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La Flotilla de la "Libertad" |
Progresistas europeos posan de humanitarios y legitiman al Hamás, sin llevar ayuda real y sembrando más odio que alivio en Gaza
*Simón de Ponferrada
La Flotilla de la Libertad, cuyos responsables se perciben como “misión humanitaria hacia Gaza”, no fue más que un montaje propagandístico financiado y orquestado por redes vinculadas al terrorismo de Hamás, diseñado para deslegitimar a Israel y perpetuar el sufrimiento palestino en beneficio de sus líderes extremistas. Esta farsa, que ha involucrado a figuras como Greta Thunberg y Ada Colau, ha sido expuesta como un acto de hipocresía mayúscula: los barcos interceptados por las Fuerzas de Defensa de Israel no llevaban ayuda real, sino cámaras para generar titulares sensacionalistas y folletos de propaganda de Hamás. Ni medicinas, ni comida, ni suministros: solo activistas ingenuos o cómplices sirviendo a una agenda yihadista que explota la miseria de Gaza para fines políticos.Desde su origen, estas flotillas han sido criticadas como provocaciones deliberadas. El Gobierno israelí las ha calificado de "iniciativa yihadista organizada por Hamás", señalando a Zaher Birawi, representante europeo del grupo, como cerebro y financista de varias operaciones para romper el bloqueo naval impuesto en el 2007. Ese bloqueo, sostenido por resoluciones internacionales, busca impedir el contrabando de armas hacia la Franja. Quienes promueven la narrativa de “ayuda humanitaria” eligen ignorar que el objetivo real es socavar la seguridad israelí y fortalecer a una organización terrorista responsable de masacres y secuestros.Los vínculos entre flotillas y terrorismo no son una conjetura aislada. Documentos recuperados en Gaza por las Fuerzas de Defensa de Israel muestran lazos directos con la Conferencia Popular para Palestinos en el Extranjero, designada como entidad terrorista por Israel en 2021. La Fundación para los Derechos Humanos y la Libertad y Ayuda Humanitaria, involucrada en flotillas previas, fue investigada en Turquía, Estados Unidos y Francia por conexiones con redes yihadistas, incluidas células vinculadas a Al-Qaeda. Estos antecedentes desmienten el relato edulcorado de los organizadores y confirman que las embarcaciones son parte de un teatro cuidadosamente planificado.
Más allá de los nombres en los comunicados de prensa, el contenido real de las embarcaciones es revelador: casi nula ayuda material, abundante equipo audiovisual y propaganda impresa. No se trató de priorizar medicamentos o alimentos básicos, sino de multiplicar imágenes de choques navales para alimentar titulares en medios afines. La instrumentalización de voluntarios, algunos de ellos jóvenes atraídos por consignas simplistas, no es un error ingenuo: es parte del guion y las vidas se usan como fichas para reforzar una narrativa victimista.
La hipocresía de los organizadores es evidente cuando rechazan rutas seguras para la entrega de ayuda, como el puerto de Ashkelon, en el que Israel ha ofrecido procesar cargamentos humanitarios bajo supervisión internacional. Optaron deliberadamente por rutas de confrontación, obligando a la marina israelí a intervenir y poniendo en peligro a tripulaciones civiles. Líderes políticos europeos lo han señalado: Giorgia Meloni calificó la acción de “inútil y peligrosa”, mientras Isabel Díaz Ayuso denunció que detrás hay “subvenciones y chiringuitos” disfrazados de solidaridad.
En Israel, la percepción ciudadana es clara: la flotilla es una provocación que banaliza el dolor sufrido desde el 7 de octubre de 2023, cuando 1.200 civiles fueron asesinados por terroristas palestinos. Para una población traumatizada, ver barcos ondeando banderas pro-Hamás no es un gesto humanitario, sino una agresión simbólica que desprecia su seguridad y su derecho a defenderse. La memoria reciente hace aún más ofensiva la escenificación de estas “misiones”.
Además de ser un riesgo político y de seguridad, la flotilla representa un fracaso humanitario tangible. Al distraer la atención y los recursos de canales de ayuda avalados por la Organización de las Naciones Unidas y la Cruz Roja, debilita las vías reales para hacer llegar alimentos, medicinas y combustible a la población civil. Lejos de aliviar el hambre en Gaza, iniciativas como esta lo agravan al reforzar a Hamás, que utiliza los bloqueos y las tensiones como excusa para retener insumos y seguir operando con impunidad.
La estafa se completa con la cobertura de prensa selectiva, pues activistas europeos posan para fotógrafos mientras ignoran la represión sistemática que Hamás ejerce sobre su propio pueblo. Mujeres, minorías y opositores internos en Gaza no encuentran defensa en estas flotillas; su sufrimiento no aparece en pancartas ni conferencias. El mensaje implícito es que la narrativa política importa más que la vida de los gazatíes comunes.
En definitiva, lo que se presentó como misión de paz se desenmascara como un espectáculo propagandístico al servicio de una organización terrorista. La verdadera libertad para Gaza no vendrá de barcos con pancartas, sino de la desarticulación de Hamás, que secuestra la causa palestina para perpetuarse en el poder. Las flotillas, lejos de acercar una solución, prolongan la miseria y consolidan a los verdugos de su propio pueblo.
En este caso, como en muchos otros, el progresismo es cómplice del terror, pero se disfraza de virtud.
*Colaborador estrella.
Fuentes: The Guardian; Al Jazeera; Reuters; The Jerusalem Post; Jerusalem Center for Public Affairs; HumanRightsAtSea; Amnesty International; CommonDreams.
Ramírez de Velasco®
La Flotilla de la Libertad, cuyos responsables se perciben como “misión humanitaria hacia Gaza”, no fue más que un montaje propagandístico financiado y orquestado por redes vinculadas al terrorismo de Hamás, diseñado para deslegitimar a Israel y perpetuar el sufrimiento palestino en beneficio de sus líderes extremistas. Esta farsa, que ha involucrado a figuras como Greta Thunberg y Ada Colau, ha sido expuesta como un acto de hipocresía mayúscula: los barcos interceptados por las Fuerzas de Defensa de Israel no llevaban ayuda real, sino cámaras para generar titulares sensacionalistas y folletos de propaganda de Hamás. Ni medicinas, ni comida, ni suministros: solo activistas ingenuos o cómplices sirviendo a una agenda yihadista que explota la miseria de Gaza para fines políticos.Desde su origen, estas flotillas han sido criticadas como provocaciones deliberadas. El Gobierno israelí las ha calificado de "iniciativa yihadista organizada por Hamás", señalando a Zaher Birawi, representante europeo del grupo, como cerebro y financista de varias operaciones para romper el bloqueo naval impuesto en el 2007. Ese bloqueo, sostenido por resoluciones internacionales, busca impedir el contrabando de armas hacia la Franja. Quienes promueven la narrativa de “ayuda humanitaria” eligen ignorar que el objetivo real es socavar la seguridad israelí y fortalecer a una organización terrorista responsable de masacres y secuestros.Los vínculos entre flotillas y terrorismo no son una conjetura aislada. Documentos recuperados en Gaza por las Fuerzas de Defensa de Israel muestran lazos directos con la Conferencia Popular para Palestinos en el Extranjero, designada como entidad terrorista por Israel en 2021. La Fundación para los Derechos Humanos y la Libertad y Ayuda Humanitaria, involucrada en flotillas previas, fue investigada en Turquía, Estados Unidos y Francia por conexiones con redes yihadistas, incluidas células vinculadas a Al-Qaeda. Estos antecedentes desmienten el relato edulcorado de los organizadores y confirman que las embarcaciones son parte de un teatro cuidadosamente planificado.
Más allá de los nombres en los comunicados de prensa, el contenido real de las embarcaciones es revelador: casi nula ayuda material, abundante equipo audiovisual y propaganda impresa. No se trató de priorizar medicamentos o alimentos básicos, sino de multiplicar imágenes de choques navales para alimentar titulares en medios afines. La instrumentalización de voluntarios, algunos de ellos jóvenes atraídos por consignas simplistas, no es un error ingenuo: es parte del guion y las vidas se usan como fichas para reforzar una narrativa victimista.
La hipocresía de los organizadores es evidente cuando rechazan rutas seguras para la entrega de ayuda, como el puerto de Ashkelon, en el que Israel ha ofrecido procesar cargamentos humanitarios bajo supervisión internacional. Optaron deliberadamente por rutas de confrontación, obligando a la marina israelí a intervenir y poniendo en peligro a tripulaciones civiles. Líderes políticos europeos lo han señalado: Giorgia Meloni calificó la acción de “inútil y peligrosa”, mientras Isabel Díaz Ayuso denunció que detrás hay “subvenciones y chiringuitos” disfrazados de solidaridad.
En Israel, la percepción ciudadana es clara: la flotilla es una provocación que banaliza el dolor sufrido desde el 7 de octubre de 2023, cuando 1.200 civiles fueron asesinados por terroristas palestinos. Para una población traumatizada, ver barcos ondeando banderas pro-Hamás no es un gesto humanitario, sino una agresión simbólica que desprecia su seguridad y su derecho a defenderse. La memoria reciente hace aún más ofensiva la escenificación de estas “misiones”.
Además de ser un riesgo político y de seguridad, la flotilla representa un fracaso humanitario tangible. Al distraer la atención y los recursos de canales de ayuda avalados por la Organización de las Naciones Unidas y la Cruz Roja, debilita las vías reales para hacer llegar alimentos, medicinas y combustible a la población civil. Lejos de aliviar el hambre en Gaza, iniciativas como esta lo agravan al reforzar a Hamás, que utiliza los bloqueos y las tensiones como excusa para retener insumos y seguir operando con impunidad.
La estafa se completa con la cobertura de prensa selectiva, pues activistas europeos posan para fotógrafos mientras ignoran la represión sistemática que Hamás ejerce sobre su propio pueblo. Mujeres, minorías y opositores internos en Gaza no encuentran defensa en estas flotillas; su sufrimiento no aparece en pancartas ni conferencias. El mensaje implícito es que la narrativa política importa más que la vida de los gazatíes comunes.
En definitiva, lo que se presentó como misión de paz se desenmascara como un espectáculo propagandístico al servicio de una organización terrorista. La verdadera libertad para Gaza no vendrá de barcos con pancartas, sino de la desarticulación de Hamás, que secuestra la causa palestina para perpetuarse en el poder. Las flotillas, lejos de acercar una solución, prolongan la miseria y consolidan a los verdugos de su propio pueblo.
En este caso, como en muchos otros, el progresismo es cómplice del terror, pero se disfraza de virtud.
*Colaborador estrella.
Fuentes: The Guardian; Al Jazeera; Reuters; The Jerusalem Post; Jerusalem Center for Public Affairs; HumanRightsAtSea; Amnesty International; CommonDreams.
Ramírez de Velasco®
Este grupo de activistas recibe financiamiento de la Open Society Foundation (OSF) de Soros y de miles de personas con limitada capacidad intelectual para hacer un análisis de alta resolución sobre el tema de Gaza. Manejan millones de dólares y se dedican al turismo revolucionario. No trabajan, la pasan bomba, y se sienten realizados por demostrarse unos a otros lo virtuosos que son y lo comprometidos que estan con las buenas causas de la humanidad.
ResponderEliminarLAS SOLUCIONES FINALES.....NO SON FINALES..............
EliminarTODA VICTORIA CONSEGUIDA CON LA ESPADA.....NO ES MAS QUE UNA TREGUA....
Eliminar!!!! INGE ¡¡¡QUE VENTAJA ES TENER "UN ANALISOMETRO DE ALTA RESOLUCION PARA CONLICTOS SOCIORELIGIOSOGEOPOLITICO"¡¡¡¡¡
Eliminar!!!UD ES UN VERDADERO PRIVILEGIADO TECNOLOGICO DE ALTA GAMMA ¡¡¡¡
(O UN SUERTUDO)
Che,parece que el Inge abandono su zona de confort como "opinador"" y fue a participar "in situ"como "observador"de los acontecimientos "en pleno y picante desarrollo"
EliminarNota:Me hace recordar al correponsal de guerra "Ernie Pike" de la revista "HORA CERO"(de Oesterheld Hugo Pratt,año 1957)