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HOMBRE Juan Núñez

Santiago en la actualidad

“Ya no está en posesión de la fortuna que antaño le permitió marchar al Tucumán, pero tiene lo suficiente como para intentar un último y desesperado regreso”


Los libros de historia han estragado la imaginación de algunos pueblos, de tal suerte que tienen la equivocada idea de que sus hombres primigenios, necesariamente debieron tener virtudes superiores. En 1555 Juan Núñez de Prado tiene 40 años. Ahora parece poco, pero en ese entonces era muchísimo.
Ese hombre se había internado en una región desconocida de esta tierra y fundado tres veces la misma ciudad, corrido siempre por intereses que estaban por encima de sus posibilidades. Y sus fuerzas. Las guerras, el hambre, las pestes, las enfermedades, ¡una apendicitis!, la falta de medicamentos hacían que, quienes llegaban a esa edad, fueran viejos o ya les flaquearan las fuerzas. Núñez, en cambio, se siente todavía fuerte y animoso.
Le avisan que finalmente ganó su importante pleito y podrá volver a su ciudad reivindicado, pero alguien le sopla que lo aguaitan para matarlo en el intento, cualquiera sea el camino que emprenda para hacerlo valer. Muchos años después las corrientes historiográficas impondrían que los fundadores debían tener, necesariamente, cualidades superiores, algo que no siempre es cierto.
Hombre de fe, se encierra por un tiempo en un convento de Lima, posiblemente los dominicos, a la espera de una señal del Cielo para tomar una determinación.
Ya no está en posesión de la fortuna que antaño le permitió marchar al Tucumán, pero tiene lo suficiente como para intentar un último y desesperado regreso a esas tierras que una Real Provisión le ha devuelto porque tiene derecho. Sabe que lo aguaitarán en el camino para asaltarlo y no quiere pasar por cobarde. Podría ir también a Concepción, presentar allí, entre sus propios enemigos, las razones de su administración. Pero será inútil, pues en casi seguro que en esa tierra maldita será muerto de manera vil y cobarde.


Al salir del convento ha tomado una determinación que, para él es terrible. Desciende al peor de los infiernos al que un hombre puede rebajarse. Y se convierte en un vulgar asaltante. Si esa es la manera de conseguir los medios para volver a la tierra a la que por justicia tiene derecho, lo hará gustoso. Para hacerlo se ha despojado de su pasado, de sus fuertes convicciones religiosas, abjuró de la educación que le dieron los padres.
Entre sus papeles, la historia ha escondido mucha vida, de tal suerte que quedaron sólo vagas e imprecisas referencias de un tal Juan Núñez, salteador de caminos que quizás haya terminado sus días en lo que hoy es Centroamérica. Pero, Juan era el nombre más común en la España de ese tiempo y Núñez no era un apellido infrecuente, por lo que muchos, todavía hoy creen que podría tratarse de un homónimo, una simple casualidad. Detrás de ese simple dato, desde entonces se esconden los historiadores para negar el hecho de que el fundador del Barco terminó acometiendo con mucha saña a los viajeros en tierras del Perú, asociado con otros como él, viviendo entre los indios.
La historia, se sabe, es una ciencia que avanza a saltos, a veces pequeños, en ocasiones kilométricos. Hasta hace poco sólo se suponían las circunstancias de la fundación de la ciudad del Barco, pero un papel hallado providencialmente mostró los detalles de aquello que hasta ese entonces sólo se conjeturaba. Uno de estos días, algún curioso historiador, buscando quizás otra información, en archivos que esperan ser abiertos y releídos, ha de dar con la noticia de este bandido español que, buscando los medios para volver a una ciudad soñada, empeñó su vida despojando a viajeros de sus riquezas y enseres.
Pero, quién sabe.
Juan Manuel Aragón
A 15 de septiembre del 2024, en Tarapaya. Aguaitando el amanecer.
Ramírez de Velasco®

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