Valeriano, en ese período publicó su primera leyenda, El caudillo de las manos rojas, y conoció a Julia Espín, según algunos la musa de algunas Rimas, aunque durante muchos creyeron erróneamente que era Elisa Guillén, con quien mantuvo relaciones hasta que ella lo abandonó en 1860.
En 1861 se casó con Casta Esteban, hija de un médico, con la que tuvo tres hijos. Pero no fueron felices, y él se refugió en su trabajo o con su hermano Valeriano, que viajaba a Toledo a pintar. Su etapa más fructífera fue de 1861 a 1865, cuando compuso la mayor parte de sus Leyendas, hizo periodismo y rescribió Cartas literarias a una mujer, mostrando sus teorías sobre la poesía y el amor. Una temporada que pasó en el monasterio de Veruela en 1864 le sirvió inspiración para las Cartas desde mi celda, conjunto de descripciones de paisajes.
Su vida mejoró financieramente en 1866, cuando le dieron el empleo de censor oficial de novelas, lo que le permitió dejar sus crónicas periodísticas y concentrarse en sus Leyendas y sus Rimas, publicadas en parte en el semanario El museo universal. Tras la revolución de 1868, perdió su trabajo, y su esposa lo abandonó.
Se fue a vivir a Toledo con su hermano Valeriano, y acabó de reconstruir el manuscrito de las Rimas, pues el original había desaparecido cuando su casa fue saqueada durante la revolución septembrina. Volvió a Madrid y lo nombraron director de la revista La Ilustración. El fallecimiento de su hermano, dibujante de esa revista, en septiembre de 1870, lo deprimió extraordinariamente. A presentir u muerte, entregó a su amigo Narciso Campillo sus originales para que se hiciese cargo tras su óbito, tres meses después del de Valeriano.
Su fama literaria se basa en las Rimas, que iniciaron la corriente romántica de poesía intimista inspirada en Heine y opuesta a la retórica y la grandilocuencia de los poetas románticos anteriores. La crítica literaria de su tiempo no acogió bien sus poemas, empero, su fama no dejaría de crecer en los años siguientes.
Las Rimas son ochenta y seis composiciones. De ellas, setenta y seis se publicaron por primera vez en 1871 a cargo de los amigos del poeta, que introdujeron correcciones en el texto, suprimieron poemas y alteraron el orden del manuscrito original (es el llamado Libro de los gorriones, custodiado en la Biblioteca Nacional de Madrid).
Las Rimas han sido divididas en cuatro grupos: el primero hasta la XI es una reflexión sobre la poesía y la creación literaria; el segundo del XII al XXIX, es acerca del amor y sus efectos en el alma del poeta; en el tercer grupo del XXX a LI, predominan el desamor y el desengaño; y los del cuarto LII a LXXXVI, muestran al poeta enfrentado a la muerte, decepcionado del amor y del mundo. Las Rimas se presentan casi siempre precedidas de la "Introducción sinfónica" que, probablemente, Bécquer preparó como prólogo a toda su obra.
La prosa se destaca, lo mismo que sus versos, por su gran música y la sencillez de la expresión, cargada de sensibilidad; siguiendo los pasos de Ernst Theodor Amadeus Hoffmann y Edgar Allan Poe, las Leyendas recrean ambientes fantásticos y envueltos en una atmósfera sobrenatural y misteriosa. Tienen un ambiente de irrealidad y misterio, situado sobre un plano real que deforma y desbarata. Así, en La Corza blanca, donde la protagonista se transforma de noche en ese animal, o en El monte de las ánimas, en que el escenario de un paseo amoroso se transforma en el campo del horror fantasmal y en la que el terror llega hasta la alcoba mejor defendida y adornada, o en Los ojos verdes y, sobre todo, El rayo de luna, en que lo irreal, enfrentado a la realidad, hace que los protagonistas elijan el sueño, la locura en la que quieren vivir lo que la realidad les niega. Son logradas las descripciones de ambientes: el barullo de la entrada en la catedral en Maese Pérez, el organista, el silencio del claustro en El rayo de luna o las procesiones fantasmales de La ajorca de oro y El Miserere.

Rima XII
Porque son, niña, tus ojos
verdes como el mar te quejas:
verdes los tienen las náyades,
verdes los tuvo Minerva
y verdes son las pupilas
de las hurís del profeta.

El verde es gala y ornato
del bosque en la primavera.
Entre sus siete colores
brillante el iris lo ostenta.
Las esmeraldas son verdes,
verde el color del que espera
y las ondas del Océano
y el laurel de los poetas.

Es tu mejilla temprana
rosa de escarcha cubierta,
en que el carmín de los pétalos
se ve al través de las perlas.
Y sin embargo,
sé que te quejas
porque tus ojos
crees que la afean:
pues no lo creas,
que parecen tus pupilas,
húmedas, verdes e inquietas,
tempranas hojas de almendro
que al soplo del aire tiemblan.

Es tu boca de rubíes
purpúrea granada abierta.
que en el estío convida a
apagar la sed en ella.
Y sin embargo,
sé que te quejas
porque tus ojos
crees que la afean:
pues no lo creas,
que parecen, si enojada
tus pupilas centellean,
las olas del mar que rompen
en las cantábricas peñas.

Es tu frente que corona
crespo el oro en ancha trenza,
nevada cumbre en que el día
su postrera luz refleja.
Y sin embargo,
sé que te quejas
porque tus ojos
crees que la afean:
pues no lo creas,
que, entre las rubias pestañas,
junto a las sienes, semejan
broches de esmeralda y oro
que un blanco armiño sujetan.
©Juan Manuel Aragón

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