Ir al contenido principal

LIBRO Guía de la perdición

Diógenes y el linyera

Un texto inédito circula en ambientes intelectuales de Santiago en fotocopias de fotocopias de fotocopias: vale la pena conseguirlo

Adalberto Rodríguez escribió un precioso libro que tituló: “Guía para perderse en una ciudad extraña” que, si se llegara a publicar sería un completo éxito personal, a la vez que fracaso editorial, como la mayor parte de las obras maestras de la Argentina de estos tiempos.
Ahí confiesa no ser un viajero frecuente o consuetudinario sino solamente alguien que alguna vez anduvo por algunos lugares que no son Santiago del Estero. Cuenta que de joven se perdió caminando por Asunción, alguien le dijo que era una ciudad grosera con quienes no hablaban el guaraní y por eso no averiguó cómo volver. Fijó el lugar en que se había perdido como referencia geográfica, y empezó a contar las cuadras, tantas a la derecha, tantas a la izquierda. Cuando estaba volviendo, por ahí se confundió en una o en dos y estuvo de regreso —mágicamente, según recuerda —en el hotel en que se hospedaba. Esa breve aventura le sirvió para darse cuenta del espíritu que bulle en aquella sufrida capital, tan cerca del guaraní, tan lejos de Dios. Desde entonces busca el extravío territorial como una de las mejores maneras del conocimiento del arcano de culturas nuevas.
Otra vez se perdió en Buenos Aires, sitio que muchos argentinos conocen, a veces sin haber ido nunca y justo cuando pensaba en lo mal que habían hecho los porteños en liberarse de ser la Capital Federal de todo el país para ser solamente una ciudad de nombre burocrático y siglas llamadas como herramienta de construcción (¡Tito!, ¡alcanzame la caba, no el amba!), se topó con el edificio del Congreso y sus pensamientos se le entreveraron del todo.
En el prólogo del libro, Adalberto escribió que extraviarse, perder el rumbo en una ciudad extraña —o en la propia —debía ser un arte practicado por todo buen trotamundos: “Muchos creen experimentar el conocimiento de una ciudad sumándose a tours de viajes, más inútiles que onerosos, más falsos que billete de tres pesos con cincuenta, porque la verdadera gracia de ir a Atenas sería ser invitado a almorzar por un ateniense común y corriente, con la señora y los hijos, un sencillo mediodía cualquiera antes que pasear por las ruinas del Partenón, ícono de las agencias de turismo, montón de piedras que no dicen nada a quienes no han estudiado historia, y a quienes la estudiaron tampoco”. Entre otras consideraciones, obviamente.
Un solo editor leyó su libro y le recomendó escribirlo al revés, para ver si se volvía más “potable” para ser leído por las señoras que tarde de por medio toman el té en el hotel NH de Santiago. Adalberto dijo que después de ese rechazo se decidió a no tocar una sola coma de su libro, ni siguiera las que, según un amigo, corrector de estilo, debía cambiar pues estaban mal puestas.
En una parte afirma que supo del placer de perderse en una ciudad conocida, hace muchos años, cuando recién inauguraron el barrio Satélite, por más que anduvo caminando tres días por sus calles, durmiendo en los portales, no le halló una mínima lógica, hasta que al fin salió a la Ruta 64 y se orientó para volver al centro de la ciudad. En el cenáculo que lo contó, alguien le señaló que el barrio ahora se llama Autonomía, entonces sostuvo que aquel nombre era más exacto porque se refería a una luna aledaña, unida a Santiago por una luz de cemento y los colectivos que bajaban de Villa Guasayán, el Puestito, esos lados.
Uno de los capítulos trata sobre la ocasión en que se perdió Alderetes, Tucumán "o por ahí", según narra. Anduvo varias horas dando vueltas hasta que se hizo amigo de unos linyeras que lo llevaron a compartir la sambuca, con leve gusto a anís y la cachuña, té con azúcar, ambas con 98 grados de alcohol “o un poco más”, calcula. Después de describir con muchos detalles interesantes, aspectos sumamente encantadores de la vida de esos trashumantes, como que los siguen los perros para comerse sus vómitos, comprendió, según cuenta en el libro, por qué los crotos aman la vida que llevan y cuál es el sentido de pasar varios meses sin tomar un baño, durmiendo a la intemperie, abrigándose con las estrellas a orillas de unas vías de tren que llevan a ningún lado.
El libro circula de mano en mano, en fotocopia de fotocopia de fotocopia, por lo que en algunas ediciones es difícil descifrar bien sus letras, sin embargo, se ha convertido en objeto de culto para intelectuales y lectores en general. Según cuenta Adalberto, el laureado poeta Alfonso Nassif tiene un ejemplar y se comprometió a presentarlo en sociedad si algún día lo publica, el finado Alberto Bravo Zamora lo elogió públicamente, hace unos veinte años, en una tertulia en el desaparecido Jockey Club, el sociólogo Carlos Zurita es padrino de una tesis de grado que está preparando un alumno sobre este libro.
A pesar de su éxito como texto inédito, las editoriales se siguen negando a publicarlo. Hubo quien lanzó la teoría conspirativa que sostiene que las empresas de viajes y turismo hacen presión para que no salga a la luz, porque de conocerse sus ideas, podrían irse a la ruina.
Como consideración puramente personal, cabe consignar que es probable que sea uno de los más hermosos textos que se han escrito sobre el arte de viajar, no con un afán turístico, sino para conocer nomás.
Pero, quién sabe, che.
©Juan Manuel Aragón
A 19 de febrero del 2024, en el Huaico Hondo. Bailando pasodobles

Comentarios

Entradas populares (últimos siete días)

CUENTO Los negros de abajo

Imagen de ilustración nomás Que narra lo que sucedió el día que en la oficina decidieron instalar cámaras de vídeo para ver qué hacían los empleados Un buen día pusieron cámaras en el trabajo. Las ubicaron estratégicamente, una en cada oficina y dos en la que le decíamos “La Perrera”. Roberto, que siempre amagaba con levantarle la pollera a la Patri, sólo para ver qué color de bombacha llevaba, dejó de hacerlo; Sonia no lo imitó más a Fallon cuando salía del baño secándose las manos con el pañuelo y Mariano, que siempre se levantaba de la silla para hacer ejercicios físicos y desentumecerse, se abstuvo de sus sesiones de gimnasia. Decían que el dueño tenía el televisor en su despacho y se divertía mirándonos. Alguno comentó, medio en serio, medio en broma, que había dicho: “Los esclavos de abajo trabajan bien, pero si se lo controla son inmejorables”. Aunque eso de los esclavos o los negros de abajo era cierto, siempre lo decía casi con satisfacción. Su oficina quedaba arriba, obviamen...

1988 AGENDA PROVINCIAL Ávila

Eduardo Ávila, el hijo más conocido de Orlando El 12 de julio de 1988 muere Orlando Ávila, folklorista y director del conjunto “Los Ávila”, que deja una huella imborrable en la música tradicional El 12 de julio de 1988 murió Orlando Ávila, destacado folklorista santiagueño y director del conjunto “Los Ávila”, que dejó una huella imborrable en la música tradicional de la provincia. Nacido en Santiago del Estero, dedicó su vida a la difusión de las tradiciones musicales de la provincia, particularmente la chacarera, género que llevó a diversos escenarios del país. Su liderazgo al frente del conjunto familiar consolidó un estilo auténtico, profundamente arraigado en la cultura santiagueña. “Los Ávila” se formaron en el seno de una familia apasionada por el folklore. Orlando, como cabeza del grupo, guio a sus integrantes, entre ellos su hijo Eduardo Ávila, conocido como “El Santiagueño”. El conjunto se destacó por interpretar chacareras, zambas y vidalas, géneros que reflejaban la esencia ...

QUIMERAS El sabor del vacío

Pobre náufrago Una reflexión sobre cómo la búsqueda de gozo lleva a consumir la vida, pero nos deja a la deriva en un océano sin faro La felicidad, ese anhelo antiguo que prometía plenitud, ha sido el motor de innumerables gestas y tragedias. En su nombre se alzaron banderas, se trazaron fronteras y, no pocas veces, se derramó sangre. Porque la felicidad de unos, en su voracidad, a menudo se nutre de la desdicha de otros. Alguien, en algún rincón del mundo, mueve los engranajes del contento ajeno, y en ese girar frenético no hay sosiego, sino un eco de dolor. Con el tiempo, los herederos de esa quimera abandonaron la felicidad como meta inalcanzable. En su lugar, abrazaron la diversión, un refugio más ligero, más inmediato. Llegaron los años 80 y 90, cuando la vida se midió en una dicotomía simple: divertida o aburrida. Nadie, por supuesto, quiso quedarse en el tedio. El jolgorio, las risas, la música atronadora y las luces titilantes se coronaron como el nuevo fin del hombre. Ya no se...

1586 CALENDARIO NACIONAL Rojas

Español en América (idea aproximada) El 15 de julio de 1586 llegó a Santiago Mateo Rojas de Oquendo, conquistador que escribió los primeros versos de estas tierras, considerado el primer poeta santiagueño y riojano El 15 de julio de 1586 llegó a Santiago del Estero, Mateo Rojas de Oquendo. Fue el conquistador español que escribió los primeros versos de estas tierras, considerado el primer poeta santiagueño y riojano. Se supone que nació en 1559, probablemente en Sevilla, según surge de sus propios poemas y se pierde noticia de su vida en 1612, en tiempos en que no todo se registraba en papel y la vida tenía mucho menos valor que en los tiempos presentes. El interés literario por su obra radica en el misterio en torno a su poema “Famatina”, que se ha perdido. El nombre completo de este poema, de veintidós cantos y de trecientas hojas, es “Famatina y conquista y allanamiento de la provincia de Tucumán desde la entrada de Diego de Rojas hasta el gobierno de Juan Ramírez de Velasco”. Es ca...

1938 AGENDA PROVINCIAL Olaechea

Olaechea (gentileza de Antonio Castiglione) El 16 de julio de 1938 muere Pedro Pablo Olaechea y Alcorta, destacado abogado, juez federal, senador y académico El 16 de julio de 1938 murió Pedro Pablo Olaechea y Alcorta, en Buenos Aires. Fue un destacado abogado, juez federal, senador y académico. Nacido en Santiago del Estero el 20 de marzo de 1855, era hijo de Pedro Pablo Olaechea y Carmen Alcorta. Su familia, de profunda raigambre santiagueña, enfrentó persecuciones durante el régimen de Juan Felipe Ibarra, lo que marcó su infancia. Estudió en el Colegio Nacional de Santiago del Estero, destacándose por su dedicación, y luego cursó Derecho en la Universidad de Buenos Aires, donde se graduó en 1879. Inició su carrera como abogado en Santiago, especializándose en casos civiles y comerciales. En 1883 fue designado juez de primera instancia en su provincia natal, cargo que desempeñó con notable rigor. En 1890 ascendió a juez federal, resolviendo casos de relevancia nacional con un enfoque...