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Uno de los aviones que descargó bombas sobre Irán |
Washington distrajo a Irán mientras orquestaba un devastador ataque nuclear, dejando a Teherán humillado y al borde de una feroz retaliación
Fuentes:
Diarios de Teherán, Tel Aviv, Estados Unidos y la Argentina
En un giro digno de una novela de espías, Estados Unidos ejecutó un audaz plan que dejó al régimen teocrático de Irán tambaleándose. La Operación Martillo de Medianoche, lanzada el domingo, destruyó instalaciones nucleares iraníes, pero lo que más dolió en Teherán no fueron las explosiones, sino la sensación de haber sido engañados por Washington en un delicado juego diplomático.Todo comenzó con las negociaciones nucleares en Mascate, Omán, cuando Estados Unidos parecía haberse comprometido a limitar el programa nuclear iraní. La sexta ronda de diálogos estaba en marcha, y el mundo observaba con cautela. Sin embargo, en los pasillos de Teherán, las sospechas crecían: ¿era una cortina de humo? Irán, liderado por el ayatolá Ali Jamenei, veía las charlas como una maniobra para distraer mientras Estados Unidos y su aliado, Israel, afilaban sus espadas.El presidente Donald Trump, en un discurso conciliador, afirmó que deseaba evitar el conflicto. “Damos a Irán dos semanas para negociar, o enfrentarán consecuencias”, aseguró. Puro teatro. Apenas 48 horas después, bombarderos B-2 descargaron su furia sobre Natanz y Bushehr, dejando al régimen iraní en shock. La rapidez del ataque alimentó las acusaciones de un engaño deliberado.
El secretario de Defensa, Pete Hegseth, no ocultó el uso de tácticas de distracción. “Señuelos y engaños garantizaron el éxito”, reveló, detallando cómo aviones desde Missouri desviaron la atención de las defensas iraníes. La maniobra no solo fue solo militar, sino un reflejo de una estrategia más amplia: mantener a Irán en la defensiva, tanto en el campo de batalla como en la mesa de negociaciones.
En Teherán, la furia no se hizo esperar. El ministro de Relaciones Exteriores, Abbas Araghchi, calificó el ataque de “violación imperdonable” y acusó a Estados Unidos de abandonar la diplomacia. Para Irán, las negociaciones previas fueron un “parque de atracciones” diseñado para justificar la agresión, especialmente tras los ataques israelíes del 13 de junio, que Teherán atribuye a una coordinación con Washington.
La percepción de traición se profundizó cuando Jamenei prometió represalias. “Estados Unidos pagará por esta humillación”, declaró, mientras Irán movilizó a sus aliados en la región. La retórica escaló con publicaciones en Twitter, con usuarios iraníes denunciando que las negociaciones fueron una “farsa” orquestada para debilitar al régimen.
Pero, ¿fue realmente un engaño? Fuentes de inteligencia de Estados Unidos no compartían la evaluación israelí de que Irán estaba a punto de fabricar un arma nuclear, lo que plantea dudas sobre las verdaderas intenciones de Washington. Algunos analistas sugieren que las negociaciones pudieron ser un intento genuino de diplomacia que colapsó, pero la percepción en Teherán es clara: fueron engañados.
El impacto de este episodio trasciende lo militar. La confianza en las negociaciones internacionales ha quedado fracturada, y la región se prepara para una escalada. Irán ya ha amenazado con bloquear el estrecho de Ormuz, lo que podría disparar los precios del petróleo.
Mientras el polvo se asienta en Natanz, una cosa es segura: el régimen teocrático no olvidará esta lección. La diplomacia, para Teherán, ahora lleva el sabor amargo del engaño.
Como una novia.
Ramírez de Velasco®
Tal cual
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