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Putin y Xi Jinping |
En el 80 aniversario, Pekín celebró la victoria sobre Japón como propia, borrando a los aliados y al Kuomintang
Con Xi Jinping a la cabeza, China conmemoró el 80 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial con un acto que buscó colocar al Partido Comunista como protagonista central en la derrota del Japón, acompañado por Vladímir Putin y Kim Jong Un. Sin embargo, la realidad histórica muestra que la victoria fue fruto del esfuerzo aliado encabezado por Estados Unidos en el Pacífico y de las tropas nacionalistas chinas del Kuomintang, mientras los comunistas de Mao Zedong evitaron el combate directo, emprendieron la Larga Marcha para resguardar fuerzas y luego, con ayuda soviética, se impusieron en la guerra civil posterior.El acto celebrado en Pekín el martes pasado, tuvo un despliegue militar y la presencia de líderes de regímenes afines, lo que dio a la ceremonia un cariz político además de histórico. El mensaje oficial se centró en destacar la supuesta contribución decisiva de las fuerzas comunistas chinas en la victoria contra Japón, minimizando el papel de los aliados.En la realidad, la derrota japonesa en 1945 fue consecuencia de las campañas encabezadas por Estados Unidos en el océano Pacífico. Bajo el mando del general Douglas MacArthur, los aliados enfrentaron batallas sangrientas en islas estratégicas como Guadalcanal, Iwo Jima y Filipinas, avanzando en un terreno hostil y dominado por la marina nipona.
Ese esfuerzo militar, acompañado del poder aéreo norteamericano y culminado con el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, precipitó la rendición japonesa. En paralelo, la entrada de la Unión Soviética en la guerra contra Japón aceleró aún más el colapso del Imperio.
En China, quienes resistieron la invasión japonesa desde 1937 fueron las fuerzas del Kuomintang, comandadas por Chiang Kai-shek. Con apoyo logístico de Washington y Londres, el gobierno nacionalista soportó el peso de la guerra en el frente chino, librando campañas en Shanghái, Nankín y otras regiones clave.
Mao Tsé Tung y el Partido Comunista, por el contrario, optaron por una estrategia de preservación. La célebre “Larga Marcha” de 1934-1935 no estuvo dirigida contra Japón, sino que fue una retirada para escapar de la presión del Kuomintang y asegurar territorios periféricos desde los que reorganizarse. Esa decisión permitió conservar fuerzas, pero alejó a los comunistas del combate directo contra los invasores.
Al finalizar la guerra mundial, el gobierno del Kuomintang era el único reconocido como legítimo y había aportado el mayor sacrificio en la resistencia. Sin embargo, la devastación económica y militar lo debilitó frente al Partido Comunista, que recibió apoyo material de la Unión Soviética para expandirse y consolidar su dominio en el territorio.
Esa correlación de fuerzas derivó en la guerra civil china, que terminó en 1949 con la proclamación de la República Popular. Desde entonces, el relato oficial borró a los nacionalistas en la lucha contra Japón y exaltó el papel de los comunistas como vencedores de la invasión.
El acto conmemorativo en Pekín, al que se sumaron Putin y Kim Jong Un, buscó reforzar esa visión, presentando a China como pilar de la victoria sobre Japón y omitiendo los datos históricos que contradicen el relato.
Ocho décadas después, la distancia entre la memoria oficial promovida por el régimen y la historiografía internacional sigue siendo amplia. La victoria sobre Japón fue una gesta aliada y nacionalista, pero la versión que prevalece en China responde a las necesidades políticas de quienes lograron consolidar el poder tras la guerra.
Ramírez de Velasco®
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