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Inés Suárez |
El 11 de septiembre de 1541 se destruye Santiago de Chile, episodio clave en la Guerra de Arauco que enfrentó a españoles y mapuches
El 11 de septiembre de 1541 fue la destrucción de Santiago de Chile. Episodio clave en la Guerra de Arauco que enfrentó a españoles y mapuches. Una mujer salvó la situación matando con sus manos a indígenas rebeldes.Antes de eso, los ánimos entre los conquistadores españoles estaban debilitados. Las ejecuciones de Soler y sus compañeros, que habían conspirado contra las autoridades, junto con las derrotas sufridas en la batalla de Marga Marga y el desastre de Concón, bajo el liderazgo del lonko Trangolonco, hermano de Michimalonco, redujeron tanto el número como la moral de los españoles. Con trece muertos en Concón, otros dos en batallas anteriores y cinco más ejecutados, la fuerza española se vio reducida a 130 personas entre los que había mujeres y niños. Como represalia, los españoles capturaron a varios curacas del valle del Mapocho, entre ellos Quilicanta, gobernador inca del Collasuyo.El creciente número de bajas entre los conquistadores animó a los mapuches que, viendo la debilidad y la falta de refuerzos de los españoles, se unieron bajo el mando del toqui Michimalonco. Los indígenas de Aconcagua, Santiago y Cachapoal se organizaron para expulsar a los españoles de su territorio. Pedro de Valdivia, por su parte, intentó dispersar a las fuerzas indígenas antes de que se consolidaran. Por ello, seleccionó a entre noventa y cien hombres y partió a toda velocidad hacia el valle de Cachapoal, dejando en Santiago una pequeña fuerza de 32 jinetes, 18 arcabuceros y entre 300 y 350 yanaconas bajo el mando del teniente gobernador Alonso de Monroy.
Los mapuches, informados de los movimientos españoles a través de espías entre los yanaconas e indígenas amigos, decidieron aprovechar la partida de Valdivia para atacar. A las 4 de la mañana del 11 de septiembre de 1541, cientos de indígenas emergieron de los bosques que rodeaban Santiago. Santiago de Azoca, que estaba de guardia, dio la alarma y los defensores tomaron sus posiciones previamente asignadas por Monroy y el maestre de campo Francisco de Villagra.
Los atacantes, protegidos por una empalizada, lanzaron una lluvia de flechas y piedras contra los defensores. Estos resistieron hasta el amanecer, aunque el agotamiento por la constante lucha les impidió descansar. Muchos conquistadores resultaron heridos, aunque la mayoría con heridas leves o moderadas.
Inés Suárez, una de las pocas mujeres presentes, se encargó de vendar a los heridos con lo que tenía a mano, permitiéndoles regresar al combate. Desesperados por romper la resistencia española, los mapuches incendiaron los ranchos de paja, obligando a los defensores a replegarse a la plaza central, el último punto de resistencia.
En medio de la batalla, Sancho de Hoz, que estaba encarcelado, se unió a la defensa tras ser liberado por Monroy. El clérigo Lobos también contribuyó en la lucha. La situación para los españoles se tornó crítica: dos habían muerto, casi todos estaban heridos y el cansancio comenzaba a hacer mella tras doce horas de combate incesante.
En ese momento, Inés Suárez tuvo una idea decisiva. Propuso ejecutar a los siete curacas prisioneros y arrojar sus cabezas entre los indígenas, con la esperanza de sembrar el pánico. Aunque algunos hombres se opusieron, temiendo que la muerte de los líderes indígenas les privara de una posible negociación, Inés llevó adelante su plan. Ordenó a Francisco Rubio de Alfaro y Hernando de la Torre que ejecutaran a los prisioneros, decapitando ella misma a Quilicanta y a los demás curacas, lanzando luego sus cabezas entre los atacantes. Este acto, interpretado como una advertencia de que correrían la misma suerte si continuaban, provocó la retirada de los mapuches, que dejaron la victoria al alcance de la mano de los españoles.
Las pérdidas para los españoles fueron de dos muertos, muchos heridos y la pérdida de quince caballos y varios indígenas auxiliares. Sin embargo, la destrucción causada por el incendio de la ciudad fue un desastre mayor. Cuatro días después del ataque, Valdivia regresó a Santiago, habiéndose adelantado con catorce hombres tras recibir noticias. El resto de su fuerza quedó bajo el mando de Pedro Gómez, que continuó enfrentándose a los hombres de Cachapoal.
Los indíos esperaban un duro castigo a su regreso, pero Valdivia, comprendiendo que prolongar la lucha sería perjudicial, optó por buscar la paz. Esta tregua permitió la reconstrucción de la ciudad, esta vez con edificios de adobe para minimizar los efectos de futuros incendios.
A pesar de la aparente calma, se inició un nuevo conflicto conocido como la "guerra del vacío", que duró dos años. Los indios se alejaron de la ciudad, negándose a servir a los invasores y destruyendo los cultivos para privar a los españoles de alimento. Esta situación de hambre y precariedad para los españoles terminó con la llegada del barco Santiaguillo en 1543, enviado desde Tarapacá, que trajo suficientes provisiones para continuar con la conquista.
Juan Manuel Aragón
Ramírez de Velasco®
Los araucanos han sido bravos. Han resistido a los incas, a los españoles, a Menem...
ResponderEliminarDebe ser.
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