Peter O´Toole en Lawrence |
“Esa noche el tipo soñará en que quizás más adelante lo seleccionen para un papel más trascendente, ser el extra que camina por una calle de Nueva York detrás de Dustin Hoffman”
Todos miran al muerto con algo de aprensión, esperan que no se mueva, no haga un gesto, no sonría ni frunza el ceño. Aguaitan solamente su quietud, con el rostro que finalmente aflojó tensiones y ya no sufre, no goza, no siente, no sabe. Obviamente, está muerto es el centro de una reunión a la que voluntariamente quizás no hubiera asistido. Pero, ahí está, frío, pálido, serio, elegante, vestido con traje y corbata, las yertas manos en cruz, como contaba Antonio Machado en “Llanto de las virtudes y coplas por la muerte de don Guido”, un señor, de mozo muy jaranero.El finado es observado con un espíritu parecido a la mirada que lanzan los televidentes o los que van al cine cuando alguien se muere en la pantalla, a ver cómo compone el personaje del baleado, el tipo que cayó de un edificio. Quieren que se le muevan los ojos, los labios, los músculos de un brazo, aunque sea un cachito así. Para después criticar, cómo no: “Con todo lo que gastaron en la producción de la cinta, bien podrían haber puesto un muñeco con la cara del actor”.Uno se imagina también la desilusión del actor, que se presenta a la audición para que lo elijan como actor de una superproducción y al final le avisan que filmará un sólo día y tiene que hacerse el muerto y nada más. Capaz que lo llamaron para filmar la cinta “Lawrence de Arabia” y es uno de los quichicientos muertos que aparecen. Quién le dice, en una de esas, en una toma está tan quietito, tiene tanta pinta de finado, que actúa de lo mismo en dos o tres escenas más, total, quién lo va a reconocer, nadie mira a los finados en la película, los muertos no llegan ni a extras. Son decorado.Y después se consigue veinte papeles de extra en otros filmes inolvidables, siempre haciendo de muerto, inmóvil, rígido, sin respirar, duro como sorete de Nochebuena. Además, serio, circunspecto, sobrio. Y todavía que le pagan, se consigue un pase libre para ir al cine al otro día del estreno en Hollywood, con la familia. Imagine a la patrona contando a las vecinas: “El colega de mi marido, Peter O´Toole, lo felicitó, le dijo que hizo muy bien su papel”. Y las otras muertas de la envidia.
En la densa oscuridad del cine, cuando está por llegar la escena en que mostrarán a los muertos, el tipo codea a la mujer, ella codea a su hija y la chica a su vez codea al hermano y todos ven al padre, en el bando equivocado de la esporádica historia, rotundamente y absolutamente muerto, en una actuación como para sacarse el sombrero, de tan convincente, che. Un rato más tarde, a la hora de los créditos, la familia observa cómo pasa el nombre del tipo, a toda velocidad, perdido entre otros cientos de muertos de la cinta. A esa hora todos han abandonado sus butacas y se están terminando de ir de la sala, pero para ellos es un orgullo inmenso y siguen sentados, emocionados, sabiendo que quedaron para la posteridad, aunque sea en pequeño lugar, no importa.
Esa noche el tipo soñará en que quizás más adelante lo seleccionen para un papel más trascendente, ser el extra que camina por una calle de Nueva York detrás de Dustin Hoffman, en “Tootsie”. O algo. No aceptará si lo llaman para hacer de muerto nuevamente, ya demostró que ese papel le queda bien, pero está para algo más que para ser el eterno fiambre de todas las cintas.
En ese mismo sueño quizás se vea como el muerto que alguna vez será en la vida. Un pobre mediocre que no aparecerá en los obituarios de los periódicos. quizás la hija se disculpe por el faltazo al funeral porque nevaba en Connecticut, donde vive con su marido, cajero de un supermercado, y era imposible salir con los aeropuertos cerrados. El hijo anda de gira con su banda de música country quién sabe dónde. Y la esposa se mudará la semana siguiente con uno que está en las finanzas de la industria del entretenimiento: corta los boletos de las entradas en el mismo cine en que iban a ver la anticipación de la muerte del marido en las calientes arenas de los desiertos de Siria, mientras Peter O´Toole se paseaba en camello, haciendo la actuación de su vida.
De últimas, cuando lo seleccionen para hacer de muerto en la próxima cinta pedirá que le tomen el perfil izquierdo, que lo favorece un poquito más. Oficio tranquilo actuar de finado. Se trata solamente de estar varias horas acostado en el suelo, en la misma posición, esperando que le ordenen: “¡Acción!”, para tirarse a chanta y no moverse ni un tranco de pollo, tranquilo como vaca en finca de veganos.
Duro trabajo ser el muerto de la historia. Eso que no se trató todavía del más allá y de tantas cintas que lo hacen volver al finado después de haber conversado mano a mano con Tata Dios que, casualmente, siempre es Morgan Freeman. Che, alguna vez elijan otrito.
©Juan Manuel Aragón
Y eso que la ficción es pura casualidad y no es la realidad? Es medio feo hacerse el muerto para tener que vivir. Pero como decia Olmedo eran tan pobres...Gran espejismo para los que no quieren que el espejo adivine su suerte. Saludos
ResponderEliminarMe resultó gracioso tu comentario sobre Morgan Freeman.!!!
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