Lomada |
Por qué no hay carteles recordando las buenas maneras o, mejor dicho, por qué en ciertos casos se necesita el impedimento para obligar a algo
Tal vez una de las pruebas más patentes de la desconfianza entre la gente sea la llave, el minúsculo aparato que protege la casa de los unos contra la avidez de los otros. Si usted confiara tanto en sus vecinos como dice, dejaría las puertas abiertas todo el año. Lo que no se sabe muy bien es si los ladrones entran a robar las casas porque son ladrones nomás o por que les da curiosidad y les despierta la codicia los supuestos tesoros que tiene quien deja su casa con llave. Porque, digámoslo, si usted no tuviera nada de valor dentro de su casa, para qué asegurar la puerta. O, como decía un amigo que tenía un auto que se caía a pedazos de tan viejo y que estaba: “Si me lo roban me hacen un favor”. Y no hay en las calles ningún cartel que diga: “No haga pedazos la cerradura ni trepe por la tapia para robar a su vecino”. Se lo da por hecho.Algo parecido sucede con el voto, ahora que está de moda votar en la Argentina. Es secreto, el Estado impone seguridades extremas para preservarlo en la intimidad de cada uno, de tal suerte que ni su señora sabrá por quién votó ni usted podrá saber con certeza por quién votaron sus hijos, sus vecinos, sus amigos. Si en el mundo existiera plena libertad política, el voto debería ser cantado y hasta justificado a viva voz. Pero se sospecha que, si fuera a mano alzada, alguien podría sentirse presionado o, peor, tener la tentación de presionar a los demás, y para evitar malos entendidos es secretísimo. Pero nadie pone carteles en los lugares de votación que dicen: “No se le ocurra preguntar a su vecino de fila por quién va a votar y por qué”. Se lo da por muy sabido.En los lugares de trabajo de toda clase debe reinar la cordialidad y el buen trato entre compañeros. Cada obrero y empleado, con sus características, debe procurar ser amable con el resto de trabajadores de la fábrica, la oficina, el avión, donde sea que labore. Pero, hasta lo que se sabe, en ningún lado ponen carteles diciendo: “Salude dando los buenos días, buenas tardes, buenas noches” o “no gruña cuando le pregunten la hora”, es innecesario.El mundo está repleto de sobreentendidos o códigos abstractos de buen comportamiento. Se piden por favor las cosas, se agradece siempre lo que le dan, aunque sea obligación del otro, no se le grita a nadie, no se ventajea el asiento del ómnibus si hay mujeres que viajan paradas, si entra a lugar cubierto se saca los anteojos oscuros, ponerse de pie para darle la mano a alguien. En fin, hay miles de convenciones que se cumplen mucho o poco, que nadie ignora y, quieras o no, una enorme mayoría acata.
Algo parecido sucede en las calles, pero no tanto. En las avenidas no hay un cartel en todas las esquinas advirtiendo a los conductores que no deben doblar a la izquierda, no hace falta. En la norma escrita, en los códigos y leyes de tránsito figuran las penas que corresponden a quienes lo hacen. Tampoco hay carteles diciendo qué significan las tres luces del semáforo, se sobreentiende que todos lo saben. Tampoco hay carteles indicando que, en las cebras pintadas en las esquinas, la prioridad es del peatón, muchos lo saben y respetan a la gente de a pie y a otros ni les importa. Son los riesgos necesarios que se corren en un país con el tránsito desquiciado.
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Pero hay casos en que los conductores, a pesar de que hay un cartel explícito que dice “Despacio Escuela”, saben que deben bajar la velocidad y no lo hacen. Y fíjese, no solamente no lo hacen, sino que muchas veces aceleran. Oiga, a una escuela concurren niños, se sobreentiende que son lo más preciado que tiene una comunidad y muchas veces por su corta edad, su falta de experiencia, cruzan inadvertidamente la cinta asfáltica, sin fijarse quién viene, por eso se les indica a los automovilistas que aminoren la marcha. Pero aun así se niegan a cumplirla, siguen pasando a cien kilómetros por hora o más, sabiendo que la consecuencia de su velocidad puede derivar en la muerte de un chico.
En la Argentina se halló una solución para frenar a esos conductores desaprensivos: se levantaron lomadas: vallas puestas a propósito en las calles, a fin de obligarlos a disminuir la velocidad. Es decir, las autoridades tienen en cuenta que, entre proteger el auto o matar a un chico, finalmente los conductores preferirán cuidar los amortiguadores. De otra forma se negarán a pasar más despacio, despreciarán la vida de chicos que, en muchos casos, podrían ser los propios. El problema será cuando se inventen amortiguadores resistentes a lomadas porque en ese caso todos los chicos estarán en la mira de la mayoría de los choferes del país.
Las lomadas deberían dar vergüenza a propios y extraños, evidentes recordatorios de la necedad de un pueblo sandio: los argentinos, que no se matan todos cada vez que salen a la calle en auto porque, de una extraña y particular manera, Dios está de su lado. Y, a pesar de todo, no los deja tirados en la banquina.
Hasta el momento, claro.
©Juan Manuel Aragón
A 9 de octubre del 2023, en Brea Pozo. Charqueando una pierna de corzuela
Y qué bueno sería si todas las lomadas fuesen visibles.
ResponderEliminarValoro la inquietud de proponer de vez en cuando temas de tránsito, algo sobre lo cual en La Argentina hay 44 millones de especialistas.
ResponderEliminarLas lomadas son uno de varios "dispositivos de apaciguamiento de tránsito" a los que los ingenieros de diseño vial recurren, en las raras ocasiones en que se los consulta, para atender diferentes situaciones de gestión de tránsito urbano, semi-urbano o rural. Y digo "raramente" porque en la mayoría de los casos son directamente funcionarios públicos sin la mas mínima experiencia o conocimiento técnico los que abusan de su uso indiscriminado. Peor aún, en la mayoría de los casos quien decide sobre su uso es el ciudadano común, que presenta su reclamo en forma de evalución, diagnóstico y solución especializada "Esta cuadra es un peligro, los autos pasan a gran velocidad, lo que necesitamos es una lomada". En su percepción de que existe un problema que tiene que ser solucionado de manera urgente haciendo "algo", el funcionario serviciable ve la oportunidad de responder con algo barato, que conforma a los votantes y que da la imagen de atención eficaz y rápída, y suma una lomada más a la lista de engendros viales de la ciudad. Los resultados están a la vista.
Por ser uno de varios dispositivos de apaciguamiento de tráfico, las lomadas solo sirven a su propósito en muy específicos casos en los que se combinan ciertas condiciones urbanísticas, de volumen y tipo de tráfico, de tipo de vía, ubicación, organismos existentes en la zona, y otros (sería largo de explicar cada caso). Además de ello, su posición en un tramo de calle, su visibilidad, sus dimensiones, y su señalización y demarcación están rigurosamente normalizadas y especificadas. Si todas estas condiciones fueran tenidas en cuenta en vez de ser olimpicamente ignoradas por quienes las colocan, ninguna de las lomadas santiagueñas hubiera sido instalada en primer lugar.
Ciertamente has dicho bien, están por "la necedad de un pueblo sandio". La mayoría, no todos, son necios, más que poco inteligentes, son ignorantes que se comportan de manera indiscreta y desaprensivamente, obran sin atenerse a las reglas o sin miramiento hacia los demás.
ResponderEliminarFe de erratas: Donce dice "......hubiera sido instalada....." debe decir "....habría sido instalada...."
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