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Cielo, Infierno y Purgatorio |
Aquí van siete deseos —y la yapa— de asuntos que desharía que sucedan o no, cuando me vaya a villa Antarca
1 Cuando me muera, algo que ha de ocurrir inexorablemente uno de estos días no quisiera que escriban frases pedorras en mi honor y ¡por favor!, no manden besos al cielo en su Feibu, ¡en serio no lo hagan!, no tanto por la ridiculez que significa ese acto en sí mismo sino también porque estoy casi del todo seguro que en el Más Allá no hay wi—fi, ni teléfonos ni computadoras.2 Tampoco escriban “estés donde estés”. Si no crees en Dios, para vos no estaré en ninguna parte, así que no jodas. Para vos me habré hecho humo definitivamente, así que no hay por qué ofender mi memoria haciendo creer que me fui al Nirvana o a algún otro lugar pagano, de los mormones, los que creen en la Pachamama, o peor, de los carismáticos.3 Hay tres posibilidades, de las cuales una está descartada. No iré al Cielo, ni en pedo me reciben ahí, salvo que me arrepienta a último momento de mis pecados, algo que no va a ocurrir. Quedan el Purgatorio y el Infierno. Hasta el momento creo que zafo raspando del Averno y me llevo mi vida a diciembre. Después de algunos siglos en el Purgatorio, creo que al final llegaré al Cielo. Si voy al Infierno, manden protector solar, capaz que lo necesito.
4 ¿Cómo es el Cielo?, la verdad no lo sé. Me imagino algo maravilloso: la eterna contemplación del rostro de Dios. Sólo uno volvió de allá para contarlo, pero no dio muchos detalles. Pero si resucitó al tercer día y está sentado a la diestra de Dios Padre, entonces debe ser cierto que algo hay ahí, digo. A esa fe me sigo ateniendo desde que hice la Primera Comunión.
5 Por favor, no jodan con avisos fúnebres en los diarios, con que vayan al velorio me conformo. Aprovechen que estaré muerto, cuenten uno o dos chismes olvidados de mi vida, tomen café, saluden a mi viuda y a mis hijos y chau. Toda la vida en los diarios leyeron cada línea que escribía para ver dónde estaba la trampa, así que dejen de joder, no quiero una línea en la lista de los fiambres.
6 Voy a dejar abierta mi cuenta hasta que don Feibu decida cerrarla, con la única condición de que el pariente que le robó los escritos de mi tata no haga lo mismo con los míos. Resulta que mi tata escribía notas de opinión en su computadora y al día siguiente de que murió, mi primo empezó a publicarlas, pero con su firma, no con la de mi tata que, de esa extraña manera salió en cartas de lectores de La Gaceta de Tucumán. Diganlé al sotreta que voy a salir del cajón a espantarlo, si me plagia también a mí.
7 Es obvio que dos minutos después de muerto, los amigos se olvidarán de mí y que mi memoria se perderá para siempre entre las hojas amarillentas del archivo de un diario y entre los pliegues de sea cual fuere la materia de la que está hecha internet. Pero si alguno me recordara al tiempo de muerto, por favor que no sea con la cara de infeliz que tendré en el cajón.
8 Dése al Boletín Oficial, etcétera.
©Juan Manuel Aragón
Solo... "suspiro".
ResponderEliminarMuy bueno ironico =inteligencia
ResponderEliminarNo, Juancho. Hay que sacar los fúnebres en el diario. Si no el velorio no tendrá éxito.
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