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EDITORIAL Los maestros, ¿culpables de la drogadicción?

Un policía custodia la puerta de
la casa del vendedor de drogas

La marihuana, la cocaína, el paco, el éxtasis, están corrompiendo a una buena parte de la juventud


Entre las causas por las que el sabio Sócrates, de la Grecia antigua, fue condenado a beber la cicuta, se suele citar el hecho de que educó a Critias, uno de los Treinta Tiranos que derribó la democracia para imponer un gobierno oligárquico. Es decir, una sociedad tan culta como aquella, vio una relación directa entre lo que enseñaban los maestros y lo que hacían luego los alumnos.
María Agustina Di Martino fue a una fiesta electrónica en Malagueño, Córdoba. Antes de llegar, compró éxtasis, una droga en pastillas, alucinógena y estimulante. Hace que el consumidor experimente una oleada de buenos sentimientos y magnifica la intensidad de lo que siente, sea bueno o malo. Como consecuencia del consumo quizás excesivo, se descompensó y murió en el hospital Domingo Funes de Santa María de Punilla, por un edema cerebral. Estaba intoxicada.
Luego se buscó a y se arrestó a quien le vendió la droga según informó el fiscal de Lucha Contra el Narcotráfico, Marcelo Sicardi. Al sospechoso no se le comprobaron antecedentes “pero era un vendedor habitual de éxtasis, y para llegar a los clientes se valía de redes sociales de diversas características y usaba identidades falsas”, agregó el funcionario judicial, citado por la agencia Télam.
Por lo que se sabe, la chica muerta provenía de lo que se llama “buena familia”, tenía 28 años, hacía unos días se había mudado a una nueva casa con su pareja. Además, participada de un grupo de la Iglesia, coordinando grupos de chicos.
Cabría investigar a los maestros que tuvo esta chica, desde el jardín de infantes hasta los estudios superiores, si es que los cursó. Porque, ¡vamos!, cargar todo el dolo sobre el vendedor de drogas, es una medida de una simplificación excesiva, si bien, por ser mayor de edad, sabía o debió saber el mal que estaba causando con el comercio ilegal que ejercía.
A sus profesores y maestros hay que buscarlos con urgencia y al menos indagarlos para que confiesen, de forma amigable por supuesto. qué parte de responsabilidad suponen que les cabe en el hecho de que una chica formada por ellos, haya sentido la necesidad de ir a una fiesta, munida de pastillas ilegales para sentirse bien. Si todavía imparten clases, estaría bueno pedirles que revisen sus enseñanzas para que sus actuales alumnos no caigan en el mismo error de la joven.
El vendedor no es un hombre que en esta ocasión se apostó a la salida de una escuela para convencer a los niños de comprarle algo de ´merca´. Ella lo fue a buscar, primero para comprarle una pastilla y luego se fue a bailar, a una fiesta en la que, por lo que se sabe, estas sustancias suelen ser comunes. No tenía un cartel en la puerta de su casa, diciendo: “Compre pastillas de éxtasis, recomendadas por la Organización Mundial de la Salud”.
Hay que ver si eran consumidores de sustancias peligrosas los profesores y maestros que tuvo la chica durante su vida y si lo siguen siendo, prohibirles enseñar desde ahora, hasta que demuestren que enseñan cosas buenas y útiles. O al menos llamarlos al orden, es evidente que algo estuvieron haciendo mal, en algo se equivocaron, en alguna parte de sus enseñanzas, extraviaron a sus alumnos.
Nadie está diciendo que un profesor se para delante de los alumnos y les dice: “Chicos, si le dan a la marihuana se van a sentir muy bien, debieran probarla, no pasa nada”. Pero hay señales que los chicos, de manera consciente o inconscientemente, detectan en el aire.
Tampoco se les pide que impartan clases alusivas hablando en contra de la marihuana, la cocaína, las pastillitas, el paco, porque quizás sería peor el remedio que la enfermedad. Sabido es que en varias escuelas de Santiago a las que fue la policía a dar clases en contra de la droga, en vez de asustar a los chicos, los impulsó a su consumo.
Habría que ver, si no es tarde para que en los profesorados se haga una fuerte e inteligente campaña contra toda clase de sustancia ilegal, y así formarlos en la conciencia de lo que no deben hacer.
Poner toda la culpa sobre el vendedor de drogas es, al menos, un acto de inútil resistencia contra un mal que está consumiendo a una buena parte de la sociedad desde mucho antes que una persona se decide a comprar una pastilla de éxtasis, un porro de marihuana, una línea de cocaína.
Pedir sanciones más duras tampoco dará resultado, no se ha sabido que el Código Penal ataje a ningún delincuente ocasional o que ha hecho del delito su medio de vida. Las leyes regulan muchas veces la vida de la gente, pero no educan, no instruyen, no enseñan ni aleccionan.
Se debe volver la vista sobre los maestros, los profesores y hasta los mismos padres, muchas veces consumidores ellos también, y ver qué se hace para que un joven no se inicie en el camino de la drogadicción. Lo otro, pedir que las leyes solucionen el problema que la sociedad no quiso enmendar a tiempo, es pura charla para entretener a la tribuna.
Los medios de comunicación, la televisión chatarra, el mundo de la música y las malas películas que muestran a los drogadictos como triunfadores también son culpables de la tortura de las drogas como imposición a la sociedad, pero serían motivo para otro análisis.
Va siendo hora de comenzar a pelearle en serio a las drogas, antes de que, entre profesores, maestros, padres y la televisión terminen de destruir a una los jóvenes.
©Juan Manuel Aragón

Comentarios

  1. Prohibido prohibir dicen los que buscan nuestra aceptación que saben porque lo dicen. Pero en realidad es hablar sin decir. Lo mejor es quitar el temor para infundir al menos respeto de lo que deben cuidar sus acciones

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  2. Que la responsabilidad de la conducta y actitudes de un adulto mayor quiera ser adjudicada a los profesores de escuela que tuvo, y que estos deban ser penalizados por ello, es cuanto menos una postura descabellada.
    La persona que comete actos que resultan en perjuicio a otros o a si misma, es la única responsable por las consecuencias de los mismos.
    Asignar responsabilidades a terceras personas o "al sistema", solo promueve que las personas continuen evadiendo sus responsabilidades.
    Por otra parte, es utópico pensar que se pueda comprobar algún tipo de influencia de parte de maestros en hechos de ese tipo, cuando a los 28 años un adulto ha estado expuesto a vivencias y estímulos de toda fuente y de distinta naturaleza.
    Una persona que a los 28 años tiene una dedicación a actividades religiosas y al mismo tiempo se droga para ir a fiestas y se va a vivir con un ñato, no tiene todas sus ideas bien claras.
    A eso seguramente no lo debió aprender en el jardín de infantes y todas las consecuencias derivadas de su comportamiento deben ser adjudicadas a ella misma.
    A Sócrates lo mató la democracia, precisamente. Lo condenaron por mayoría todos los que se hartaron de sus críticas (bien fundadas, por cierto), por su estilo de exponer la ignorancia de los que se creían personas de prestigio y autoridad, pero que en realidad eran ignorantes con poder (cualquier parecido con la realidad actual no es pura coincidencia).
    Creo que el planteo de este tema debería ser revisado, poque a mi modo de ver no tiene sentido ni es practicable.

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