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| Familia nazi |
El 12 de noviembre de 1933, el Partido Nazi obtiene el 93,5 por ciento de los votos en elecciones marcadas por la intimidación, la propaganda y la supresión de opositores
El 12 de noviembre de 1933, el Partido Nazi consolidó su poder en Alemania al obtener el 93,5 por ciento de los votos en unas elecciones marcadas por la intimidación, la propaganda y la supresión de opositores. Este resultado, reflejo de un régimen que ya controlaba el país, marcó un hito en la construcción de la dictadura de Adolf Hitler. La jornada electoral, celebrada en un contexto de represión y manipulación, evidenció la desaparición de la democracia en Alemania.En marzo de 1933, tras el incendio del Reichstag, se aprobó la Ley de Habilitación, otorgando a Hitler poderes absolutos. Las elecciones de noviembre se convocaron para refrendar este control. Los partidos opositores, como los socialdemócratas y comunistas, fueron prohibidos o disueltos. Sus líderes, encarcelados o exiliados. La prensa libre había sido silenciada, y las calles estaban dominadas por las SA y las SS.La campaña electoral nazi fue una maquinaria de propaganda sin precedentes. Se utilizaron mítines masivos, carteles y transmisiones radiales para glorificar a Hitler. Se presentaba como el salvador de una Alemania humillada por el Tratado de Versalles. La narrativa apelaba al nacionalismo, prometiendo restaurar el orgullo y la economía. La población, golpeada por la crisis de los años 20, encontraba en estas promesas una esperanza, aunque ilusoria.
El día de las elecciones, la atmósfera era de control absoluto. Se instalaron urnas bajo la vigilancia de las fuerzas nazis. Muchos ciudadanos votaron por miedo, coaccionados por la presencia de matones uniformados. Otros, genuinamente convencidos, apoyaron al régimen. La participación alcanzó el 95 por ciento, un reflejo tanto del entusiasmo como de la presión. El resultado del 93,5 por ciento no dejó dudas: la oposición había sido aniquilada.
El sistema electoral, aunque formalmente mantenía las apariencias, estaba manipulado. Se eliminaron las listas de candidatos opositores, dejando al Partido Nazi como única opción viable. Los pocos partidos menores permitidos no representaban amenaza. Este simulacro de democracia sirvió para legitimar el régimen ante el mundo, aunque pocos se engañaron.
La comunidad internacional observó con preocupación. Países como Francia y Reino Unido, aun recuperándose de la Gran Guerra, evitaron confrontaciones directas. Algunos gobiernos, sin embargo, comenzaron a alertar sobre el peligro del ascenso nazi. En Estados Unidos, la prensa destacó la brutalidad del régimen, pero la política aislacionista limitó cualquier acción concreta.
En Alemania, la población vivía una mezcla de entusiasmo y temor. Las promesas de empleo y estabilidad económica resonaban entre las clases trabajadoras. Sin embargo, las minorías, especialmente los judíos, enfrentaban una creciente persecución. Las leyes antisemitas ya estaban en marcha, y el resultado electoral reforzó la maquinaria de exclusión.
Este triunfo electoral consolidó la dictadura. Se eliminaron los últimos vestigios de oposición política. Los sindicatos fueron disueltos, y las instituciones democráticas, desmanteladas. El camino hacia el totalitarismo estaba despejado. Hitler, ahora Führer indiscutido, aceleró su agenda expansionista y militarista.
Las consecuencias de este acontecimiento resonaron en los años siguientes. La consolidación del poder nazi allanó el camino para la Segunda Guerra Mundial. La maquinaria de propaganda perfeccionada en 1933 se convirtió en una herramienta clave para el régimen. La persecución de minorías se intensificó, culminando en el Holocausto.
El 12 de noviembre de 1933 fue un punto de no retorno. La democracia alemana, ya debilitada, desapareció por completo. El mundo, aún incrédulo, comenzaba a vislumbrar las consecuencias de un régimen que, con un apoyo abrumador, iniciaba una de las etapas más oscuras de la historia.
Ramírez de Velasco®



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