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| Una majada pasa por lo que fuera el templo jesuítico de Vitiaca |
El 26 de noviembre de 1585 llegan a Santiago del Estero los dos primeros sacerdeotes de la Compañía de Jesús
El 26 de noviembre de 1585 arribaron a Santiago del Estero, entonces parte de la gobernación del Tucumán los dos primeros sacerdotes de la Compañía de Jesús, iniciando la labor de la orden religiosa en la región. Fue el comienzo de la presencia jesuítica en el noroeste del actual territorio argentino, con consecuencias en la organización educativa, religiosa y social de la época colonial. La llegada se produjo cuando se expandían las órdenes religiosas en América del Sur, bajo el control de la monarquía española.Los primeros jesuitas enviados fueron los sacerdotes Manuel Ortega y Tomás Fields, que habían partido desde el Brasil hacia el Río de la Plata y llegaron siguiendo las rutas de las expediciones españolas. La orden había sido fundada apenas unas décadas antes, en 1540, por Ignacio de Loyola, y ya estaba desplegando misioneros en distintos territorios de América. El Tucumán fue considerado un punto estratégico para extender la labor hacia las comunidades indígenas y las ciudades en formación.Santiago del Estero había sido fundada en 1553 por Francisco de Aguirre y se convirtió en el primer asentamiento estable de los españoles en la región. En la década de 1580 tenía una estructura inicial de gobierno, encomiendas y actividad religiosa bajo la tutela de frailes dominicos y mercedarios. La llegada de los jesuitas aportó una nueva dinámica a la vida eclesiástica, orientada principalmente hacia la enseñanza y el catecismo.
El viaje de Ortega y Fields no estuvo exento de dificultades. Desde Brasil atravesaron largas distancias por tierra y agua, en condiciones climáticas adversas y con recursos limitados. La misión fue organizada por la Provincia Jesuítica del Brasil, que ya tenía experiencia en la evangelización de los indios. La decisión de extender la obra al Tucumán se tomó tras recibir pedidos de las autoridades coloniales que solicitaban asistencia religiosa y formación educativa para la población.
En Santiago hallaron una sociedad en transformación, con españoles, criollos e indígenas bajo el régimen de encomienda. La tarea inmediata de los jesuitas fue aprender las lenguas locales y organizar la enseñanza. Desde el inicio se distinguieron por la creación de colegios, donde no solo se impartía doctrina cristiana, sino también lectura, escritura y oficios prácticos.
La relación con los pueblos originarios fue uno de los objetivos centrales de la misión. Los jesuitas se insertaron en comunidades que hablaban quichua, tonocoté y otras lenguas de la región. Para facilitar la comunicación se iniciaron trabajos de traducción y aprendizaje lingüístico, siguiendo el modelo que la orden ya había puesto en marcha en el Brasil con el tupí. El contacto con los indígenas estuvo marcado por el interés en incorporarlos a la vida colonial bajo los parámetros de la fe católica.
El asentamiento en Santiago fue la base para posteriores desplazamientos. A partir de 1586 comenzaron a expandirse hacia Córdoba, donde se consolidó un colegio que luego daría origen a la Universidad en 1613. También se establecieron en ciudades como Salta, Jujuy y Tucumán, conformando una red educativa y religiosa que se extendió por todo el noroeste. La experiencia inicial en la capital santiagueña fue decisiva para ese despliegue.
El contexto político del momento estaba definido por la Gobernación del Tucumán, dependiente del Virreinato del Perú. La presencia jesuítica fue avalada por las autoridades coloniales, que buscaban fortalecer la evangelización y el control social en los territorios interiores. La monarquía española veía en la orden una herramienta eficaz para consolidar su influencia en las provincias más alejadas de los centros virreinales.
Con el tiempo, la labor de Ortega y Fields sentó las bases de un sistema de educación formal. Los colegios jesuitas se convirtieron en centros de formación para hijos de españoles y criollos, así como en espacios de acercamiento a los pueblos originarios. La combinación de enseñanza religiosa y académica distinguió a la orden de otras comunidades religiosas de la región.
Ramírez de Velasco®



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