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Clemente XIV |
El 21 de junio de 1773, Clemente XIV suprime la Compañía de Jesús, orden religiosa fundada en 1540 por san Ignacio de Loyola
El 21 de junio de 1773, el Papa Clemente XIV firmó el breve apostólico Dominus ac Redemptor, que suprimió la Compañía de Jesús, una orden religiosa fundada en 1540 por san Ignacio de Loyola. El documento, promulgado en Roma, marcó el fin de la actividad oficial de los jesuitas en todo el mundo católico, clausurando una institución que durante más de dos siglos había influido en la educación, la política y la evangelización.
La decisión, tomada bajo presión de las principales potencias europeas, tuvo causas complejas y consecuencias profundas, especialmente en América, donde los jesuitas habían establecido una red de misiones, colegios y centros culturales.La supresión fue el resultado de un conflicto prolongado entre los jesuitas y las monarquías católicas de Europa, particularmente Portugal, España y Francia. Desde mediados del siglo XVIII, la Compañía era vista con recelo por su influencia en la educación y su autonomía frente a los poderes seculares. En Portugal, el marqués de Pombal, primer ministro, acusó a los jesuitas de conspirar contra el rey José I tras el atentado de 1758, lo que llevó a su expulsión del reino en 1759. Los jesuitas fueron señalados por su supuesta implicación en el comercio ilícito y por su lealtad al papa sobre los monarcas.
En Francia enfrentaron críticas por su papel en los debates teológicos y su influencia en la corte. La quiebra del jesuita Antoine Lavalette, que gestionaba plantaciones en Martinica, generó un escándalo financiero que debilitó la reputación de la orden. En 1764, el Parlamento de París disolvió la Compañía en Francia, acusándola de deslealtad al rey y de fomentar ideas subversivas. La presión de los parlamentos y la nobleza ilustrada, que veían a los jesuitas como obstáculos al absolutismo, intensificó la hostilidad.
España, bajo Carlos III, también actuó contra los jesuitas. En 1767, el monarca ordenó su expulsión de todos los territorios españoles, con las colonias americanas incluidas, tras acusarlos de instigar el Motín de Esquilache en 1766, un levantamiento popular contra las reformas fiscales.
Los jesuitas fueron considerados un peligro para la autoridad real debido a su influencia en la educación y su riqueza acumulada en misiones y colegios. El Consejo de Castilla recopiló informes secretos que los acusaban de conspirar contra la corona.
La presión de estas potencias, conocidas como el “pacto de familia” borbónico, forzó al Papa Clemente XIV a actuar. Aunque inicialmente intentó proteger a los jesuitas, las demandas de los monarcas, especialmente de España y Francia, lo llevaron a firmar el breve de supresión. El documento declaraba que la Compañía, por sus conflictos con los gobiernos y las divisiones internas, ya no cumplía con su propósito original. Los jesuitas fueron secularizados, sus colegios cerrados y sus propiedades confiscadas.
En América, la supresión tuvo consecuencias devastadoras. Los jesuitas administraban más de 50 colegios y universidades en los virreinatos de Nueva España, Perú y Río de la Plata, además de 700 misiones que albergaban a unas 300.000 personas, principalmente indígenas guaraníes, chiquitanos y otros grupos. Estas misiones, conocidas como reducciones, combinaban evangelización, agricultura y educación, protegiendo a las comunidades indígenas de la esclavitud y los abusos de los colonos.
Tras la supresión, las misiones fueron desmanteladas. En el virreinato del Río de la Plata, las 30 reducciones guaraníes, que abarcaban territorios en lo que hoy es Paraguay, la Argentina, Brasil y Uruguay, fueron transferidas a otras órdenes religiosas o a administradores seculares. La falta de experiencia de estos nuevos gestores llevó al colapso económico de muchas misiones. Los indígenas, desprotegidos, fueron víctimas de encomenderos y traficantes de esclavos, lo que provocó la despoblación de varias regiones.
Los colegios jesuitas, como el de San Ignacio en Buenos Aires o el de San Carlos en México, fueron clausurados o transferidos a otras órdenes, como los franciscanos, que no tenían la misma capacidad organizativa. La educación superior en América sufrió un retroceso, ya que los jesuitas habían formado a las élites criollas y promovido el estudio de las ciencias y las lenguas indígenas. Bibliotecas y archivos fueron abandonados o saqueados, perdiéndose valiosos registros históricos.
La supresión marcó un punto de inflexión en América. Se debilitó la cohesión social de las comunidades indígenas, y el cierre de los colegios dejó un vacío educativo que tardó décadas en recuperarse. La Compañía de Jesús no sería restaurada hasta 1814 por Pío VII, pero para entonces, el daño en América era irreversible, con muchas misiones destruidas y su legado cultural fragmentado.
Juan Manuel Aragón
Ramírez de Velasco®
En Francia enfrentaron críticas por su papel en los debates teológicos y su influencia en la corte. La quiebra del jesuita Antoine Lavalette, que gestionaba plantaciones en Martinica, generó un escándalo financiero que debilitó la reputación de la orden. En 1764, el Parlamento de París disolvió la Compañía en Francia, acusándola de deslealtad al rey y de fomentar ideas subversivas. La presión de los parlamentos y la nobleza ilustrada, que veían a los jesuitas como obstáculos al absolutismo, intensificó la hostilidad.
España, bajo Carlos III, también actuó contra los jesuitas. En 1767, el monarca ordenó su expulsión de todos los territorios españoles, con las colonias americanas incluidas, tras acusarlos de instigar el Motín de Esquilache en 1766, un levantamiento popular contra las reformas fiscales.
Los jesuitas fueron considerados un peligro para la autoridad real debido a su influencia en la educación y su riqueza acumulada en misiones y colegios. El Consejo de Castilla recopiló informes secretos que los acusaban de conspirar contra la corona.
La presión de estas potencias, conocidas como el “pacto de familia” borbónico, forzó al Papa Clemente XIV a actuar. Aunque inicialmente intentó proteger a los jesuitas, las demandas de los monarcas, especialmente de España y Francia, lo llevaron a firmar el breve de supresión. El documento declaraba que la Compañía, por sus conflictos con los gobiernos y las divisiones internas, ya no cumplía con su propósito original. Los jesuitas fueron secularizados, sus colegios cerrados y sus propiedades confiscadas.
En América, la supresión tuvo consecuencias devastadoras. Los jesuitas administraban más de 50 colegios y universidades en los virreinatos de Nueva España, Perú y Río de la Plata, además de 700 misiones que albergaban a unas 300.000 personas, principalmente indígenas guaraníes, chiquitanos y otros grupos. Estas misiones, conocidas como reducciones, combinaban evangelización, agricultura y educación, protegiendo a las comunidades indígenas de la esclavitud y los abusos de los colonos.
Tras la supresión, las misiones fueron desmanteladas. En el virreinato del Río de la Plata, las 30 reducciones guaraníes, que abarcaban territorios en lo que hoy es Paraguay, la Argentina, Brasil y Uruguay, fueron transferidas a otras órdenes religiosas o a administradores seculares. La falta de experiencia de estos nuevos gestores llevó al colapso económico de muchas misiones. Los indígenas, desprotegidos, fueron víctimas de encomenderos y traficantes de esclavos, lo que provocó la despoblación de varias regiones.
Los colegios jesuitas, como el de San Ignacio en Buenos Aires o el de San Carlos en México, fueron clausurados o transferidos a otras órdenes, como los franciscanos, que no tenían la misma capacidad organizativa. La educación superior en América sufrió un retroceso, ya que los jesuitas habían formado a las élites criollas y promovido el estudio de las ciencias y las lenguas indígenas. Bibliotecas y archivos fueron abandonados o saqueados, perdiéndose valiosos registros históricos.
La supresión marcó un punto de inflexión en América. Se debilitó la cohesión social de las comunidades indígenas, y el cierre de los colegios dejó un vacío educativo que tardó décadas en recuperarse. La Compañía de Jesús no sería restaurada hasta 1814 por Pío VII, pero para entonces, el daño en América era irreversible, con muchas misiones destruidas y su legado cultural fragmentado.
Juan Manuel Aragón
Ramírez de Velasco®
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