Preñada acaricia su vientre |
Los números del Ministerio de Salud de la Nación meten miedo a cualquiera que se acerque a ellos; el derecho penal ya no los ampara
Hay cifras que meten miedo, dan escalofríos. En el 2022 se mataron 96.664 chicos en la Argentina, mientras en el 2021 hubo 73.487 muertos, a los que, por disfrazar el crimen, se los llama “abortos”. Es decir, fueron asesinados 23.177 niños más en el 2022 que en el 2021. Esto, según estadísticas vitales del 2022, dadas a conocer por el Ministerio de Salud de la Nación que sostiene también que estas muertes ocurrieron en “centros de salud”.En el 2022 hubo también 495.295 nacimientos, la cifra más baja de los últimos 50 años, esto implica una reducción del 6,5 por ciento respecto del 2021. Para redondear, en ese año, de cada seis embarazos, un niño fue muerto antes de nacer. Si usted tiene 20 años y está leyendo esta nota en el 2044, sepa que su madre fue una de las cinco que decidió tenerlo (Deo Gratias), y que su equipo de fútbol, podría haber perdido un Lionel Messi o la medicina ideada por un Premio Nobel. Hay una posibilidad entre seis de que esto haya sucedido.En dos años se mataron 170.151 chicos, que son más de cinco veces y media de los muertos calculados por los organismos de Derechos Humanos durante la última dictadura militar, que duró más de siete años. Si quiere una cifra más cercana, no tan polémica, sepa que los muertos argentinos son 8 veces y media más que los muertos en Palestina, desde que Israel comenzó a los tiros en la Franja de Gaza.
Hasta aquí los números, de los que usted se olvidará apenas cierre esta nota. Son importantes para convencer, mas no para establecer la verdad con la fuerza que ella precisa.
El consenso mundial, a esta altura de la historia de la kermés mundial ha establecido con meridiana claridad, que el Derecho Penal es, antes que nada, el método más lógico que halló la humanidad para defender a los débiles del abuso de los más fuertes. Si alguien roba la cartera de una viejita, es porque tiene más fuerza, en ese caso la Policía intentará recuperar la cartera y luego entregará al ladrón a la Justicia para que, encerrado, el resto de la población se sienta más seguro. Casi siempre se trata de alguien más poderoso, o en una situación ventajosa, ejerciendo su poder sobre alguien más débil. Entre ambos está el derecho penal como solución a una “interferencia intersubjetiva”, según sostenía el maestro Enrique Aftalión en su “Introducción al Derecho”.
Los recién nacidos al quedarse sin madre, sin leche, usan sus pulmones para gritar lo más fuerte posible, a fin de que alguien los oiga y muchas veces, gracias a sus alaridos hallaron el alma caritativa que los ayudó a calmar su hambre, hallar cobijo y tener quién los críe. Entre los hombres que ya nacieron, están casi en la escala más baja.
Pero los chicos en la panza de la madre son aún más indefensos que los que fueron abandonados, incluso en lugares inaccesibles. Son los más débiles e indefensos de todos los hombres, tienen prohibido el recurso del grito, del pataleo, muchas veces no tienen ni siquiera el tamaño suficiente como para llamar la atención de un alma caritativa.
El Derecho Penal decide no solamente abandonarlos a su suerte, sino que observa impotente, cómo se asegura a las mujeres su voluntad de terminar con su vida, matarlos, asesinarlos, exterminarlos, liquidarlos, aniquilarlos, destrozarlos y además, recibir los instrumentos para hacerlo sin recibir ninguna pena.
Por eso, y no por otra razón, las sociedades modernas en casi todo el mundo, son un tembladeral de inseguridad. Dicho en pocas palabras, la ley, que antiguamente se apoyaba en mandatos religiosos, ahora es solamente una norma positiva, es sólo lo que los legisladores dicen que es. Los legisladores pueden cambiar, y de hecho lo hacen, para que lo azul sea colorado, un hombre sea mujer, un animal se convierta persona y un niño sea apenas un apéndice del todo prescindible del cuerpo de las mujeres.
Luego de la legalización del asesinato de chicos nonatos, su número ha ido subiendo, como si se hubiera abierto un torrente de sangre y odio sobre ellos. Las acciones humanas generaban responsabilidades, según se enseñaba antes, no era gratis pegarle a otro, no valía lo mismo estudiar que no hacerlo, no ganaba el que no se entrenaba y los chicos nacían porque antes dos personas habían copulado. Hoy de manera completamente artificial se levanta un monumento a las causas, la libertad sexual, la promiscuidad sin importar sus consecuencias, y se manda al matadero, literalmente a las consecuencias. Nadie tiene la precaución, es obvio, de bautizar a esos niños, si es que están con vida todavía. En cada uno de ellos vive también y con más razón, la majestad de Cristo Rey y a él lo matan cada vez que pasan a cuchillo a una criatura.
La libertad llevada al extremo da como resultado el más fuerte matando al indefenso, sólo porque es producto de una noche en que se tomó, se fumó o se aspiró quién sabe qué, se fue a nadie recuerda dónde, a fornicar con no se sabe con quién o quiénes, simultánea, sucesiva o alternadamente. Es la decadencia de las costumbres llevada al extremo.
No otra cosa es el famoso credo libertario con el que hoy llenan la cabeza de miles de incautos jóvenes y viejos: no vienen por la economía ni por la producción de bienes y servicios ni por el bienestar general ni (mucho menos), por el bien común. No les interesa la libertad de mercado y por eso no ponen el grito en el Cielo para protestar contra un régimen de economía estatista regulada como el Chino ni por las monarquías de los reinos árabes de Oriente Cercano.
Quieren la destrucción de la familia, los valores que lleva en sí misma, y los bienes reales que acarrea la convivencia en casa, con el papá, la mamá, los hermanos. Pretenden una mescolanza de súcubos e íncubos apartando de la sociedad toda idea de Dios, de autoridad, de jerarquía, de amor (al amor lo reemplazan con el exacto término “tenemos piel”, es decir “nuestros cuerpos se llevan bien”).
Dicho esto, dos cuestiones. La primera, me ne frega que el actual Presidente de la Argentina sea libertario, pero que diga que no acepta el aborto. Porque su ideología, en sí misma y por derecho propio, es contraria a lo que él personalmente cree. La teología de la libertad, que tuvo su eclosión en 1789, es una de las más crueles surgidas de la mente humana, en su nombre hubo miles de muertos en todo el mundo, de la China con la Guerra del Opio, a los boers, de la India a Buenos Aires (que, recuérdelo, fue invadida tres veces por potencias extranjeras, para imponer el liberalismo, en 1806, 1807 y 1852, cuando Brasil y Reino Unido, coaligadas con el caudillejo Justo José de Urquiza, la volvieron a mancillar, sólo para abrir —por ley —los ríos que no habían transitado tranquilos con sus naves).
La segunda. Si alguien quiere sostener que esto es escrito por una adhesión a este o aquel partido político, sosténgalo tranquilo. Si el insulto ad hominem le hace bien, dele nomás, quién es uno para meterse con la salud del prójimo.
©Juan Manuel Aragón
A 8 de febrero del 2024, en la Breíta. Tomando unos amargos
Sr. soy Pilpinto Santos quien le responde.
ResponderEliminarLas cosas pasan por algo y hay gente que no tendrían que haber nacido , mientras que en otros casos nacen perfectos y de ahí nace éste refrán: de éstos hombres ya no nacen y si nacen no se crían, o se mueren con el mal de los siete días.
Le dejo para ud. que cuente que es el mal de los siete días.
Si fuese tucumano le diría " chau uraaa o hasta mañana caj...ta"