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FÚNEBRES La columna ilegible

Alto precio de la carne Cuento en primera persona para explicar lo que le sucede a alguien que teme leer la noticia de su muerte en un diario cualquiera de Santiago Algunas mañanas de mi vida he tenido miedo de leer cualquiera de los diarios de Santiago, creía que cuando llegara a la página de la sección Fúnebres iba a hallar mi nombre entre los fiambres y entonces me daría cuenta de que era un espanto, una lectora sombra de sombras, vagando perdida por el mundo de los vivos. Después, cuando todos se convirtieron, por obra y gracia del vil metal, en una prolongación de intereses que no son periodísticos, dejé de comprarlos, aun sabiendo que algunos días por ahí me perdía una primicia. Y me volqué a internet, a las redes sociales. Comprobé que es mucho más fácil, barato y cómodo, poner un aviso en Feibuc para comprar o vender algo, que costearse hasta la oficina de recepción de avisos, pagar la tarifa y esperar pacientemente que al día siguiente el comprador exacto, si hubiera o hubiese...

CRÓNICAS Ah, los obituarios

Redacción con máquina antigua La redacción de una noticia sobre un muerto reciente era una de las artes periodísticas que sucumbió cuando los diarios de papel empezaron a ser recuerdo En el tiempo en que existían los diarios, había una sección algo difusa, la de los obituarios, que es la crónica o el comentario de la noticia de alguien que ha muerto hace poco. Si el finado era un caracterizado deportista, alguien de la sección Deportes debía redactar unas líneas para recordar al finado, si era político, la tarea recaía en alguno de los periodistas de ese sector, y así. Como casi todo en los diarios, el obituario se escribía a toda velocidad, no había tiempo de pensar mucho, unas líneas describiendo la personalidad del finado, resaltar sus rasgos más salientes, referirse al vacío que dejaba en el seno de la actividad que había desarrollado, algo que había aportado, un toque final y chau. En esos tiempos no había internet para preguntarle la biografía del muerto, se confiaba más que nada...