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COLOR LOCAL El turistaje prefiere el patio de tierra

El patio del Indio Froilán

“Las chacareras son las mismas que evocan el pago perdido de antaño, las cabras corriendo al corral por las tardes”


Pocas veces he ido al patio de Froilán González. Entiendo el sentido que tiene bailar descalzo o ver cómo los otros bailan sin los zapatos puestos, algo que debe ser emocionante para un turista. Casi como ver a un indio preparando su arco y su flecha para cazar una corzuela o, mejor todavía, saliendo con él a ver cómo la mata.
Me imagino lo que debe ser para un hijo o nieto de santiagueños, que aprendió a bailar criollas en Berazategui, Caballito, Bernal, La Matanza, venir a Santiago, sentarse en un asiento de troncos y que un conjunto se largue cantando las mismas chacareras que viene sintiendo desde hace tiempo en su academia. Pero en el pago, en un patio sombreado por algarrobos, un canal pasando al costado, la tonada de sus hermanos resonando por todos lados.
Y de yapa, como el suelo está bien regado, que las chicas se larguen a bailar descalzas y los changos las imiten. Oh, toda una emoción para el alma de los santiagueños de la diáspora, están pisando tierra sagrada, pero no en sentido figurado, sino literalmente.
Y las chacareras son las mismas que evocan el pago perdido de antaño, las cabras corriendo al corral por las tardes, el sol escondiéndose en el bosque vecino, el olor a poleo, el puente Carretero, tan cercano en ese momento y las empanadas del pago, las verdaderas, las que se cortaron con un cuchillo y se hicieron en un horno de barro calentado con brasas de árboles del pago. ¡Y en el pago amado!
La gente toma mate alrededor, en un rincón el Indio Froilán explica a un grupo de turistas cómo se hace un bombo y cómo fue que, un día, cuando vio bajar un tronco de ceibo por el río Dulce, decidió llevarlo a su casa para fabricar el primero de todos, el que comenzó la leyenda que lo hizo conocer parte del mundo y que muchos viajaran especialmente a Santiago para saber si era de verdad o un simple cuento de cuentos.
Pero, como le dije, no es para mí. El folklore me aburre profundamente, desde hace cuarenta años espero una vuelta de tuerca definitiva, algo que lo aleje de la nostalgia del pago, de las chinitas y los changos y lo haga más santiagueño. Los que saben, dicen que está hecho para los que se fueron, y el mercado es el que manda. Porque si hablara del técnico en ascensores, de la maestra jardinera municipal, del remisero o el fabricante callejero de panchuquers, no lo consumirían los santiagueños aporteñados, menos los porteños.
Mientras tanto la cumbia local viró hacia la guaracha, un ritmo distinto, original, porque de la guaracha cubana tiene sólo el nombre. El rock santiagueño tiene muy buenos exponentes y hay distribuidos por toda la provincia, cultores del jazz, el blues, el tango, el flamenco y la música clásica.
El folklore en general es la nostalgia de los que se fueron, que siguen siendo muchos más que quienes se quedaron, es el viejo barrio, la escuela, los amigos, los bailes, el río, la honda, la bicicleta, el chipaco, el mercado, las marchantas, los vecinos, el moroncito. O, como lo dice muy bien Atahualpa Yupanqui: “Tira el caballo adelante y el alma tira pa´tras”.
Fueron los santiagueños desperdigados por el mundo quizás, los primeros en oponerse a la incorporación de nuevos instrumentos en la música que es pop y por comodidad muchos llaman folklore, porque: “Cómo van a tocar una chacarera con bongó y sintetizador”, decían, como si los gauchos hubieran tenido un piano en cada fogón.
Y se ofendieron cuando las nuevas camadas del folklore —báh, “nuevas” es un decir, porque la mayoría pasa largamente los 50— se vistió a la moda para subir al escenario, en vez de hacerlo con las ridículas botas, bombachas, sombreros aludos, hechos un salteños cualquiera.
Imaginaos por un momento que los folkloristas empiezan a cantarle a la paisana del quinto bé, al viaje en remís al barrio Siglo XXII, a la juntada para tomar cerveza en un bar de la Moreno, ¿saben qué?, capaz que venden alguito en Santiago, pero en Buenos Aires serían abucheados.
Para consumir folklore, de vez en cuando voy al pago y, si los parientes me prestan un sulky, una zorra, salgo a visitar a los parientes. Tranquilo, sin saber que estoy haciendo algo ancestral ni todo ese macaneo para el turistaje ávido de color local, patio de tierra, enramada y gente de academias de baile mostrando lo que aprendieron durante el año.
Los domingos prefiero quedar en familia, antes de todo ese macaneo del folklore para los aporteñados.
No sé usté, en casa hoy toca puchero.
©Juan Manuel Aragón

Comentarios

  1. Muy bueno Juan Manuel 👍 yo mononeuronal pero pienso lo mismo que vos .!! Ayer
    Tal cual....
    Ya medito y duermo..es demasiado temprano para mi gusto.
    Arq lopez ramos
    Quien pudiera escribir...como vos
    Así tenia un cuadro la madre en su dormitorio!! Como siempre un placer leerte amigo

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  2. Es como lo parodiado Diego Reinhold a Tinelli, con un latiguillo que todos repetían para seguir cooptados por la cámara boba
    ¡ Es muy bueno!. Otros decían, Daalee. Pero lo cierto es que la modernidad no trae nada de vida

    ResponderEliminar
  3. El folclore argentino es un género con una nutrida variedad de ritmos, tal vez más nutrida que la de muchos otros géneros musicales. A lo largo de la historia ha tenido grandes poetas que han escrito letras de profunda riqueza literaria. También la música ha llegado a ser de una notable calidad y creatividad. Luego vinieron épocas en que se vendió folclore por favores políticos (chacareras para candidatos), y épocas de monotonía creativa, o ausencia de tal, que le hicieron perder vigencia y atractivo.
    Pero es una expresión cultural valiosa que se ha estado renovando y que se ha estado modernizando tecnológicamente también.
    Es posible que no sea del gusto de todos, pero tiene sus adeptos, entre los que.me encuentro. En distintos países he participado de grupos de expatriados con quienes nos reuníamos a tocar y cantar folclore. Es digno de mencionar lo atractivo que es para nacionales de otros países de latinoamerica, que también integraban esos grupos y que se sabían mejor que nadie todos los temas.
    Que el patio de froilan no evolucione, es otra cosa; yo creo que eso tiene que ver con un tema cultural de informalidad e improvisación que nos caracteriza, algo que no creo justo achacárselo al género folclórico.

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