Juego para niños |
Pequeña y breve crónica de un asqueroso gusano verde de lechuga
Los diarios, esa rara especie de dinosaurios que no termina de extinguirse del todo, aumentó sus dificultades internas, entre ellos, una falta de personal que ha dejado de ser crónica para constituirse en su principal característica. Pero desde antes del peligro inminente de cierre que hoy padecen, antes también se daban pequeñas escenas conyugales de la vida marital, si hemos de darles un título. Como la que a continuación se relata.Usted tiene un jefe y un buen día viene y le dice:
—Como ha renunciado Gutiérrez, te vas a encargar vos de levantar los juegos, pero es hasta que consigamos otro.Eso de levantar los juegos implica quedarse en la redacción casi hasta la medianoche, esperando que terminen todos los sorteos de lotería y los Quinis y Lotos de todo el país, tipiar los números uno por uno y controlarlos tres veces para no dar por ganador a uno que seguirá perdiendo hasta que el mundo se acabe. Usted se embola porque también lo encargaron de la cotización del dólar, el oro y el trigo y la soja en el puerto de Rosario, también “hasta que consigamos otro”.
—Oiga, ¿por qué no pone a uno de los vagos de deportes que todo el día se rascan a cuatro manos?El jefe tiene mil respuestas con las que podría salir del paso. Entre ellas, estas tres: 1. Los changos de deportes sí trabajan, no son unos holgazanes y laburan los domingos todo el día, cuando vos te rascas.2. El diario no quiere contratar más gente porque con esto de internet cada vez se lee menos. 3. Te quiero joder la vida solamente porque nunca me has caído bien.
Pero opta por una contestación que es típica de muchos.
—Hacete cargo o no, hablaré con el dueño si no quieres, pero, por favor, no me causes más problemas.
Y salda la discusión a su favor, primero con una amenaza y luego con una falacia. La amenaza: hablar con el dueño, último recurso del capanga cuando se pone en jaque su autoridad. Sabe que no quiere llegar a esa instancia porque en caso de que llame al capo di tuti gli cappi del diario, porque antes le hablará pestes de usted para predisponerlo en su contra. La falacia: El problema lo tienes vos, no yo. En todo caso fíjate cómo vas pidiendo más empleados o sigues suprimiendo servicios, antes que sostener que te causo todos los dramas que sufres.
Es una lástima para muchos dueños de diarios que no se hayan conseguido máquinas que escriban solas. En ese caso hubiera sido instantáneamente adquirida por todos los periódicos de Estambul a Algeciras, de Toronto a Tierra del Fuego, de San Petersburgo a Kyoto, de El Cairo a Johannesburgo.
Terminar con redactores, cronistas, editorialistas, noteros, gente problemática, repleta de tiquismiquis fantasiosos y que siempre tiene enemigos imaginarios para pelear, es el sueño de todo editor de periódicos. Una máquina a la que programar para ser moderadamente opositor al gobierno, panfleto incendiario en contra de toda autoridad, libelo amarillo dispuesto a mofarse hasta de Dios Nuestro Señor, ¡qué maravilla!, pensará uno de ellos si llegara o llegase a leer esta columna. Cosa que dudo, obviamente.
Las máquinas de pensamiento artificial se meten en la cabeza cada vez que alguien enciende el teléfono celular: toman el pulso de sus gustos, sus compras, sus fobias, su pensamiento político, cultural, económico y social, saben a qué hora va al baño, de qué conversa con los amigos, a qué hora y con quién fornicó, en fin, todo. Pero todavía no pueden entrar en su cerebro, no saben que cada vez que usted trata de convencer a otro, intenta recordar cómo discutía Platón para ver si le copia el método. O que el recuerdo de su padre muerto lo obsede a toda hora.
Tampoco pueden saber esas máquinas que, por algún defecto en su educación, usted siempre fue un enemigo de la autoridad, no de la que tienen los ñatos de allá arriba, en la cima del poder. Usted ha odiado siempre a sus superiores inmediatos, la maestra, el chofer del colectivo, el vendedor de entradas en el cine, la quiosquera de la esquina de su casa. Y por eso le da más rabia ese jefe que un buen día le sale con que será el encargado de poner los juegos del día en el diario. Página par, porque las pares son las menos leídas, abajo, a la izquierda.
Sabe entonces que es tan descartable o menos que un asqueroso gusano de lechuga.
Y se consuela pensando en que cuando se invente la máquina de escribir diarios, ellos ya no van a existir. Sus archivos serán pasto de polillas, ratones, ácaros. Y la noticia del ganador del Quini6 aparecerá por otros medios, perdida entre millones de bits de internet, sepultada por el olvido de la primicia siguiente.
©Juan Manuel Aragón
Excelente.
ResponderEliminarCuando la noticia es la protagonista, la real primicia se convierte en actualidad negada
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