Ir al contenido principal

PALABRAS Literatura y convicciones

Imagen de ilustración

No valen los largos rodeos para explicar lo que se piensa, hay que desembucharlos desde el principio sin esperar que del otro lado haya alguien

No creo en los grandes rodeos para decir lo que se piensa sino en ser lo más directo posible, como en el periodismo de antes, decías lo tuyo, si cabía en tres frases, lo decías en tres frases, si cabía en diez, en diez. Nada de grandes presentaciones, nada de introducciones fantásticas, todo el mundo está deseando que se terminen ya, ¡por favor!, y empieces a decir lo que sabes, desembuchá de una buena vez, que la vida es corta.
Por eso odio las películas argentinas, en que, si un tipo tiene que ir de un lado al otro, lo hacen salir de la casa, llegar a la parada del ómnibus, esperarlo, ascender, bajarse, caminar y, al final, recién llega. Los yanquis son más directos, van a los bifes, palo y a la bolsa. Un tipo dice que irá ver a otro y en la siguiente escena ya están conversando, obviaron la llegada, tocar el timbre, que los atienda la señora y les diga que está bañándose. Lo resuelven con el tipo que está en toalla, secándose el pelo. Como debe ser un relato, ir directo al final, sin desviarse en ripios con poca sustancia.
Por eso me encanta el Padrenuestro, el Avemaría, el Credo, el Gloria. ¿Ha visto cómo van directo a lo que te truje, sin dar veinte vueltas? Cada frase de cualquiera de ellos es una definición concreta, un mundo teológico resumido en tres palabras, nada de rodeos, nada de palabras sin sentido, sin introducciones, todo dicho de corrido, cortito y al pie. “¡Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo!, por los siglos de los siglos. Amén”. Ya está, lo dijo sin tantas vueltas, usted es católico, apostólico romano, y qué.
Nada de: “Y bueno, a mí me educaron, ¿ha visto?, en un hogar con fuertes creencias y uno trae de chico esas cosas, como que no puede despegarse, yo sí creo, no vaya a pensar que no, pero eso de ir a rezarle a una imagen de yeso a la iglesia no va conmigo y bla, bla, bla”. ¿Sabe qué?, sí creo, sí señor, voy a oir Misa todos los domingos, sin ninguna duda y con la fe del carbonero, que cree en todo lo que cree la Santa Iglesia Católica, ¿en qué cree ella?, en lo mismo que yo, ¿en qué creo yo?, en lo mismo que ella. Y de ahí no me muevo.
Hay que dejar de lado el palabrerío, qué tanto gregré para decir Greta. Por eso será que jamás pude escribir una novela, andar dando vueltas por las ramas, contar de personajes que van a la casa de otro y esperan el ómnibus media hora en la parada, mientras uno no sabe cómo acomodarse en el sillón, le molestan los lentes, se distrae o se quiere dormir de puro aburrido. Las novelas que me gustan son las que no se desvían de lo que tienen que contar, aunque sea en verso. Si un gaucho quiere a vivir a los indios, no ensilla su caballo, no se pone el chambergo, no se ata el pañuelo, no, amigo. Agarra y se va, listo. El alba campera tiene mil cosas para ser descrita, pero si usted dice “apenas la madrugada empezaba a coloriar”, ya está, ha dicho todo, la ha pintado con seis palabras magistralmente colocadas. Un solo trazo, como los impresionistas, porque, ¡vamos!, queremos que siga el relato, galopiemos amigom meta azote si su flete se quiere empacar. A qué detenerse en preciosismos vanos, en palabras bien puestas, una detrás de otra, en fila india contando la nada.
Como esas novelas o cuentos modernos, en los que no pasa nada y que tango gustan a los críticos y profesores de ahora. Que escriben y se leen y se critican puros ellos, porque nadie les compra semejantes tonterías, siempre alabándose con palabras hermosas, porque han escrito de nada, han dado su opinión de nada, sus personajes son nada, sus situaciones son nada.
Prefiero escribir para Juan de los Palotes, del barrio Ejército Argentino y darle, en lo posible, una información por línea, una definición cada dos, un motivo para pensar cada tres y que al final del escrito le agarren unas ganas bárbaras de putearme, agarrarme a las piñas, abrazarme, lo que sea. Pero le dije lo que pensaba en pocas palabras. No lo tuve tres horas esperando a ver qué me quiere decir este.
Como pedía el periodismo antiguo, en las primeras tres líneas hay quedejar el alma contando lo que pasó de forma escueta, casi telegráficamente. Luego, si quiere, entre a la nota como caballo, si no, para qué retenerlo con estupideces. Vamos, el tiempo apremia, si tiene asuntos para contar, cuéntelos, escúpalos, vomítelos de una buena vez, desde la primera línea. No se justifique, deje de lado lo políticamente correcto. Si va a hablar mal de un negro, de un judío, de un español, de un chino, hable mal, no explique que usted ama a los negros, a los judíos, a los españoles, a los chinos, pero que en este caso la necesidad del relato lo llevan a decir que era una mala persona. Dígalo de una buena vez, ya está. Que lo justifique Mongo Aurelio, si es que se le da la gana.
Si el Padrenuestro de antes decía “perdónanos nuestras deudas” es porque el pecado te hace deudor de otro, la ofensa la perdona el cura en la confesión. Pero si has matado a un tipo, debes un padre a unos hijos, debes un marido a una esposa, debes un hermano a sus hermanos, y eso no te lo perdona ni el Papa, sólo el Padre Nuestro que está en el Cielo y no el cura,que si perdona es solamente tus ofensas, no las deudas que has ido dejando en el camino. No me importa que digas que no, ya está, lo dije.
Tampoco es que uno quiera una literatura en blanco y negro, sin matices, sin grises o sin los casi infinitos colores con que el alma humana es capaz de contar algo. Sólo digo que hay que ser más directo, no tan medroso. No quiero contar los clics de mis escritos, no me importa si me lees o no. Escribo simplemente porque creo que tengo algo que decir y se me hace que tiene más valor que el silencio.
Báh, digo, esa es la escritura en que creo, la que quiere expresar algo en la menor cantidad posible de palabras, aunque esté equivocada, es lo de menos. Pero capaz que usted piensa otra cosa. Dígalo abajo, si se anima.
Juan Manuel Aragón
A 21 de mayo del 2024, en La Dársena. Dando maíz a las gallinas.
©Ramírez de Velasco

Comentarios

  1. Buen día. Sr. Juan soy Pilpinto Santos y no tengo nada qué reprocharle por qué ud es bien macho como yo. Sabe que ? tengo un gran problema, cuando me acerco a una mujer que me gusta y la deseo se me hace un nudo en la garganta y se me traba la voz , se me afoja el cuerpo y por suerte no se me sale pedos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. te he visto varias veces por aquí, pilpinto, sos un imbécil sin remedio, un bobo que se hace el gracioso

      Eliminar
  2. No conozco con suficiente detalle el mundo del periodismo, pero tengo la impresión de que en épocas anteriores había que remar con muchas esfuerzo y paciencia, además de profundizar en el manejo del lenguaje, hasta llegar a ser un "periodista" de prestigio. Además de ello, el uso de la gramática era más riguroso y los errores se perdonarán menos; además de desacreditar a quien los cometía.
    Me parece que hoy cualquier adolescente recién salido del cascarón se convierte en periodista sólo por tener una Bic en la mano y un block anotador, o una cámara y un micrófono en el cuarto de planchar de su casa.
    Hoy un pseodoperiodista se puede hacer hilachas el lenguaje, con total desapego por la gramática, y no pasa nada.
    La falta de capacidad de síntesis es uno de los problemas más notorios, aunque debo reconocer que es una de las virtudes de escritor más difíciles de conquistar.

    ResponderEliminar
  3. Totalmente de acuerdo. Deci lo que piensas claro y rápido evitaría muchas equivocaciones. Perfecta la distinción entre deuda y ofensa. Error de los que reformaron.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares (últimos siete días)

CUENTO Los negros de abajo

Imagen de ilustración nomás Que narra lo que sucedió el día que en la oficina decidieron instalar cámaras de vídeo para ver qué hacían los empleados Un buen día pusieron cámaras en el trabajo. Las ubicaron estratégicamente, una en cada oficina y dos en la que le decíamos “La Perrera”. Roberto, que siempre amagaba con levantarle la pollera a la Patri, sólo para ver qué color de bombacha llevaba, dejó de hacerlo; Sonia no lo imitó más a Fallon cuando salía del baño secándose las manos con el pañuelo y Mariano, que siempre se levantaba de la silla para hacer ejercicios físicos y desentumecerse, se abstuvo de sus sesiones de gimnasia. Decían que el dueño tenía el televisor en su despacho y se divertía mirándonos. Alguno comentó, medio en serio, medio en broma, que había dicho: “Los esclavos de abajo trabajan bien, pero si se lo controla son inmejorables”. Aunque eso de los esclavos o los negros de abajo era cierto, siempre lo decía casi con satisfacción. Su oficina quedaba arriba, obviamen...

QUIMERAS El sabor del vacío

Pobre náufrago Una reflexión sobre cómo la búsqueda de gozo lleva a consumir la vida, pero nos deja a la deriva en un océano sin faro La felicidad, ese anhelo antiguo que prometía plenitud, ha sido el motor de innumerables gestas y tragedias. En su nombre se alzaron banderas, se trazaron fronteras y, no pocas veces, se derramó sangre. Porque la felicidad de unos, en su voracidad, a menudo se nutre de la desdicha de otros. Alguien, en algún rincón del mundo, mueve los engranajes del contento ajeno, y en ese girar frenético no hay sosiego, sino un eco de dolor. Con el tiempo, los herederos de esa quimera abandonaron la felicidad como meta inalcanzable. En su lugar, abrazaron la diversión, un refugio más ligero, más inmediato. Llegaron los años 80 y 90, cuando la vida se midió en una dicotomía simple: divertida o aburrida. Nadie, por supuesto, quiso quedarse en el tedio. El jolgorio, las risas, la música atronadora y las luces titilantes se coronaron como el nuevo fin del hombre. Ya no se...

1988 AGENDA PROVINCIAL Ávila

Eduardo Ávila, el hijo más conocido de Orlando El 12 de julio de 1988 muere Orlando Ávila, folklorista y director del conjunto “Los Ávila”, que deja una huella imborrable en la música tradicional El 12 de julio de 1988 murió Orlando Ávila, destacado folklorista santiagueño y director del conjunto “Los Ávila”, que dejó una huella imborrable en la música tradicional de la provincia. Nacido en Santiago del Estero, dedicó su vida a la difusión de las tradiciones musicales de la provincia, particularmente la chacarera, género que llevó a diversos escenarios del país. Su liderazgo al frente del conjunto familiar consolidó un estilo auténtico, profundamente arraigado en la cultura santiagueña. “Los Ávila” se formaron en el seno de una familia apasionada por el folklore. Orlando, como cabeza del grupo, guio a sus integrantes, entre ellos su hijo Eduardo Ávila, conocido como “El Santiagueño”. El conjunto se destacó por interpretar chacareras, zambas y vidalas, géneros que reflejaban la esencia ...

1586 CALENDARIO NACIONAL Rojas

Español en América (idea aproximada) El 15 de julio de 1586 llegó a Santiago Mateo Rojas de Oquendo, conquistador que escribió los primeros versos de estas tierras, considerado el primer poeta santiagueño y riojano El 15 de julio de 1586 llegó a Santiago del Estero, Mateo Rojas de Oquendo. Fue el conquistador español que escribió los primeros versos de estas tierras, considerado el primer poeta santiagueño y riojano. Se supone que nació en 1559, probablemente en Sevilla, según surge de sus propios poemas y se pierde noticia de su vida en 1612, en tiempos en que no todo se registraba en papel y la vida tenía mucho menos valor que en los tiempos presentes. El interés literario por su obra radica en el misterio en torno a su poema “Famatina”, que se ha perdido. El nombre completo de este poema, de veintidós cantos y de trecientas hojas, es “Famatina y conquista y allanamiento de la provincia de Tucumán desde la entrada de Diego de Rojas hasta el gobierno de Juan Ramírez de Velasco”. Es ca...

1938 AGENDA PROVINCIAL Olaechea

Olaechea (gentileza de Antonio Castiglione) El 16 de julio de 1938 muere Pedro Pablo Olaechea y Alcorta, destacado abogado, juez federal, senador y académico El 16 de julio de 1938 murió Pedro Pablo Olaechea y Alcorta, en Buenos Aires. Fue un destacado abogado, juez federal, senador y académico. Nacido en Santiago del Estero el 20 de marzo de 1855, era hijo de Pedro Pablo Olaechea y Carmen Alcorta. Su familia, de profunda raigambre santiagueña, enfrentó persecuciones durante el régimen de Juan Felipe Ibarra, lo que marcó su infancia. Estudió en el Colegio Nacional de Santiago del Estero, destacándose por su dedicación, y luego cursó Derecho en la Universidad de Buenos Aires, donde se graduó en 1879. Inició su carrera como abogado en Santiago, especializándose en casos civiles y comerciales. En 1883 fue designado juez de primera instancia en su provincia natal, cargo que desempeñó con notable rigor. En 1890 ascendió a juez federal, resolviendo casos de relevancia nacional con un enfoque...