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Perón |
“Una sonrisa se le dibuja en el rostro cuando piensa en la que debería encabezar el ranquin, en un primer lugar indiscutible…”
Solitario, a la orilla de la pileta, el hombre piensa que hay pelotudos comunes, de todos los días, pelotudos de entre casa, pelotudos de diario. También hay de los otros, importantes, aparatosos, solemnes, pomposos, que se miran al espejo y sueñan con la pinta de Carlos Gardel como cualquier cacatúa.El hombre está sólo y piensa en sus cosas, en su vida, en lo que debió haber hecho y no hizo. En eso que piensa alguien cuando tiene tiempo.
También piensa en esos pelotudos que ha conocido en su vida. Son varios, los tiene junados, como quien dice. Cada vez que les señala una huevada, sabe que al instante un conocido deja de saludarlo para siempre. No le importa. El día del amigo, cuando muchos se juntan a festejar el sentimiento de camaradería que surge de las experiencias vividas en compañía, suele pasarlo encerrado en su casa, acompañado del fiel Coronel Perón, un gato pardo, veterano de mil azoteas, que se le aquerenció en el patio. En ese momento Coronel Perón está persiguiendo algo por el fondo de la casa, quizás sea un ratón, tal vez sea una cucaracha, el espectro de los antiguos habitantes de esa casa. No le importa.Cree que uno de estos días debería hacer una lista transcendental, algo así como el “top ten” de las huevadas seriales más significativas que ha oído en su vida. Una sonrisa se le dibuja en el rostro cuando piensa en la que debería encabezar el ranquin, en un primer lugar indiscutible está: “No existe la casualidad sino la causalidad”. No por nada, sino porque los que la pronuncian siempre ponen cara de haberla pensado solitos, después de leer a Nietzsche a Arturo Jauretche, uno de esos. Luego ubica a “Yo por ejemplo” y piensa en el “yoporejemplismo” básico de algunos, que creen que Dios creó el mundo pensando primero en ellos y luego vino el resto.
Después el ránquin sigue con: “En mi humilde opinión”, “Pregunto porque no sé”, “Respeto tu pensamiento”, “La vida es un tango, báilalo con ganas”, “No hay mal que por bien no venga”. Y la más gilipollas de todas, “Qué fiero debe ser no ser santiagueño, chango”, que otorga un mérito total y absoluto a la ubicación geográfica de la vagina de la madre el día de su nacimiento.
¡Ah!, ¡qué pelotudos!, se dice.
Después sigue lavando los lienzos, con jabón blanco como le recomendaron, a la orilla de la pileta, en el fondo de su casa. Refriega la tela con las falanges de los dedos. La pava que dejó sobre el fuego en la cocina, chilla desde hace rato y si sigue así se podría fundir.
Piensa que él mismo bien podría ser un sueño de una noche de Coronel Perón: cuando despierte se hallará siendo un viejo gato buscando ratones tiernos para dar vuelta la página de una vida que se marchó, mientras buscaba las palabras exactas para describirla.
Al llegar la nochecita, maúlla aburrido.
Juan Manuel Aragón
A 28 de abril del 2025, en Vuelta de la Barranca. Davueltando la tortilla.
Ramírez de Velasco®
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