La colección completa de Flavio Josefo |
Un judío de la familia de los macabeos, se va a vivir a Roma y escribe varias obras, en una de las cuales se refiere a un tal Jesúcristo
Una pregunta que plantean los lectores por estos días en que la cuestión de los judíos está presente en los diarios del mundo, es quién fue el escritor hebreo Flavio Josefo y qué importancia tiene para el cristianismo. Va para ellos entonces, la siguiente historia tomada de unos libros que tengo en casa.Flavio Josefo fue un historiador judío, nacido en Jerusalén en el año 37 de nuestra era y muerto en Roma hacia el 95 o por ahí. Pertenecía a la familia de los macabeos y muy joven se afilió a la secta de los fariseos, en la cual se hizo notable por su austeridad.Después de haber tratado en vano de contener la rebelión de los judíos contra Roma, aceptó la misión de defender su causa en la Galilea y sostuvo, en Jotapat, un obstinado sitio contra Vespasiano y Tito.
Obligado a rendirse, predijo a Vespasiano su elevación al imperio, se conquistó su amistad, acompañó a Tito al sitio de Jerusalén, y después de la toma de esta ciudad, siguió al vencedor a Roma, donde recibió el derecho de ciudadanía, el título de caballero y una pensión. Todo un traidor, digamos, para ser francos.
Dejó escrito: “Historia de los judíos contra los romanos y de la ruina de Jerusalén”, en siete libros, obra muy estimada por Tito, quien la hizo traducir al latín: “Antigüedades judaicas”, en veinte libros; “Historia de los judíos, desde el Génesis hasta Nerón”; dos libros “Contra Apión”, en que combate las suposiciones erróneas del paganismo acerca de los orígenes y culto del pueblo hebreo; unas “Memorias” en que da cuenta de su vida y su “Discurso” en elogio de los Macabeos que Josefo titula “El origen de la razón”.
Todas sus obras fueron escritas en lengua griega y conocidas por Agrippa, hermano de Berenice, que certificó su autenticidad en cartas laudatorias reproducidas por el historiador. San Jerónimo, que llama a Josefo el Tito Livio de la Grecia, dice que se le elevó una estatua en Roma.
Las obras que se conservan han sido reunidas por Havercamp, con la traducción latina de J. Hudson, en Ámsterdam, en 1726, en dos volúmenes en folio y por G. Duiforf, en 1865, en París, en dos volúmenes de la colección Didot. Entre otras, claro.
¿Porqué es importante este Flavio Josefo?, porque en los libros 18 y 20 de su texto “Antigüedades judaicas”, traen referencias a Nuestro Señor Jesucristo y hay una referencia a san Juan Bautista en el 18.
El libro 18 puede haber sido retocado por los cristianos, pero casi todos los estudiosos modernos reconocen la autenticidad de la referencia en el libro 20, de las Antigüedades sobre “el hermano de Jesús, quien fue llamado Cristo, cuyo nombre era Jacobo”. También sería auténtica la referencia en el libro 18, sobre el encarcelamiento y la muerte de Juan el Bautista. Ese Josefo no menciona a Jesús en otros textos como “La guerra de los judíos”, que había escrito veinte años antes.
No es exacta la versión de Josefo, con respecto al Nuevo Testamento, es decir, no se corresponde exactamente. Esos pasajes, según los eruditos, no son interpolaciones, pues un interpolador cristiano habría hecho corresponder los textos a los relatos del Nuevo Testamento; no hacerlos diferir.
Es el único historiador conocido que, fuera del Nuevo Testamento, trae alguna referencia a Nuestro Señor Jesucristo: no es estricto lo que dice, según lo que creemos quienes creemos, pero lo menciona como alguien histórico, que existió en la realidad, tangible, de carne y hueso, como para dar testimonio, por fuera de los libros sagrados, de que anduvo por la Galilea, más o menos en el tiempo que también mencionan nuestros textos.
Para quienes seguimos los Evangelios, ese Flavio Josefo no nos mueve el amperímetro ni un milímetro, pero sirve, a veces, para convencer a los desconfiados de que sí existió en la historia un tal Jesús, por lo que, si nuestra religión es una mentira, al menos hay alguien de afuera que viene a decir que no.
Y eso es todo lo que tengo para decir del hombre.
©Juan Manuel Aragón
A 21 de enero del 2024, en la Independencia. Aguaitando el chumillero
Para quienes seguimos los Evangelios, ese Flavio Josefo no nos mueve el amperímetro ni un milímetro, pero sirve, a veces, para convencer a los desconfiados de que sí existió en la historia un tal Jesús, por lo que, si nuestra religión es una mentira, al menos hay alguien de afuera que viene a decir que no.
Y eso es todo lo que tengo para decir del hombre.
©Juan Manuel Aragón
A 21 de enero del 2024, en la Independencia. Aguaitando el chumillero
Gracias por las referencias, Juan Manuel. Muy interesante. Ojalá que con el avance de las investigaciones históricas, documentales y arqueológicas, y el apoyo de la tecnología cada vez más sofisticada, se sigan encontrando soportes para poner en contexto, legitimar y de pronto redireccionar las creencias religiosas. Por otro lado está la fe dogmática y la espiritualidad, que son igualmente válidas y respetables porque son inherentes a la naturaleza humana y han servido para aportar orden, valores y principios de convivencia. Esos principios son los que han hecho posible el florecimiento de nuestra civilización, que no es poca cosa, y el desarrollo progreso de la cultura occidental judeo-cristiana, que tampoco lo es.
ResponderEliminarMuy buen escrito Juan Manuel. Decir sobre la inexistencia de nuestro Señor Jesucristo, con todo lo que se viene descubriendo, para pesar de los ateos o agnósticos, ha llevado a este mundo moderno, no dudar ya su existencia, sino buscar la apostasía. Es decir, "existes, pero no te doy pelota", literalmente. Gracias a judíos conversos como Pablo o no conversos como Josefo pero anti farisaicos, nuestra Fé se mantiene firme, pero lamentablemente se busca minarla desde adentro...
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