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PROBLEMA Qué hacer si lo invitan la Mirtha o la Juanita

Juanita y Mirtha

Algunos consejos por si lo llamaran a cenar o almorzar a la mesa más famosa de la televisión argentina

Si alguna vez, por esas cosas de la vida, le toca estar de invitado en lo de la Mirtha Legrand o su nieta Juanita, debiera tener en cuenta, como primera medida, que no estará acudiendo a las mesas más finas y distinguidas de la Argentina, sino a la de dos actrices, esas que los abuelos llamaban bataclanas. Una un poquito más bataclana que la otra, pero más vieja también. La nieta es de esas mujeres que se ríen con la panza, sacando las carcajadas del fondo de la garganta. De una manera que no lo haría su madre, señor lector, ni una mujer que se llame decente, no sé si capta.
Las cenas de la abuela son un monólogo teatral, en la que, en algunas esporádicas ocasiones, los invitados se atreven a interrumpir para decir un bocadillo. Los almuerzos de la nieta suelen ser más “descontracturado”, como dicen. Ahí conversan con lenguaje de gente moderna, veganos, resiliencia, flashar, vibra, copado, todes, empoderar, poliamor, re, asuntos más raros que hippie recién duchado.
Si lo invitaran—o invitasen—deberá debe tener la delicadeza de llegar con un regalito para la anfitriona: algo de aquí nomás, puede ser un licor artesanal de algarroba, un arrope de chañar, alfajores de Las Termas, que se los hará llegar antes de sentarse a la mesa, diciéndole “es un recuerdito nomás”.
No se olvide de que tiene que decir lo suyo en treinta segundos o menos, apenas le hagan una pregunta y después ver si puede agregar un comentario, una brevísima apostilla, siempre refiriéndose a lo que usted hace, a lo suyo, ¡vamos! El programa es para lucimiento de ellas, los invitados son comparsa y, por eso, si no está de acuerdo ni se moleste en ir.
Por ahí suelen invitar a maravillosas modelos, de las que enceguecen si se las mira de frente. Trate de no quedarse observándola como bobo, los ñatos que filman allá suelen ser muy bichos y lo van a mostrar mirándole el escote a esa naifa. Usté, un duque, ni la tenga en cuenta. Además, para qué, si no les va a tocar el culo ni con una caña tacuara de veinte metros.
Es difícil que los provincianos sean invitados a esos sitios, deben haber hecho algo excepcional como ganar el Nobel, ser inventores de alguna vacuna valiosa, haber descollado en una competencia de matemáticas o, directamente, dejar unos buenos (millones de) pesos a la producción para largar tres o cuatro pelotudeces, como dicen que hacen —pero nadie es quién para aseverarlo taxativamente —algunos políticos conocidos. Un artista porteño si se separa de la señora puede que lo conviden a explicar por qué la dejó, pero los provincianos deben hacer proezas inmensas para que, de vez en cuando, uno tenga el honor de sentarse a la mesa. Mire, con decirle que los actores de Santiago se casan, se separan, engañan a la señora o son fieles a muerte, pero no los llaman ni para Rogelio Jorge Llapur en Libertad de Opinión.
Tiresé encima la mejor pilcha, pero intente no parecerse a esos artistas que se visten de manera extravagante, de zapatos colorados, pantalón verde, remera azul, lentes con marco blanco o fucsia y el pelo como si recién se hubiera levantado de la cama. Tranqui, lleve con elegancia su provincianía. No olvide lustrar bien sus zapatos y que el cinto haga juego, si esas dos prendas están bien, puede ponerse una remera de la vereda del mercado y un pantalón de la galería Leonardo y nadie lo va a notar.
Otra cosa, intente parecer natural, la espalda derechita, bien sentado, servilleta sobre la falda, antebrazos posados en la mesa, mirando a su anfitriona como si toda su vida no hubiera hecho otra cosa que comer con las cámaras enfocándolo. Si alguien hace un chiste y todos se ríen, usted también deberá hacerlo, no tanto como para que crean que es uno de ellos ni tan poco como para que digan que no lo ha entendido.
Si es santiagueño y acaba de bajar del tren, hable como lo hace todos los días, no tenga miedo de decir “si mi mama cocina pizzas, io soy de ay pa comerlas”, en vez de “cuando mi mamá hace picsas, ¿vistes?, sho me morfo tres porciones, me morfo”.
En cuanto a la comida en sí misma, si es fácil, haga dos o tres bocados, para que no crean que es un guarango un guasoto que no sabe comportarse. ¿Qué es una comida fácil? Va un caso, un plato principal en esos antros, podría ser risotto de hongos (con champiñones, portobellos y shiitake) preparado con caldo de verduras, vino blanco, manteca y queso parmesano, servido sobre una cama de espinacas ligeramente salteadas con ajo y aceite de oliva. En este caso vaya a lo conocido, coma solamente las espinacas. Juan Seguro vivió muchos años.
Un detalle, no se le vaya a ocurrir hacer un chiste: recuerde que usté no sabe nada de televisión, los porteños son raros y si no lo entienden va a quedar como un estúpido frente a millones de televidentes. Tampoco les critique el hecho de que, para brindar, levanten la copa del tallo ni que sirven el vino con la mano del revés, igual que como dan la comunión los curas maricones de ahora.
Manténganse en lo suyo, responda cuando le pregunten, no hable del “interior”, sino de su provincia o de las provincias, porque finalmente todos son del interior. O acaso los porteños viven en el exterior. Todos los que viven adentro de un país, son del interior de ese país, sean porteños o provincianos. Usté es provinciano, a toda honra.
Pruebe apenitas las comidas, llevando el tenedor a la boca y no la boca al tenedor. Cada vez que vaya a hablar, limpiesé levemente los labios con la servilleta, por las dudas le haya quedado una miga de algo. Tome poco vino. No tiemble. Intente no sudar. No mire todo como pajuerano. Haga como si toda su vida en Santiago comiera el guiso de arroz amarillo con menudos de pollo, con Canal 7 filmándolo y Pupi Vozza relatando el almuerzo.
Después, cuando todo termine y esté afuera del canal, respire hondo. Si lo dejaron decir lo suyo, si no habló ninguna macana, si no la miró mucho a la Juanita, si la abuela no lo chicaneó con alguna pregunta pelotuda, siéntase feliz y contento. (Aunque sea un asunto olvidado, cuando fue invitada Ingrid Betancourt, a quien los terroristas colombianos tuvieron cautiva varios años, le preguntó: “¿Tenía cremas ahí?”. La vieja tilinga creía que le iban a dar crema Hinds, para las manos en la selva colombiana, semejantes salvajes, esos izquierdistas).
Ya en la calle, antes de volver al hotel, vaya a uno de esos carritos que hay en Buenos Aires y clávese un choripán. Si alguien le pregunta:
—¿Usted es el santiagueño que estuvo en la televisión?
Diga:
—¿Só loco vo?
Y dele tranquilo al tetra.
Juan Manuel Aragón
A 13 de junio del 2025, en Finca de Ramos. Aguaitando a un amigo.
Ramírez de Velasco®

Comentarios

  1. Cristian Ramón Verduc13 de junio de 2025, 7:17

    Dice un amigo: "Me han invitado a la mesa de Mirtha Legrand. Les he dicho que me dejen tranquilo, que no voy".

    ResponderEliminar
  2. Valiosos y muy útiles consejos, Juan Manuel. Los tendré en cuenta para cuando me inviten.

    ResponderEliminar
  3. Santiagueños,de acuerdo a los acontecimientos en pleno desarrollo en su provincia,deberian tener verguenza de vivir en ella..... .!!!!Pidan Disculpas ¡¡¡

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. vos da la cara, che anonimo y yo pido disculpas, sos u cagon de mierda

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    2. TUS DISCULPAS SON ACEPTADAS..............TRABAJADOR MUSCULOSO

      Eliminar

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