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Carmen Higinia Haram con Héctor Roberto, a la derecha |
El 12 de octubre de 1962 muere Carmen Higinia Haram, madre de Héctor Roberto Chavero, llamado Atahualpa Yupanqui
El 12 de octubre de 1962 murió Carmen Higinia Haram, madre de Héctor Roberto Chavero, llamado Atahualpa Yupanqui, figura clave en la música y la poesía folklórica argentina. Nacida en Pergamino, provincia de Buenos Aires, su vida estuvo marcada por la sencillez y el arraigo a las tradiciones rurales, influyendo profundamente en la sensibilidad artística de su hijo. Su muerte, ocurrida en Buenos Aires a los 82 años, cerró una etapa fundamental en la vida del célebre compositor, quien ya para entonces había consolidado su trayectoria como referente cultural.Nació en 1880 en Pergamino, en el seno de una familia humilde dedicada a tareas rurales. Creció en un entorno campesino, en el que las tradiciones orales y la vida en el campo moldearon su carácter. Su padre, de origen vasco, y su madre, criolla, le transmitieron un fuerte apego por la tierra y sus costumbres. Desde joven, se destacó por su laboriosidad y su papel como pilar familiar, valores que luego se reflejarían en las composiciones de su hijo.Se casó con Rosario del Carmen Quinteros, de origen quechua, en la primera década del siglo XX. De esta unión nació Héctor Roberto Chavero, conocido como Atahualpa Yupanqui, en 1908. La pareja se estableció inicialmente en Pergamino, pero las dificultades económicas los llevaron a mudarse varias veces, a Junín y otros pueblos bonaerenses. Estas experiencias de movilidad y arraigo al campo dejaron una huella imborrable en la infancia del futuro artista.
Educó a su hijo en un ambiente en que la música y las historias populares eran parte del cotidiano. Aunque no tuvo formación musical formal, cantaba coplas tradicionales y narraba relatos que capturaban la esencia de la vida rural. Su influencia fue decisiva en la conexión de Yupanqui con el folclore, especialmente con los ritmos y temas del norte argentino. La sensibilidad de Carmen por la cultura criolla se convirtió en un pilar para las creaciones de su hijo.
Vivió gran parte de su vida en la sencillez, dedicada a las tareas del hogar y al cuidado de su familia. Las dificultades económicas fueron una constante, pero su fortaleza permitió sostener el núcleo familiar. En los años 30, cuando Yupanqui comenzó a ganar reconocimiento como músico, ella permaneció en un segundo plano, apoyándolo desde la distancia con orgullo silencioso.
Se trasladó a Buenos Aires en la década de 1940, siguiendo los pasos de su hijo, que ya se movía en círculos artísticos y políticos. La ciudad representó un cambio significativo respecto a su vida rural, pero se adaptó con la misma resiliencia que la caracterizó siempre. En la capital, mantuvo una vida discreta, alejada de la exposición pública.
Enfermó en los últimos años de su vida y su salud se deterioró progresivamente. Fue internada en un hospital de Buenos Aires, donde enfrentó complicaciones derivadas de su avanzada edad. Su entorno familiar, con Atahualpa incluido, la acompañó durante este período. El cariño y respeto que inspiraba se reflejaron en la cercanía de sus seres queridos.
Murió a los 82 años, en Buenos Aires. La causa de su muerte fue un cuadro de insuficiencia cardíaca, según registros médicos de la época. Su partida ocurrió en un momento en que Yupanqui estaba en plena actividad artística, recorriendo escenarios nacionales e internacionales.
Fue enterrada en el cementerio de la Chacarita, en una ceremonia sencilla que reunió a familiares y allegados. La prensa de la época apenas registró el hecho, dado su perfil reservado y la falta de exposición pública. Sin embargo, para Yupanqui, su muerte marcó un hito personal profundo.
Continuó siendo una figura de referencia en la memoria de su hijo, quien evocó su influencia en entrevistas y escritos. Su vida, aunque sin protagonismo público, representó el sustento emocional y cultural de uno de los mayores exponentes del folklore argentino.
Necesaria aclaración
El que después sería Atahualpa Yupanqui, cuando nació fue registrado como Héctor Roberto Chavero, pero no llevaba el apellido de su padre, Rosario del Carmen Quinteros. Según algunas fuentes Chavero había sido el apellido de su abuelo materno, o tal vez surgió por una tradición familiar o un error registral común en la época. En la Argentina rural de principios del siglo XX, no era inusual que los apellidos se adaptaran o cambiaran en los registros civiles por diversas razones, como costumbres locales, decisiones familiares o incluso equivocaciones de los funcionarios del Registro Civil.
Ramírez de Velasco®
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