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No te va a dejar jamás |
Un afecto desafía los años y los desencuentros, y su presencia silenciosa acompaña a quienes la aguardan
Cuando quedamos solos con la madrugada, al tiempo que desaparece revela sus secretos: la sombra que esconde un monstruo en el tanque de agua del techo del vecino, los muebles de la sala de casa, que vuelven a su forma original, la cocina, el calefón y la ventana que da al patiecito en que mi mujer cuelga la ropa, el lapacho de la puerta que deja de mecerse al compás del viento y el foco de luz de media cuadra, como yendo hacia allá. Todo vuelve a un lugar más trillado.De jóvenes fuimos novios, pasaba la noche en vela esperándola y cuántas veces me agarró en lugares lejanos, en extraños vecindarios, en situaciones de las que ya no guardo ni recuerdos, engañándola con amores que llegaron, estuvieron y pasaron. Sólo nuestro afecto dura hasta hoy, cuando viejo, cansado y de vuelta de aquellos fuegos lampiños, algunas noches salto de la cama a esperarla, sentado bajo el umbral de casa, viendo pasar la calle agitando los lapachos.Bienhaiga quienes la siguen frecuentando: pienso en los que noche tras noche la esperan, sentados tras el tapete verde pasto de una sala de juego de loba, póquer o truco o conversando de quimeras efímeras con la mujer amada en un aburrido y gris bar de frente a la plaza o en la cama de alguna samaritana que aceptó la compañía por el mandato evangélico de dar agua a los sedientos o cuidando al pariente enfermo en una cama de hospital, insomne y con la cintura doliendo o acechándola junto a las coloradas luces del burdel moderno.
Dicen que es la hora de la verdad, la de la pintura corrida y los brillos opacos. Que es el momento en que se corre el velo de la mágica noche y aparece la realidad, sólida, maciza, consistente para entregar su versión sobre los hechos.
Sólo sé que algunas veces, como hoy, la miro desde la puerta de casa al pasillo que lleva a la calle mientras se perfilan las plantitas bajo la escalera de los vecinos de arriba, con un afecto indigno de otras hembras. Ella es la única en este teatro de las sombras que jamás osará serme infiel con millones de hombres que al terminar el holgorio están entre sus brazos, pensando quizás cómo hallar de nuevo el camino al hogar.
Ella no abandona a sus amantes. Los halla dondequiera que estén, sin reproches ni preguntas, bañando con su luz el cansancio de los que aún esperan. A veces cruza la vereda como una extraña, y sin embargo basta un instante para sentir que vuelve siempre, paciente, silenciosa, envolviendo con ternura lo que quedó pendiente, recordándonos que no todo lo que amamos nos ha dejado. ¿Sabe?, es fiel y eterna, la Luna.
Juan Manuel Aragón
A 20 de octubre del 2025, en la ruta 3. Yendo a verla.
Ramírez de Velasco®
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