Ir al contenido principal

FÁBULA El alacrán, la rana y usted

El escorpión y la rana

A veces basta con pensar de una manera algo chinguiada una vieja y conocida historia, para extraer conclusiones distintas


Alacrán es mi nombre árabe, escorpión es griego. Soy el mismo y soy dos. Conocido por la vez que le pedí a la rana que me ayudara a cruzar el arroyo y luego se hizo una fábula muy conocida que me dejó muy mal parado para siempre, como alguien sin entrañas, malvado hasta la estupidez, diabólico y maldito. No dicen lo mismo de mis primas, la arañas, pues ambos somos arácnidos, a quienes todos tienen por simpáticas tejedoras, admirables y siempre laboriosas. Ellas hacen del engaño una forma de vida, de la trampa una virtud, del fraude una acción moral y son tenidas por buena gente, o al menos como mejores que nosotros.
Nosotros nos presentamos tal cual somos, mostramos nuestras pinzas al mundo, somos soldados y andamos armados, somos crueles y feroces, no podemos vencer nuestra propia naturaleza, ellas en cambio son modelos de fotografía artística, con gotas de rocío colgando de su tela, haciendo que el mundo alabe las bellezas que regalan los animalitos.
En realidad, nadie puede vencer su propia naturaleza, cambiará algunas costumbres quizás, o de hábitos, tomará otros caminos, estudiará otras opciones. Pero ¿mudar su ser intrínseco?, ¿ser otro y ser el mismo a la vez? Olvídese, eso no va a suceder, usted seguirá siendo Ramón, María, Alberto, Estela o Yanina hasta que se muera. Vivirá en otra ciudad, cambiará de trabajo, tendrá distintos amigos. Pero seguirá siendo siempre el mismo, igual a usted y a ningún otro sobre la faz de la Tierra.
La rana maldita aquella lo sabía, por algo me pidió no ser atacada al menos mientras durase el viaje de una orilla a la otra del arroyo. Mire, el asunto hubiera sido más fácil si le pedía: “Llevame al otro lado, porque no sé nadar”. Si ella decía: “Bueno, subite y vamos”, no habría pasado nada, llegábamos a la otra orilla, le daba las gracias y chau picho.
Pero se vio en la obligación de decirme en la perra cara, antes de pasar ese arroyo, que yo era un taimado, un mal bicho, un asesino, me refregó mi fealdad y mi naturaleza feroz. ¿Con qué necesidad?, no sé. Porque yo tampoco le demostré que ella comía bichitos que eran padres o madres de familia, no le dije que era más fea que un sapo, porque además era rana verde.
Como esos muchachos, ¿ha visto?, que son buena gente, buenos hijos, bien educados, no hacen mal a nadie, pero son un poco morochitos y andan por la vida con una camiseta de fútbol. Si usted los esquiva y dice que vienen de la villa y por eso es posible que lo asalten, al final terminan asumiendo que esa es su vida. Y una noche cualquiera quemarán la salita de primeros auxilios que le daba la leche a sus hijos, asaltarán a la enfermera que pone inyecciones en su barrio o matarán de un balazo a la madre porque no les quiso dar plata para la merca.
Y no, amigo, esa no es solamente la naturaleza de ellos sino también la suya propia, que los esquiva si los topa de frente por la calle, le molesta que anden pidiendo alguito para comer y se indigna cuando se reúnen en masa a cortar el tránsito para pedir que les aumenten las limosnas que les da el Estado.
La sociedad a veces es un alacrán que con la pinza de atrás se va acogotando hasta la asfixia, sólo porque no tiene contra qué más enojarse, no sabe hacer otra cosa. Piense en un Estado que, ante su propia inutilidad para generar trabajo y bienestar en su gente, decide hacer una cortada o tomar un atajo y solucionar el problema: entrega cajas de comida o dinero. Como ese dinero sale de los mismos impuestos que pagan esos pobres —y todo el resto— al final empieza a entregar menos, aumenta el hambre, son más los pobres y el sistema hace agua. O también se podría decir que entre todos matamos a la rana.
Cuando dicen que la piqué en medio del arroyo, ¿no cree que se refieren a usted y no a mí? En definitiva, yo soy un animalito y hago lo que manda mi propio ser, mi esencia. Pídale a la vaca que no haga “mu”, dígale al elefante que no use su trompa, avísele al león que no debe comer cebras, haga que una rata no se coma el maíz, dígale a un pobre que sonría cuando le dicen que no hay trabajo o sí hay, pero le pagará lo justo para que nunca deje de ser pobre.
Por eso soy el mismo y soy dos. Porque soy el alacrán —escorpión— de la fábula y también soy usted, su vecino, el vecino de su vecino y el quiosquero de la otra cuadra. No me pida a mí que no pique a la rana si usted no va a cambiar ni un cachito así, su manera de ser y cuando la vea hundirse, junto con usted pensará: “Si a mí me toca, que ella también sufra”. O, más directamente dirá: “¡Que se cague!”.
©Juan Manuel Aragón

Comentarios

  1. Precisamente, la moraleja de esa fábula se usa como alegoría de todos esos otros casos en los que una amenaza termina actuando de manera consecuente como es de esperar, según las propias costumbres, traicionando sus promesas de redención.
    La misma aplica de manera fiel a las instituciones y, sobre todo, a los partidos políticos.
    Es por ello que en todos los casos en los que al lobo lo disfrazan de oveja prometedora de futuros de gloria....como el "socialismo del siglo XXI", o el "Socialismo Democrático", o el "Peronismo de la década ganada", o el "Justicialismo Progresista" y todas esas sandeces, indefectiblemente terminan siendo el mismo alacrán de siempre, que fiel a su esencia y a su naturaleza no puede resistirse a picar de muerte a la ciudadanía en medio del río.
    Hay que aclarar que la fábula también expone la necedad, hipocresía y estupidez de la rana, que sabiendo que se trata de un lobo disfrazado de oveja prometedora de futuros de gloria, se decide a cruzar el río con tamaña amenaza cargada a sus españdas.......una y otra vez.
    Al que le quepa el sayo, que se lo ponga.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares (últimos siete días)

BALCEDO Otro país crecía a su alrededor

Bobadal hoy, visto desde el satélite Brevísima historia de un hombre que forjó un pueblo lejano desde un almacén a trasmano del mundo El hombre se llamaba Balcedo Santillán. Era el dueño del almacén “El luchador”, en el lejanísimo Bobadal, pueblo que estuvo mucho tiempo a trasmano del tren, de las principales rutas y caminos, de los ríos y arroyos, con decir que ni los aviones surcaban su cielo. Nada pasaba por ahí, salvo camiones llevando leña, el ómnibus de la empresa Piedrabuena, carros cañeros, los sulkys en que se manejaban los vecinos y algún viajero que caía por ahí rumbo a otra parte. Alguien dijo alguna vez que los vecinos vivían tras los ancochis, protegiéndose de las inmensas nubes de tierra que dejaban los vehículos de cuatro ruedas. Que honraban su nombre muy bien puesto: “bobadal”, tierra suelta. Balcedo estaba ahí desde mucho antes de que el gobierno loteara el lugar y trazara las calles, algunas de forma arbitraria, pues cruzaban por el medio del patio de algunas casas....

LIBRO Magui Montero partió su alma

Magui Montero al centro, a la izquierda Manuel Rivas, a la derecha, Marcela Elías La presentación de un libro de poesías convocó a un nutrido grupo de amigos y admiradores Por Juan Gómez Fue el miércoles a la caída del sol. Café-Librería “Bellas alas”. Magui Montero presentó su libro “Hasta partir el alma”. De pronto las mesas se cubrieron de flores multicolores (mujeres) que ofrecieron alegría y ruido. Lluvias de ideas entrelazadas entre sí: “Interpela / herida social / mar de la vida / ternura extraviada / intento de reparar / la fuerza de la esperanza / la poesía una forma de escuchar que empieza con la palabra / el papel me reclama que escriba / habla una parte del alma”. La idea de la presentación de su obra literaria, Maqui quiso que tomáramos nota que está en contacto con su alma. Un refrán francés dice que “la gratitud es la memoria del corazón”. Tras sus palabras uno comprende que la vida apura y no tiene tiempo. Quiere encontrar lo extraordinario en lo cotidiano. Escogió es...

ALTO EL FUEGO Cuando el odio es un negocio

El mundo civilizado apoya lo incivil A muchos no les gusta lo que está sucediendo en estos momentos en el Oriente Cercano, Israel y Gaza, vea por qué Por Natalio Steiner desde Raanana, Israel Se logró el acuerdo. El fuego se detuvo. Y de golpe, silencio. Ni marchas, ni carteles, ni lágrimas de alivio. La paz llegó… y a muchos parece que no les gustó. “Habría esperado que las calles de Europa y los campus del mundo estallaran de alegría por el fin de lo que durante meses llamaron ‘genocidio’”, dijo Naftali Bennett, ex ministro israelí. Pero no pasó. Porque su causa nunca fue la vida de los palestinos. Fue el odio a Israel. La oportunidad de sentirse moralmente superiores sin entender nada. Durante meses repitieron lo que les dictaban desde los bunkers ideológicos, sin una idea propia, sin un dato, sin contexto. Ahora que el fuego se apaga, se apaga también su utilidad. Ya no hay cámaras, ni trending topics, ni víctimas que mostrar. Y sin eso, no hay negocio. La paz los deja sin discurso...

María Corina Machado obtiene el Nobel de la Paz

María Corina Machado Una luchadora incansable por la libertad y la justicia en un país bajo la opresión del socialismo En un mundo en que la oscuridad del autoritarismo se extiende como una sombra implacable, la noticia de que María Corina Machado ha sido galardonada con el Premio Nobel de la Paz 2025 ilumina el horizonte con esperanza renovada. Anunciado hace un rato en Oslo por el Comité Noruego del Nobel, el galardón reconoce su incansable labor por promover los derechos democráticos del pueblo venezolano y su lucha por una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia. Nacida en Caracas en 1967, Machado, ingeniera industrial de formación, ha transformado su herencia de liderazgo en un faro de resistencia civil ante la opresión del socialismo. Desde sus inicios en la política, ha encarnado la valentía frente a la opresión. Fundadora del partido Vente Venezuela en 2012, unió fuerzas opositoras en la alianza Soy Venezuela, demostrando que la unidad es el arma más poderos...

VIDALA Retumban ecos perdidos

Rosas en un billete de 20 pesos Lo que alguna vez fue un sueño regresa en silencio, como si el tiempo no hubiera pasado sobre aquellas noches Cuando llegaba la noche, le venía a la memoria una antigua vidala que cantaba despacito para no despertar alucinaciones pasadas. No recuerdo la letra, sólo sé que nombraba a una mujer, pero casi todas las vidalas llaman un amor que desertó. A esa hora ya estaba en marca la revolución que soñábamos. Habíamos designado ministros, teníamos firmados los decretos que anticipaban la aurora que se vendría y planeábamos algunos pequeños gustos que nos daríamos cuando estuviéramos instalados en la cima del poder, como salir a tomar café al mismo bar de siempre o mandar a comprar sánguches de milanesa en el mercado Armonía —porque gobernaríamos desde Santiago— y convidar a todo el mundo durante una deliberación de gabinete. Al llegar la fortuita, incierta hora en que la reunión estaba tan linda que uno no sabía si acostarse para luego levantarse baleado o ...