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LA GACETA Diario “señorogordista”

Otrora hacían periodismo para muchos

Cómo fue que el puntal del periodismo del norte, que llegaba a una amplia franja de la población, se convirtió en un pasquín para pocos


Solía leer en internet el diario La Gaceta, de Tucumán. No todos los días, pero sí cuando me acordaba. Recuerdo que, cuando chicos, vivíamos en Ledesma, Jujuy, a veces mi padre me mandaba a comprarla a un kiosco que quedaba frente a la Sala, siempre pasado el mediodía. Era chico y me imaginaba las peripecias que debía haber pasado aquel ejemplar hasta llegar a mis manos desde que salía de la impresora, pasando el norte de Tucumán, Salta, San Salvador, San Pedro, Chalicán, Fraile Pintado y finalmente Ledesma.
Después, de grande, a veces visitaba a Ramón Leoni, que trabajaba en su archivo y me pasaba los últimos grandes o pequeños chismes de la política tucumana o me contaba historias de sus hijos, mis primos queridos. El mucho trabajo y el ajetreo que había en un lugar que cualquiera hubiera pensado que era tranquilo, daba una idea del dinamismo del diario.
Hasta hace un tiempo salían secciones a veces muy picantes, como las Cartas de lectores, en las que incluso debatían entre ellos con opiniones muy diversas. Me deleitaba con las notas de Álvaro Aurane, quizás uno de los pensadores más inteligentes que han pasado por esa redacción. Traía notas “señorogordistas” (escritas para señoras paquetas y señoros distinquidos), como las de Federico Van Mameren, tan candorosamente opositoras que, si fuera el periodista estrella del diario Clarín, más de uno sospecharía que fue pagado por el gobierno.
Dicen que llegó a imprimir 150 mil ejemplares. Tenía activas corresponsalías en todo el norte y en Buenos Aires. Era un poderoso factor de poder, no solamente en Tucumán sino también en Salta, Jujuy y —menos— en Santiago del Estero. Alguna vez alguien sacó cuentas de que su independencia la debía a que el veinte por ciento de sus ingresos provenía del Estado y el resto de los particulares. Era cabeza de los diarios del norte, respetado, siempre tenido en cuenta.
La crisis de lectores que sufrieron los diarios del mundo también llegó a La Gaceta. Hoy son muy pocos los que se informan en sus páginas en papel. La mayoría de la gente lee solamente lo que llega a sus telefonitos, si es en forma de figurita, chiste o videíto, mejor. Es mucho más fácil y rápido vender por Feibu una bicicleta vieja, un calefón usado, una casa, un auto, un campo que esperar a que aparezca en sus Avisos Clasificados. Es decir, ni los avisos más baratos causan el efecto que solían tener.
Y lo mismo que el resto de los diarios del norte argentino, La Gaceta ejerce un rabioso y tenaz oficialismo disfrazado de oposición. Todos los días, este pasquín publica al menos una nota contra el gobierno, ya sea Julio Miranda, José Alperovich, Juan Manzur u Osvaldo Jaldo. Como si fuera lo único que existiera en la provincia: son ellos contra el Poder. Pero nadie más. La oposición tucumana recién empieza a aparecer en sus páginas un tiempo antes de las elecciones y es mostrada como ese grupo de pinches pendejos, siempre peleados entre ellos. Muy pocas veces se otorgó espacio a los opositores para que hagan una denuncia, sería propaganda gratis.
De esta manera conserva su viejo prestigio, que le da empaque y aires de diario independiente, que siempre dice la verdad denunciando los chanchullos del gobierno, y al mismo tiempo lo protege al evitar que los otros actores de la vida política provinciana aparezcan sus páginas. “Los invisibiliza”, dicho en lenguaje moderno.
A pesar de no leerlo, de alguna manera trascienden sus notas y cuando llega una elección, los únicos nombres que resuenan en la otrora gran provincia del norte, son los del oficialismo. El resto son una manga de perfectos desconocidos. Para triunfar en las urnas, acoples mediante, el resto es pan comido. De otra manera no se explica que ahora, como el resto de los diarios del país, La Gaceta también viva de la pauta oficial. Y viva bien, digamos, no es que le mandan unos pesitos para que siga tirando, sino unos cuantos milloncitos para que se mantenga bien comida, gordita y no se olvide de que solamente debe criticarlos a ellos.
Así se explica que, por dar un caso, los únicos que hoy opinan en sus Cartas de Lectores, sean dos o tres viejos y allí los debates se han empobrecido de tal forma que lo único que se discuten son posiciones K o anti K. La amplísima riqueza de ideas que supo poblar Tucumán se redujo a dos términos de una pelea que, a esta altura del round, quedó superada en todas partes.
En vez de buscar el camino para seguir teniendo influencia en la sociedad por medio de las innumerables herramientas de internet, La Gaceta prefiere encapsularse, y desde hace un tiempo largo restringió aún más el acceso a muchas de sus notas. Dejó atrás su vocación de influir sobre la sociedad, que motivó a sus antiguos periodistas, y ahora solamente pretende seguir teniendo la vaca atada de la pauta y los pocos lectores, casi todos veteranos, de mi edad o más viejos todavía, que la compran en papel.
Si viviera en Tucumán, quizás le pagaría a un gacetero para que todos los días la tirara por bajo mi puerta. Pero no llega a Santiago desde la década del 80 y aunque llegara, ha perdido la frescura de otrora, cuando eran protagonistas de sus páginas todos los actores de la vida social, política, económica, cultural de esa rica provincia.
Uno de mis hermanos dice que la compra todos los domingos, me imagino que la usa para limpiar la parrilla cuando hace asado. Pero con el precio de la carne, ¿quién quiere amontonar papel para desgrasar esos fierros?
©Juan Manuel Aragón

Comentarios

  1. Si fuera un problema exclusivo de La Gaceta, podría llegar a pensar que es el diario el que ha perdido el rumbo por la inescrupulosa e interesada actitud de su directorio, como sugieres.
    Pero el hecho de que ese fenómeno se repite en casi todos los diarios, me lleva a concluir que, una vez más, es el consumidor el que promueve esa situación.
    Los diarios se estan muriendo ante el crecimiento de los medios sociales, y ese es un fenómeno que ha ocurrido tan rápidamente que no les ha dado tiempo a adaptar su esquema de negocios....y ya es tarde. En su agonía, y para mantenwrbla fuente laboral y la influencia de que gozaron siempre sus dueños, han tenido que bajar su nivel al barro político, porque es desde allí que reciben sus recursos y es lo que el lector consume. Una vez más es el consumidor, no los diarios, quien tiene la mayor responsabilidad en este caso. Los diarios sólo hacen lo que mejor les resulta, que es entregar su alma al diablo, asociar o transferir propiedad a los políticos y poderosos de turno, y convertirse en pasquines propagandísticos al mejor postor........total, la gente se traga siempre el sapo.

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  2. Peor estamos aquí en Santiago, donde EL LIBERAL no saca ni una sola crítica al gobierno provincial, ni nada que pueda molestar al señor. Y no fue así antes, pues cuando gobernaba Carlo Arturo siempre la oposicion tenía espacio para expresarse. Del otro diario, ni hablar, es un mero pasquín, sin notas de interés.

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    Respuestas
    1. Era otro tipo de autoritarismo, con otros procedimientos, igual de efectivos.

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