Perfil de Santiago a la siesta |
El santiagueño ama tanto el calor que es tema recurrente de todas sus conversaciones, cuando llega el tiempo
La poliorcética es el arte y la técnica militar desarrollada en la Antigua Grecia para el asedio y la defensa de ciudades fortificadas. El término significa, justamente, "arte de atacar y defender plazas fuertes". Este conocimiento se derivaba de la estructura de las pólis (ciudades—estado griegas), que a menudo estaban amuralladas y requerían estrategias específicas para su protección o conquista, como el uso de máquinas de asedio, trincheras y tácticas de bloqueo.Los santiagueños se ven asediados todos los años, por un sordo rencor que los atormenta hasta límites insoportables, sobre todo cuando el tiempo regala días frescos de la noche a la mañana, y con mediodías de sol ma non tropo. Para no sufrir, se abrigan como si fueran al Polo Sur, y hasta se hacen los de tiritar en las paradas mientras esperan el colectivo. Desean con el alma la llegada del calor, el viento norte, los 43 grados a la sombra, el sudor, las moscas, el asfalto pegándose a los zapatos. La queja, por este motivo, es casi un deporte nacional en estos pagos.
A veces, un desprevenido se atreve a decir: “Qué lindo día, ¿no?”.Entonces, como un coro atroz del Averno más rencoroso, le responderán: “Ya vas a ver vos cuando llegue el verano”. Y sí, amigo, cuando llegue el verano seguramente lo tolerarán, pero no se dan tregua: resisten estoicamente, y desde mucho antes de su llegada, los impiadosos rayos del sol castigando sus espaldas.
En el tratado Poliorcética de Eneas el Táctico (que vivió en el siglo IV a.C.), se detallan métodos para defenderse de asedios, reflejando la importancia de la guerra durante las rivalidades entre pólis como Atenas o Esparta. Describe tácticas como la vigilancia nocturna, el uso de señales y contraseñas, y cómo evitar las traiciones internas. También se conservan referencias en historiadores como Tucídides y Jenofonte, que narran sitios como el de Siracusa (del 414 al 413 antes de Cristo), durante la expedición ateniense a Sicilia.
Cuando llega el tiempo de la canícula, el saludo cambia de receta. Si no es de Santiago, pronto se le hará el oído a escuchar, a cada rato: “Hola, qué calor”. Como si de una fórmula mágica se tratara. Es un fenómeno que atraviesa todos los poros de las entendederas y se convierte en un masivo y omnipresente compañero de ruta de casi todos los comprovincianos.
En esos días, no habrá tema de conversación más ameno que: a) cuánto calor hará hoy a la siesta; b) cuánto hizo ayer; c) cómo los engaña el Servicio Meteorológico con las temperaturas máximas y mínimas; d) eso porque tienen el termómetro en el aeropuerto y no en el patio de casa; e) cuánta tortura nos espera todavía; y f) así no se puede vivir, dónde vamos a ir a parar, por qué no nos da respiro, que alguien lo pare, che.
Suena a contrasentido, pero el santiagueño lo ama con una locura digna de causas más elevadas. Si usted se fija bien, verá que durante los suaves inviernos de la provincia se abstienen de salir a la noche porque, según dicen, hace mucho frío. Llaman así a los 10 grados de temperatura de algunas mañanas, o afirman que llueven pingüinos si están haciendo entre 5 y 8 grados. Si llega a helar, se quedan en la casa, refugiados cual osos polares, dan parte de enfermos en los trabajos, tienen unos resfríos atroces, tiemblan como gelatina en terremoto, y se preguntan si en alguna parte de la provincia no estará nevando.
Apenas llegan los días del bochorno de diciembre y enero, se lanzan a las calles, especialmente las del centro de la ciudad, llenan las confiterías, no dejan un banco libre en la plaza Libertad, y van y vienen por la Tucumán y la Absalón, ida y vuelta, como si de la vuelta del perro de antaño se tratara. En el calor están en su elemento; los tersos días de la temporada otoño—invierno no han sido hechos para ellos.
Así como las pólis griegas empleaban la poliorcética para resistir los asedios con ingeniosas defensas y estrategias, aquí enfrentan el calor implacable con una tenacidad que roza lo heroico, aunque a menudo sin las herramientas adecuadas. Mientras Eneas el Táctico recomendaba vigilancia y contraseñas para proteger una ciudad, aquí la gente se arma de ventiladores, botellas de agua helada, y una estoica resignación para soportar los embates del sol, como si cada verano fuera una batalla contra un enemigo invisible que los cerca desde octubre hasta abril, desafiando su resistencia sin tregua ni murallas que los salven.
Algo del arte de la defensa griega debiera habérseles pegado en el alma, aunque sea para cuidar el lapacho de la vereda de la casa, al que tumbaron sólo porque remodelaron el frente y querían que las vecinas lo envidiaran, viejas chusmas.
Juan Manuel Aragón
A 8 de octubre del 2025, en Pozo Cavado. Preparando un té de poleo.
Ramírez de Velasco®
San Francisco Solano en Santiago Del Estero,un día de verano había una larga sequía, las lluvias no llegaban, la tierra se partía de tanto como en los desiertos, mientas los animales morían o migraban a tierras altas en busca del agua, ya no había que cazar para comer, ni agua que beber, todo seco, todo muerto. De pronto, a lo lejos se escuchó una rara melodía, los nativos embelesados, perplejos, no sabían que pasaba, hasta que por un sendero vieron la silueta de un hombre vestido con hábito marrón y con un extraño instrumento entre sus manos, lejos de asustarse, les dio curiosidad y se fueron acercando poco a poco, atraídos por música tan bella, Francisco Solano comenzó a cantar con su voz de ángel. De pronto, se vio rodeado de una multitud de curiosos nativos que lo contemplaban como a alguien bajado del mismo cielo. En un momento el canto y la música dejaron de sonar y Solano habló, pero no habló en español, sino en la lengua nativa, todos quedaron impresionados. Aquel hombre los entendía y así fue como le contaron con amargura y tristeza, ‘padrecito, padrecito, aquí el agua no llega, no hay lluvias, las plantas se mueren, los animales ya no están, el hambre y la sed está matando el pueblo, no sabemos qué hacer,dicen que Solano se levantó, acaricio la cabeza de un niño, contemplo a una madre que en sus brazos llevaba a un recién nacido, en medio de tanto espanto y dolor, agarro su bastón compañero de caminos y lo hundió en la tierra, pronunciando palabras que nadie entendía, con la cabeza levantada y sus ojos al cielo, rezaba pidiendo a Dios, mientas la vara se hundía en el suelo y de pronto, el agua brotó mojando sus pies y bañando el terreno. Atónitos los nativos no entendían lo que estaba sucediendo y una boca de vertiente cada vez más grande se habría en el suelo. Dejaron salir agua pura y cristalina, mientras la hondonada del lugar no tardo en llenarse como una pequeña laguna a la que el tiempo se llamaría "el pozo". No conforme con esto, ante la mirada atónita, se veía del charco saltar peces en el agua, una vez más el milagro había sido consumado y Dios utilizó las manos del Santo para hacerlo, cumpliendo con aquel mandato bíblico: Dad de beber al Sediento, y Dad de comer al hambriento, todo lo que hagas por uno de los más pequeños de mis hijos, por mí lo estás haciendo, convirtiéndose en "el pozo del pescado".
ResponderEliminar¡Con cuales de esta 2 intrepetaciones se queda Ud como Santiagueño de la frases de San Francisco Solano?
EliminarSan Francisco Solano dijo al sacudir su zandalias"ni el polvo de estas tierras llevare"
San Francisco Solano se quitó las sandalias y pronunció esa frase porque, al despedirse de los indígenas que supuestamente lo habían criado mal, quiso mostrar su rechazo a sus malos hábitos y que no quería llevar consigo ni siquiera "el polvo de sus tierras", según relata una leyenda.
Origen de la frase: Se dice que cuando los indígenas que lo habían acogido en una ocasión, presuntamente, lo criaron mal (mal criaus), él sacudió sus sandalias y dijo: "Ni el polvo en mis sandalias he de llevar de estas tierras".
Significado: Con este gesto y palabra, San Francisco Solano quería manifestar un total y absoluto rechazo a las costumbres y los malos hábitos de esas personas, al punto de no querer llevarse nada de ellas, ni siquiera el polvo de su camino.
Contexto: Esta acción fue un gesto simbólico para romper con toda conexión y expresar que sus enseñanzas habían sido en vano.
Otros estudiosos intepretaron esta frase como un desapego a las cosas materiales,es decir que "no se llevaria el polvo de estas tierras "porque no queria llevarse nada material de ellas"
Para mi estaba caliente "por el calor"(elemento mencionado por Aragon en este articulo)y recaliente dijo esa frase.......
EliminarAhora San "El Papi" hacer surgir "Bonos" y"Bolsines de morfi" compitiendo con San Francisco !!!!viva el subdesarrollo!!!!
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