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Refugiados palestinos en Siria |
Siete décadas de marginación en Medio Oriente muestran cómo las naciones vecinas mantuvieron a los refugiados como instrumento político sin integración ni ciudadanía
La historia del conflicto palestino suele contarse en clave de víctimas y victimarios, pero los hechos muestran un cuadro más complejo. Desde la creación del Estado de Israel en 1948, los palestinos no fueron solamente desplazados por la guerra, sino utilizados y marginados por los países árabes que decían defenderlos. Mientras Israel otorgó ciudadanía a quienes permanecieron en su territorio, las naciones vecinas les negaron integración, manteniéndolos en condición de refugiados durante generaciones.La guerra de 1948 marcó el inicio de este drama. La aprobación del Plan de Partición de la Organización de las Naciones Unidas y la proclamación del Estado de Israel desencadenaron una ofensiva militar de Egipto, Siria, Líbano, Irak y Transjordania, con apoyo de milicias palestinas. La intención declarada era borrar del mapa a la naciente nación judía. En ese escenario, líderes árabes pidieron a la población palestina evacuar temporalmente, prometiendo un pronto regreso tras la victoria. El resultado fue un éxodo masivo que dejó entre 600.000 y 750.000 refugiados.A partir de ese momento, el destino de los palestinos estuvo marcado no solo por el desarraigo, sino por la falta de acogida. En El Líbano, se les negó la ciudadanía y se les impuso restricciones severas en el acceso al trabajo, a la propiedad y a la movilidad. En Siria, se les permitió residir, pero sin derechos políticos plenos. En Egipto, los palestinos de Gaza vivieron bajo una administración militar que les cerró la posibilidad de integrarse.
La excepción parcial fue Jordania, que otorgó ciudadanía a la mayoría de los refugiados. Sin embargo, esa aparente apertura se quebró en 1970, durante el llamado “Septiembre Negro”, cuando el régimen reprimió duramente a la Organización para la Liberación de Palestina y retiró derechos a miles de palestinos.
Los líderes árabes prefirieron mantener a los refugiados en campamentos, bajo la administración de la agencia especial de Naciones Unidas creada en 1949, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo. Lejos de ofrecer soluciones duraderas, esta estructura consolidó una situación única: varias generaciones de palestinos crecieron como refugiados, sin integración real en las sociedades que los rodeaban.
El contraste con Israel resulta evidente. En los mismos años, el nuevo Estado absorbió a unos 850.000 judíos que huían de países árabes, otorgándoles ciudadanía y un lugar en la sociedad. A su vez, los árabes que permanecieron en territorio israelí en 1948 —aproximadamente 160.000 personas— recibieron ciudadanía y con el tiempo crecieron hasta convertirse en una población de más de dos millones, con derecho al voto, representación en el parlamento y acceso a los tribunales.
Esta diferencia expone la paradoja del discurso árabe. Quienes afirmaban luchar por la causa palestina, en los hechos condenaron a su pueblo a la marginación. Los alentaron a abandonar sus hogares con la expectativa de un retorno triunfal, y tras la derrota, les negaron integración para mantener viva una narrativa política contra Israel.
Así, la figura del refugiado palestino se transformó en una herramienta de presión regional e internacional. Hijos, nietos y bisnietos de los desplazados en 1948 siguen siendo considerados refugiados, un fenómeno sin paralelo en el mundo contemporáneo.
La historia muestra que el problema palestino no se explica únicamente por la guerra de 1948 o por Israel. El papel de los países árabes fue determinante al negar ciudadanía, derechos y futuro a quienes buscaban rehacer sus vidas. Una decisión política que, más de siete décadas después, mantiene a millones de personas atrapadas en un limbo de identidad y pertenencia.
Ramírez de Velasco®
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