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1990. Lituania

Vilna, Lituania

Efemérides escrita por el padre del autor de este blog y publicada el 11 de marzo de 1993, en el extinto diario El Liberal

Por Juan Manuel Aragón
La geografía muestra que, en las costas del Báltico, un mar más bien pequeño, se asienta una multitud de pueblos diversos con sus propias características e idiosincrasias. Lo rodean Finlandia, Suecia, Dinamarca, Alemania, Polonia, Rusia y tres países —Estonia, Letonia y Lituania —que por lo parecido de sus nombres se presentan a la imaginación como si fueran la misma cosa, pero cada uno tiene su historia.
Lituania es una llanura suavemente ondulada salpicada de lagunas que desde hace siglos se trata de drenar. Suelos más bien pobres que estuvieron poblados por magníficos bosques de coníferas y abedules. Cuando la Liga de las Naciones dispuso su independencia al finalizar la Guerra del 14, se le asignaron unos 60.000 kilómetros cuadrados, menos de la mitad de Santiago del Estero, aunque en épocas remotas su extensión fuera mucho mayor.
Los lituanos se diferencian físicamente de sus vecinos. Son altos, de rostro ovalado, nariz fina, con dos tipos: los lituanos propiamente dichos rubios y de ojos azules, y los yatoegos de piel morena. Hablan una lengua que recuerda al sánscrito por haber evolucionado poco, con formas gramaticales germánicas y muchos términos eslavos. Sus antiguas crónicas las escriben en ruso, sólo los catecismos en lituano.
Divididos en tribus y aldeas recién el siglo XIII forman una nación, se expanden, toman varias provincias rusas y adoptan su alfabeto. A principios del siglo XIV Latover y su hijo Guedemino extienden los dominios y fundan Vilna, su capital. Los reyes se bautizan (los rusos les llevan la ortodoxia griega y los polacos el catolicismo romano) y el pueblo por mucho tiempo continúa adorando la naturaleza, el fuego y sus bosques. Combaten a los tártaros invasores y los desalojan de Polonia y de Rusia hasta Moscú. Por un matrimonio real se unen a los polacos y en el siglo XV el reino abarca buena parte de Rusia.
Pero en 1572 se separan de Polonia y caen en la decadencia. A pesar de la defensa dirigida por Kosciuszko, su héroe nacional, en 1795 son anexados a Rusia que hasta prohíbe que se pronuncie su nombre (Lietuva, en lituano) para que se olvide su existencia.

Pero no se olvida. Hay en las nacionalidades un misterioso lazo que une a los individuos que reconocen un origen común e idénticas tradiciones. El comunismo soviético vuelve a incorporarlos como provincia del imperio y sufrirán por años el horror de su tiranía que aborrece los vínculos tradicionales y sólo reconoce a la clase social como canal de solidaridades; pero debilitado el marxismo en Moscú por su fracaso económico, el 11 de marzo de 1990 los lituanos vuelven a declararse independientes.
Se sienten una nación con derecho a emanciparse porque tienen cultura, tradiciones, carácter, personalidad que los diferencia de sus vecinos rusos, polacos y alemanes de los que a través de los siglos se defendieron. Para felicidad del pueblo lituano el yugo soviético se ha quebrado. Pero, ¿conseguirá realmente una feliz libertad? ¡Ojalá!
Es escaso el tiempo que ha pasado, pero ya hay serias advertencias sobre el peligro que corren de abandonar la cultura conservada y perderla tras los blue-jeans, las hamburguesas, los chiclets, la droga y las gaseosas. ¿Podrán salvar las tradiciones que les han dado su razón de ser?
Ramírez de Velasco®

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