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Asado |
Con 1.000 pesos, antes eras un estanciero, hoy compras 83 gramos de asado o 41 milímetros de un departamento en Buenos Aires
Hoy, con 1.000 pesos, apenas compras 83 gramos de asado, un trocito que no alcanza ni para llenar el hueco de la muela. En Buenos Aires compra para 41 milímetros cuadrados de un departamento, ¡menos que un posavasos! Hace 10 años, esos mil pesos eran 11 kilos de carne y 620 centímetros cuadrados de vivienda. En 1995, te llevabas 250 kilos y un metro cuadrado justo. En la década del 50, ¡20.000 kilos de asado o un bulín de 20 metros cuadrados! El peso se desmoronó, dejando solo migajas y sueños de estanciero en la pampa húmeda. Siga esta nota y le sorprenderá saber qué compraba con ese billete hace 100 años. Haga funcionar la máquina del tiempo y comience un viaje fascinante los precios del pasado.Hoy en día, con el asado a 12.000 pesos el kilo, con 1.000 pesos se compran solo 83 gramos. En el mercado inmobiliario, a 2.440 dólares el metro cuadrado, esos 1.000 solo llegan a cubrir el precio de 41 milímetros cuadrados de un departamento en Buenos Aires, menos de un centímetro cuadrado. Si vas con esa plata, se te ríen en la perra cara.
Pero en el 2015, al final del gobierno de Cristina, cuando el asado estaba a 90 pesos el kilo, el que pelaba 1.000 pesos, se llevaba 11 kilos 100 gramos. Invitaba a los amigos del barrio y en una de esas le quedaba algo para picar al día siguiente. En ese tiempo se publicaba que el metro cuadrado de vivienda en Buenos Aires, salía 1.800 dólares o, lo que es lo mismo 16.200 pesos considerando el dólar a 9 pesos. Ese billete cubría 620 centímetros cuadrados, lo que se dice, un parche de baldosa.Pero, vaya más atrás, en el 2005, principios de la era de los Kirchner, con el asado 7 pesos el kilo, esa suma servía para algo menos de 143 kilos. Si quería, invitaba a los amigos del club. El metro cuadrado de un departamento en Buenos Aires estaba a 700 dólares. Con 1.000 pesos compraba 476 centímetros cuadrados, casi medio metro cuadrado. Un lugar en un ascensor, pongalé.
En 1995 gobernaba Carlos Saúl I, el Emperador. Por ese entonces el asado salía 4 pesos por kilo y, si la matemática no falla, compraba 250 kilos. Es decir, si tenía los mismos mil pesos de ahora, sin devaluar, podía invitar dos o tres fines de semana a comer a los muchachos de tooodo el club con sus familias, teniendo en cuenta que ellos pondrían el pan, las ensaladas, el carbón, los zochoris y el postre. El metro cuadrado en Buenos Aires andaba por los 1.000 dólares, equivalente a 1.000 pesos en ese momento. Con ese billete compraba un metro cuadrado exacto. Por un lado, quizás el barrio lo aclamaba por su generosidad, pero por el otro, todavía no tenía dónde caerse muerto.
Pero, retroceda hasta principios de la década del 60, Frondiza, Illia, quizás Onganía. En ese tiempo, como muy caro, el asado estaba a 20 centavos el kilo (había inflación alta, pero al mismo tiempo precios muy bajos, al menos comparados con los de ahora). Con mil pesos actuales, ajustados por inflación compraría 5.000 kilos de asado. Si un novillo tiene 250 kilos, ahí nomás tiene 20 pal gancho. Con esa guita en la mano, en la década del 60 se convertía en un pequeño productor. En ese tiempo el metro cuadrado, salía 100 dólares (un estándar modesto para esa época), eso sería unos 100 pesos de 1960. Si en vez de vacas invertía en un departamentito, le alcanzaba para algo como un garaje de 10 metros cuadrados.
Vaya hasta la década del 50, tiempos de la Revolución Libertadora. Entonces el asado costaba 5 centavos el kilo. Calcule entonces, que mil pesos actualizados rendirían la compra de 20.000 kilos de asado. Convierta esa carne en animales y tendrá una respetable hacienda de 80 vacas. Una casa, siempre en Buenos Aires, se pagaba 50 pesos el metro cuadrado. Ya le alcanzaba para un departamentito de 20 metros cuadrados. Un lindo departamentito, ¿no?, pero para vivir solo, porque no iba a vivir con la patrona y los chicos en esa caja de zapatos.
En la década del 40, fines de Ortiz y Castillo, principios de Perón, con el asado a unos 3 centavos el kilo, con los 1.000 pesos adquiría unos 33.333 kilos. Siempre que cada una pesara 250 kilos, tendría un rodeo de 133 vacas y un poquito más. El metro cuadrado andaba por los 20 pesos. El billete le daba para comprarse un departamento mediano de 50 metros cuadrados o una casa en las afueras. Siempre hablando de Buenos Aires.
En los años 30, la maldita década infame, el asado casi que lo regalaban, salía un centavo el kilo. Con 1.000 pesos se compraba 100.000 kilos. En ese tiempo usted hubiera sido un estanciero mediano. Y tendría un departamento en pleno centro, de 200 metros cuadrados o uno más modesto, pongalé de 100 metros cuadrados, además de más un palacete en su estancia de Pergamino.
En 1925, tiempos de Marcelo Torcuato de Alvear, el asado estaba a dos céntimos, (¿entiende?, ¿le cabe en la cabeza?, sólo dos céntimos, porque la carne era en ese entonces, la más barata del mundo). Con los mismos mil pesos que hoy no son nada en el bolsillo, le daban 500.000 kilos de carne o 2.000 vacas en la pampa húmeda. Usted era entonces un Álzaga Unzué, un Martínez de Hoz, un Zuberbuhler, un Güiraldes. El metro cuadrado construido en Buenos Aires, salía un peso de entonces, lo que le permitía ser el feliz propietario de 10.000 metros cuadrados, en varios departamentos de las principales calles de Buenos Aires.
Si existiera la máquina del tiempo, lindo seria volver cien años atrás, con el equivalente a mil pesos de hoy en el bolsillo. ¿No cree?
Juan Manuel Aragón
A 23 de agosto del 2025, en La Toma. Tinquiándome el pupo.
Ramírez de Velasco®
Me acuerdo de cuando el boleto del 12 costaba más de un millón para ir de casa al parque.
ResponderEliminarResulta curioso que haya argentinos que hoy se quejen de la situación, de que el gobierno los mata de hambre y de que esto que se está viviendo es insostenible.
No entienden que alguna vez toca pagar por todos esos ceros que les quitaron a los billetes en los últimos 55 años
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Le podemos dar vueltas por un lado y por otros, especialmente si no tenemos otras prioridades. Si uno se esmera dándole vueltas y vueltas al asunto, finalmente se va a dar cuenta de que, si no consideramos a los billetes, cada cosa tiene su valor por la necesidad que tenemos de cada una de esas cosas y las posibilidades de conseguirlas. Hay más cosas que se pueden considerar en una mesa de café, como la necesidad de inventar la máquina que sirva de corrupómetro, para medir quién fue o es más dañino, pero igual va a seguir habiendo poco para muchos y mucho para pocos.
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