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| Ilustración |
"Antes de salir, piensa que las cerchas principales de la gran obra están atascadas desde hace una semana"
Como todas las mañanas, prepara las antiparras antes de salir al trabajo y las limpia muy bien: sabe que de ellas depende, en gran parte, su suerte. Se ajusta los botines negros con prolijidad, con enjundia, pues deberá caminar mucho, y practica la gimnasia que le recomendaron los compañeros de la empresa: quince minutos de abdominales y otro cuarto de hora de brazos y piernas.Es un especialista, un puntilloso experto en su tarea. Para ello se ha preparado durante varios años en la compañía: pasó de aprendiz a oficial primero y, desde entonces, por todas las categorías, a medida que avanzaban sus destrezas y conocimientos. Al casco reglamentario lo deja temporalmente en el taller para que le efectúen la revisión técnica y lo ajusten en perfectas condiciones para el trabajo. Lleva a su casa sólo las antiparras, casi como un premio, porque los aprendices y el personal de menor rango no tienen autorización para hacerlo.Antes de salir, piensa que las cerchas principales de la gran obra están atascadas desde hace una semana; posiblemente uno de los aros de arriostramiento que rodean la estructura esté defectuoso. Lo más probable es que uno de los ingenieros nuevos haya olvidado ordenar la colocación de los bulones de anclaje en su lugar.
Esta mañana, cuando llegue, lo averiguará. Será el encargado de inspeccionar esa parte de la estructura. Sabe que debe hacerlo con mucho cuidado: un paso en falso puede costarle la vida, con semejantes cargas y tensores actuando sobre la base de sustentación en que vienen trabajando desde hace más de un año. El aire allí, incluso sin haber llegado todavía, se le imagina denso, vibrante, como si la obra respirara bajo presión. De todas maneras, en peores se ha visto, como la vez que lo llamaron para verificar el alineamiento de los conductos del circuito que ahora ocupa un lugar central en el emporio.
Ha repasado lo que hará ese día; sin embargo, un detalle lo inquieta. Preguntó a los técnicos cómo solucionó la firma los problemas de acople de los tramos de tubería principal. Le respondieron que lo único que están autorizados a decirle es que todo está en orden, que suba tranquilo a revisar la estructura. Esa palabra, “tranquilo”, le queda. resonando como una burla. Recuerda la discusión que tuvo hace pocas horas con el capataz de la obra.
La enorme grúa-pluma lo eleva hasta la plataforma superior, expuesto al viento fresco del otoño. Camina con el arnés ajustado, el mosquetón listo para engancharse a la línea de vida. Entra en el ducto suspendido, un corredor metálico que vibra bajo cada paso. El suelo tiembla apenas, como si la estructura entera respirara con él. Escucha un zumbido grave, continuo, un rumor metálico que no pertenece al viento. El aire se espesa, sabe a óxido, a electricidad quemada. Una vibración lenta le sube por las piernas. Alza la vista y, por un instante, cree ver que todo el armazón palpita, como si fuera un ser vivo.
Algo en el aire huele a muerte.
Juan Manuel Aragón
A 6 de octubre del 2025, en el Jardín 1. Recordando a mamá.
Ramírez de Velasco®
Ha repasado lo que hará ese día; sin embargo, un detalle lo inquieta. Preguntó a los técnicos cómo solucionó la firma los problemas de acople de los tramos de tubería principal. Le respondieron que lo único que están autorizados a decirle es que todo está en orden, que suba tranquilo a revisar la estructura. Esa palabra, “tranquilo”, le queda. resonando como una burla. Recuerda la discusión que tuvo hace pocas horas con el capataz de la obra.
La enorme grúa-pluma lo eleva hasta la plataforma superior, expuesto al viento fresco del otoño. Camina con el arnés ajustado, el mosquetón listo para engancharse a la línea de vida. Entra en el ducto suspendido, un corredor metálico que vibra bajo cada paso. El suelo tiembla apenas, como si la estructura entera respirara con él. Escucha un zumbido grave, continuo, un rumor metálico que no pertenece al viento. El aire se espesa, sabe a óxido, a electricidad quemada. Una vibración lenta le sube por las piernas. Alza la vista y, por un instante, cree ver que todo el armazón palpita, como si fuera un ser vivo.
Algo en el aire huele a muerte.
Juan Manuel Aragón
A 6 de octubre del 2025, en el Jardín 1. Recordando a mamá.
Ramírez de Velasco®



Me ha tocado hacer ese trabajo en mis comienzos. Inspeccionar el torque de pernos en empates de estructura metálica. Hay que sumarle las bromas del contratista sacudiendo la plataforma del elevador mientras te sube hasta el nivel de arriostre. En invierno, parece que el viento helado soplara el doble entre esos hierros. Mis respetos a los que les toca hacer ese trabajo. Curiosamente, las feministas no suelen reclamar igualdad de oportunidades para ese tipo de empleos.
ResponderEliminarY apenas la madrugada
ResponderEliminarempezaba coloriar,
los pájaros a cantar,
y las gallinas a apiarse,
era cosa de largarse
cada cual a trabajar.
(Jose H)ernandez (Martin Fierro)
En depto Alberdi de Santiago del Estero hay una escuela que no tiene ni un perno.Sus paredes son de lona(silibolsa)y sus columnas de palos hechos de arboles.
ResponderEliminarEsta escuela parece un circo produjo mucha alegria a los niños que creen que es un circo,Cosas de la "psicologia" de los gobernantes que apelan a cualquier subterfugio para "atraer"a los alumnos a la escuela.¿lo creen? !!!!viva el subdesarrollo ¡¡¡