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PALABRAS Del disfrute a la posmodernidad

Mujer disfruta del agua (Reuters)

Aquí se ve por qué eso de los sinónimos no es tan así: dicho de otra forma, si hay dos palabras es porque una significa una cosa y la otra, otra


Amigos, vamos por una palabra de moda en los tiempos que corren: “disfrutar”. Muertos los dioses que gobernaban la vida de la gente, ahora todos se aferran a los placeres mundanos, al “disfrute” de las vacaciones, los hijos, la mujer, la filatelia, el trabajo, la casa, el vino, el ocio, los nietos, la otra, la pesca, lo que sea.
El verbo disfrutar, se define como “percibir los productos y utilidades de alguna cosa”. También es “esquilmar y gozar alguna cosa sin cuidar de su conservación ni mejora”. Es “gozar de salud, comodidad, regalo o conveniencia”. Y también “aprovecharse del favor, protección o amistad de alguno”.
Se dice que se compone del prefijo intensivo dis y de una forma verbal ficticia de fruto, pero es una interpretación que no está conforme con la etimología. El sufijo dis no es intensivo sino negativo, puesto que el primer disfrute fue el acto de coger los frutos, como lo demuestran las antiguas formas desfrutar, desfrute, es decir sacar los frutos de la planta, extraerlos. De tal forma que en provenzal es desfrugar, en francés effriter, en italiano sfrutare, es decir despojar al árbol de su fruto, y en catalán disfrutar.
En cuanto a su sinónimo, sería gozar. Pero disfrutar se aplica a tres órdenes de cosas. Una sería disfrutar una finca, una herencia, aquí significa hechos materiales. La segunda disfrutar un sueldo, un ascenso, una pensión y expresa hechos del orden civil. Y la tercera, disfrutar la dicha de abrazar a los hijos, a su esposa, a su padre y es un hecho de los sentimientos.
La palabra, en rigor, no tiene otras aplicaciones.
En cambio, gozar es una de las palabras más universales que conocen los idiomas.
Gozar las delicias del campo.
Gozar los placeres del entendimiento de la imaginación, de la conciencia.
Gozar los placeres de la familia.
Gozar de un gran concepto.
Gozar de los derechos del ciudadano.
Gozar la privanza del monarca.
Gozar del favor público.
Gozar de tal o cual prerrogativa.
Gozar la gloria eterna.
Gozar de la vida, goces del amor.
Para que nada le falte al gozo, su nombre ha sido el creador de varias escuelas filosóficos, con Epicuro a la cabeza (aquí debería detenerme en Epicuro, decir quién fue, cuando vivió, qué decía, en fin, pero busque usted en Google, no me quiero ir por las ramas), que decía que el fin de la vida es gozar. Para los epicureístas, entonces todo se refleja en la palabra gozar, en el orden físico, intelectual, moral, religioso, político, fantástico, filosófico.
Ahora, si entiende bien lo que sigue, tendrá bien en claro qué significa la palabra, mejor dicho, sabrá usarla con propiedad.
Disfrutar es lo contrario de carecer.
Gozar, lo contrario de sufrir.
Sin tener cuerpo no podríamos disfrutar. Por eso el ángel no disfruta.
Para gozar, basta el espíritu. El ángel goza.
Muchas veces sucede que los hombres que disfrutan más son los que gozan menos.
No disfrutan los miserables.
No gozan los malvados.
Para disfrutar es necesario no gozar más de la cuenta.
En fin. Podríamos seguir hablando un largo rato del significado de esta palabra. Basta por hoy, para dar un somero vistazo del disfrute, verbo que ha encandilado a toda una generación, como antaño fue la felicidad o su búsqueda.
Antes de esas paparruchadas, el fin del hombre sobre la Tierra era la contemplación final de Dios después de esta vida. Pero la modernidad mató a Dios y a los pobres hombres no les quedó más que sacar fruto de los placeres sensuales. Pero esto daría para otra conversación.
Por hoy suficiente. Me voy a disfrutar mi diario whisky, mientras encaro “Posmodernidad”, de Aníbal D´Angelo Rodríguez, texto denso, pero que explica algunas taras del presente con una diáfana comprensión del mundo. ¿No lo leyó?, se lo recomiendo.
Hasta mañana.
©Juan Manuel Aragón

Comentarios

  1. Es una buena recomendación leer e informarse sobre el problema del postmodernismo, Juan Manuel. Todo el mundo debería enterarse y estar prevenido sobre la lacra que le dejó al occidente la mente retorcida de tipos como Derridá y Foucault.
    Y una.de sus características es precisamente avasallar el lenguaje imponiendo nuevos términos, todos eufemismos, para ir haciendo que la gente cambie su cultura y adopte la actitud de falso virtuosismo a través de la corrección política.
    Y la gente incauta compra, y va adoptando los cambios en el idioma, creyendo que con ello dan muestra de compasión, respeto o virtuosismo.
    Y de ahí viene el "lenguage inclusivo" y la prohibición de usar ciertos términos por considerarlos "ofensivos", aunque nadie sepa de alguien que se hubiera ofendido.
    Cada vez que visito Santiago me entero de una nueva, y no sé si reírme o ponerme a llorar. Un pariente me hablaba la vez pasada de "la gente en situación de calle", a lo que tuve que preguntar "con qué se cóme". Resultó ser que el ridículo se refería a los linyeras. No sé si el representante de los linyeras se habrá quejado del término, pero quedé preguntándome si la estatua de El Linyerita frente al club Comercio, se llamará ahora "El niño en situación de calle".
    Y ahora te dejo porque me cayó mal la cena y estoy en situación de inodoro.frecuente.

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  2. Brillante como siempre mi querido Juan. Siempre pero siempre fuiste ese libre ser y pensador, por eso te quiero y admiro amigo. Y te leo porque coincido en la totalidad en esta nota, y porque me hace bien tu fino entendimiento de las palabras, sus usos des usos y malusos

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  3. Eso ...! El problema empezó cuando el " Non fuyades cobardes...", escrito por Cervantes, fue "cambiado", por " No huyais cobardes". El problema de este mundo, son las palabras cambiadas...!! Por eso Borges estudiaba inglés antiguo...

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