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Mostrando las entradas etiquetadas como Puma

LEYENDA El hornero

Hornero, por Jorge Llugdar Según cuentan, era el ave más bella del monte, pero un día eligió ser obrero de la construcción: por qué lo hizo El hornero no siempre tuvo esa pintita color tierra, de afiliado al gremio de los obreros de la construcción. En los tiempos de antes era la más bella ave del monte, más hermosa que un pavo real o que esos papagayos que aparecen en las láminas de los libros de lectura. Además, cantaba que era una maravilla. Con decirle que los animales cesaban en su mutua persecución cuando el hornero ofrecía un concierto. El puma dejaba de acosar a las cabras, el cuervo no revoloteaba las osamentas, la hormiga no comía las plantas de la gente, la abeja no libaba néctar de las flores. Todos estaban en paz cuando entonaba sus canciones, porque oírlo era una maravilla. Sin embargo, era un bichito sencillo. No se creía más que nadie porque Dios le hubiera dado ese don: unos nacen para ser abogados, otros para empleados públicos, maestras, martilleros, contadores, bomb...

LEYENDA La extinción del Uturunco

El uturuncu Donde se narra —más o menos —lo que sucedió a los animales del bosque cuando se dejaron llevar por la modernidad y lo que sucedió después Todos los días cuando volvía del trabajo, el papá Uturunco se divertía con los hijos. Ellos lo rodeaban en la casa que tenía en medio del bosque y entre todos jugaban y se divertían hasta que la mamá los llamaba a almorzar. Cuando uno de los tigrecitos hacía una macana, una monería, los grandes se tocaban por debajo de la mesa para observarlo y reírse. Al bosque santiagueño no había llegado la moda del Cachorro Rey que sostiene que cuando son pequeñas las crías hay que satisfacerlas hasta en sus más pequeños caprichos, porque si no hacen un berrinche que te la voglio dire. Pero, mirá si un viejo Uturunco como aquel iba a decir: “Hijo mío, hoy no vamos a tomar Cocacola porque es posible que te haga mal a los dientes, además no nos gusta que consumas tanta azúcar”. Obraba distinto, clavaba sus ojos en el revoltoso, le decía: “Porque no” y s...