León americano (Puma concolor) |
“La señora nos ceba mate que acompañamos con chipaco, pero hechos con margarina, sin chicharrón”
El pago ya no es lo que era, las palomitas no bajan a la represa a tomar agua, sino que van al boliche y piden una Secco Pomelo, las acatancas se rebelaron: no quieren andar empujando mierda, han formado un sindicato y piden camiones para llevarla, los chanchos del monte hacen manifestaciones: quieren que los quimiles vengan sin espinas así los comen más tranquilos. Y mi amigo León, ya no caza corzuelas ni potrillos ni cabras, se volvió vegetariano convencido por la hija Leoncita.Cada vez que voy al pago lo visito, antes me contaba de sus cacerías, pero dejó esas viejas costumbres, vendió la escopeta y ahora es fotógrafo de la naturaleza. “Qué bien”, le digo, no muy convencido, mientras me muestra la última cámara digital, una Olympus que es una maravilla, vea. “Con esa le tomo fotos a un zorro, a 200 metros de distancia y es como si estuviera aquí al ladito”, me cuenta.La señora nos ceba mate que acompañamos con chipaco, pero hechos con margarina y sin chicharrón, porque “es un daño a la naturaleza sacar leche a los animales o matarlos para aprovecharles la grasa”. Yo le decía “ahá” nomás en cada barquinazo de la conversación, ¿qué le iba a contestar? Cada cosa que contaba, la señora, doña Leona, se ponía más seria. Después me llevó al fondo de la casa, a mostrarme una huerta ecológica —“sustentable y sostenible”, aclaró— para sembrar lechuga, acelga, rabanitos.Cuando volvimos donde estaba doña Leona con el mate, le pregunté de qué estaba trabajando. Dijo que una fundación de Buenos Aires o de Estados Unidos, no sé muy bien, porque se enredó en explicaciones enrevesadas, le compraban las fotos de los animales y le pagaban en dólares. Yo lo oía nomás, cada cosa que me contaba, le decía “ahá” nomás y trataba de poner cara de nada, porque era el primer león herbívoro que veía en la vida, salvo Juan Perón, pero al general lo conocía de fotos nomás.
En eso vino la hija, la Leoncita, de unos veintipico de años. El padre aprovechó para avisarme que ella era la que lo había convencido de hacerse vegetariano. La chica me contó que uno que había conocido en Bolivia, cuando fue de mochilera en un viaje iniciático le pidió que no comiera nada que tuviera ojos. “Y ahí me cayó la ficha”, dijo. No quise preguntar iniciático de qué había sido el viaje, pero lo imaginé.
Yo iba de la sorpresa al asombro, del asombro a la perplejidad, mientras la miraba a doña Leona, que cebaba mate y seguía apretando los dientes con furia. Entonces le pregunté a la chica en qué trabajaba. “No quiero trabajar tío”, me dijo. La miré sin decir nada, a doña Leona le asomaron lágrimas, pero siguió tercamente callada. Pensé en mis tiempos, cuando a un amigo muy vago le hacían esa pregunta decía: “Estoy esperando que me llamen de una prestigiosa entidad bancaria de la city” y, ¿sabe qué?, quedaba regio. Los amigos del viejo volvían a la casa diciendo: “El hijo de doña Tortuga está por entrar a trabajar en un banco”. En otros tiempos si un joven contestaba que no quería trabajar, para los grandes era una falta de respeto total, el padre se sentía en la justa obligación de desatornillarle la cabeza de una cachetada, sea hijo o hija.
Y ahí estaba el León, parecía orgulloso de la chica. Luego ella fue a comprar Fernet para esa noche, el León entró a la casa a buscar unas fotos de cuando éramos chicos y doña Leona, llorando bajito, me contó: “No sé qué le ha dado a este, quién lo ha contagiado, qué lo ha agarrado, por qué hace eso”. La miraba callado, con la boca abierta. Agregó: “Todo ha comenzado cuando han llegado esos aparatos, la televisión, los telefonitos, la luz eléctrica, esas cosas que les ponen a las chicas de séptimo grado para que no se preñen”, seguía llorando. “Después se hicieron tomadoras, peor que los hombres, se pintan el pelo de verde, de morado, de naranja, exigen a los padres que les den plata para alcohol y vaya uno a saber qué más, y ya no quieren ni estar de novias, se escapan de los bailes con unito y tienen relaciones contra la primera tapia que hallan”, seguía sollozando. “Ya no hay un respeto, don”.
En eso volvió el León de adentro, traía un álbum de fotos que miré haciéndome el apurado, quería irme de ahí, no solamente de esa casa sino del pueblo aquel que había sido de mi feliz niñez, y ahora era cualquier cosa. Pero se empeñó en contarme que ese año habían estado en la marcha del orgullo y la diversidad arcoíris que organizó la comuna del pueblo y que él desfiló de botas altas, pantalón colorado, pupera, aritos, enarbolando la bandera que usan los invertidos. A esa altura doña Leona lloraba a moco tendido, viera.
A la vuelta pasé por la plaza, observé un grupo de changos, todos agachados, mirando el celular, enceguecidos por la modernidad. Y recordé la milonga de Atahualpa: “Mi tierra te están cambiando, o te han disfrazau que es pior, amalaya que se ruempa pa siempre mi corazón”.
A lo lejos chillaban las catitas. Y una agüita salada me chorreaba de los ojos.
©Juan Manuel Aragón
¿Dónde andaba Don Hualu, el marido de Doña Tortuga? Ya debe de ser un "chico" de unos 70 años de edad.
ResponderEliminarExtraños tiempos corren, estimado Juan Manuel, en los que la sociedad ha ido abandonando los valores morales y principios éticos con los que se formó, desarrolló y progresó la cultura occidental, generadora de todo el progreso y bienestar que hoy dilapidamos.
ResponderEliminarCuando pregunto por qué se permite a los hijos tener ese estilo de vida nihilista, las patéticas respuestas que recibo son generalmente "es que en estos tiempos ya no se les puede decir nada porque es peor", o "así es ahora y hay que aceptarlo".
Pienso que han renunciado a la responsabilidad de formar y educar en principios, valores y asumiendo responsabilidades y en el entendimiento de que tienen deberes y obligaciones antes que "derechos y merecimientos".
El problema es que eso requiere dedicación, tiempo, esfuerzo, y fundamentalmente ejemplo, capacidades que aparentemente hoy los padres, cuando existen, han perdido.
Yo insisto en que todavía se puede educar en valores y responsabilidades; y los hijos que sean educados de esa manera, en familias estables consistentes en un esposo padre y una esposa madre, seguramente serán los que tengan la mejor chance de futuro en todos los órdenes de la vida, y además estarán siempre por encima de toda la horda de mediocres que se viene.
Cosas veredes Pancho, le dijo el Caballero de la triste figura a su yanasu.
ResponderEliminarLos leones ya no son lo que en otrora.
Cosas que pasan , como el disco de pasta , lonplay
ResponderEliminarCosas que pasan , el disco de pasta , o el longplay , o el disco simple , o el casette , o el cd. Mini cd , el MP3 , MP4 , el dvd , pendrai , Spotify ..... Y todo más rápido ... ...Y ella sigue siendo la más linda del barrio
ResponderEliminarSerá de Dios!, con este colectivo del abecedario que nos ha dado vuelta la taba.
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