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El Vesubio humeando |
El 7 de abril de 1906, el volcán Vesubio tiene en una de sus erupciones más devastadoras del siglo XX afectando a Nápoles y sus alrededores
El 7 de abril de 1906, el volcán Vesubio, en la región de Campania, al suroeste de Italia, entró en una de sus erupciones más devastadoras del siglo XX, afectando gravemente la ciudad de Nápoles y sus alrededores. Este acontecimiento marcó un momento crítico en la historia de la región, que durante siglos ha convivido con la amenaza constante de este coloso natural.El Vesubio, con una altura de 1.281 metros sobre el nivel del mar, es uno de los volcanes más conocidos del mundo debido a su erupción en el año 79 d.C., que sepultó las ciudades romanas de Pompeya y Herculano bajo cenizas y lava. Sin embargo, la erupción de 1906, aunque menos famosa, fue igualmente destructiva y dejó una huella imborrable en la memoria colectiva de los napolitanos.La actividad volcánica comenzó a intensificarse a finales de marzo de 1906, cuando los sismógrafos del Observatorio Vesubiano, fundado en 1841 como el primer observatorio vulcanológico del mundo, registraron temblores leves pero persistentes. Estos movimientos telúricos fueron un presagio de lo que estaba por venir.
El 4 de abril, el volcán mostró signos claros de inestabilidad, con emisiones de humo y cenizas que oscurecieron el cielo sobre la bahía de Nápoles. Para el 7 de abril, la situación alcanzó su punto crítico: una explosión masiva en el cráter principal liberó una columna de ceniza y gases que se elevó varios kilómetros en la atmósfera, mientras ríos de lava comenzaron a descender por las laderas del volcán a una velocidad alarmante.
La erupción se clasificó como de tipo estromboliano-vulcaniano, caracterizada por explosiones violentas y la expulsión de fragmentos de roca incandescente, conocidos como tefra, junto con flujos de lava viscosa. La lava alcanzó temperaturas superiores a los 1.000 grados Celsius y avanzó destruyendo todo a su paso. Los pueblos cercanos al Vesubio, como San Giuseppe Vesuviano, Ottaviano y Boscotrecase, fueron los más afectados. En Boscotrecase, la lava arrasó con casas, iglesias y cultivos, dejando a cientos de familias sin hogar en cuestión de horas.
Las autoridades estimaron que el flujo principal de lava tenía un frente de más de 200 metros de ancho y avanzaba a una velocidad de hasta 100 metros por hora en algunos tramos.
Mientras tanto, la ciudad de Nápoles, situada a unos 9 kilómetros del cráter, no escapó de los efectos devastadores. Aunque la lava no llegó directamente a sus calles, la caída de ceniza fue masiva. Se calcula que más de 100.000 toneladas de ceniza y polvo volcánico cubrieron la ciudad, colapsando tejados y obstruyendo caminos.
La densidad de la nube de ceniza era tal que el sol quedó oculto durante días, sumiendo a Nápoles en una penumbra asfixiante. Los habitantes tuvieron dificultades para respirar debido a las partículas suspendidas en el aire, y el agua potable se contaminó rápidamente por la mezcla de cenizas y lluvia ácida que acompañó la erupción.
El saldo humano fue trágico. Las cifras oficiales indican que al menos 100 personas perdieron la vida, aunque algunos historiadores sugieren que el número pudo ser mayor debido a la falta de registros precisos en las regiones rurales. Muchas de las víctimas murieron aplastadas por el colapso de estructuras debilitadas por el peso de la ceniza o alcanzadas por los flujos piroclásticos, nubes ardientes de gas y fragmentos volcánicos que se desplazaban a gran velocidad.
Además, miles de personas quedaron desplazadas, y la economía local, basada en gran parte en la agricultura y el comercio marítimo, sufrió un golpe devastador. Los viñedos y campos de olivos, vitales para la región, fueron arrasados por la lava o enterrados bajo metros de ceniza.
La respuesta de las autoridades italianas fue inmediata pero limitada por la tecnología y los recursos de la época. Equipos de rescate, apoyados por el ejército, trabajaron incansablemente para evacuar a los sobrevivientes y despejar las rutas bloqueadas.
El rey Víctor Manuel III visitó la parte afectada el 10 de abril para supervisar las operaciones y ofrecer apoyo moral a la población. Científicos del Observatorio Vesubiano, liderados por Giuseppe Mercalli, documentaron minuciosamente la erupción, proporcionando datos valiosos sobre el comportamiento del volcán. Mercalli, famoso por su escala de intensidad sísmica, estimó que la energía liberada equivalía a la de varias bombas de gran potencia.
La erupción continuó con menor intensidad durante varios días, hasta que el 13 de abril la actividad comenzó a disminuir. Para entonces, el paisaje alrededor del Vesubio había cambiado drásticamente: vastas extensiones de tierra fértil habían desaparecido, reemplazadas por un manto grisáceo de ceniza y roca solidificada.
Nápoles, aunque físicamente intacta en su núcleo urbano, tardó meses en recuperarse de las secuelas. La limpieza de la ceniza y la reconstrucción de las áreas afectadas requirieron un esfuerzo colectivo que puso a prueba la resiliencia de sus habitantes.
La de 1906 fue la última gran erupción del Vesubio hasta la fecha, aunque el volcán sigue siendo considerado activo y potencialmente peligroso. Los registros históricos muestran que ha entrado en erupción más de 30 veces desde el año 79 d.C., y su proximidad a una de las áreas metropolitanas más densamente pobladas de Europa sigue siendo motivo de preocupación para los vulcanólogos.
La catástrofe de 1906 resaltó la vulnerabilidad de la región y la necesidad de prepararse para futuros acontecimientos similares, un desafío que persiste más de un siglo después.
Juan Manuel Aragón
Ramírez de Velasco®
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