Verdulerías del mercado San Miguel, Salta |
Se ha pasado de la “normalidad” o “delicadeza” a nuevas clasificaciones y otros fanatismos
Antes había dos clases de comensales, a saber: “normales” por un lado y “delicados” por otro. “Normales” eran quienes comían lo que les pusieran en el plato, los omnívoros o, expresado en quichua, nockanchis, es decir, nosotros, todos los hombres del mundo. “Delicados”, eran los que, si la comida tenía esto o aquello, se hambreaban. Los que eran más delicados todavía, comían solamente carne de vaca, ya sea como bife, milanesa, puchero (hasta por ahí nomás) y asado. El resto de los alimentos les causaba asco, repulsión.Bueno, desde entonces el mundo se ha puesto un poquito más complicado, sobre todo cuando aparecieron el vegetarianismo y el veganismo. Hay varias subclasificaciones.
Vegetariano tranqui. Se alimenta de verduras, pero también le da duro a los lácteos, los huevos, el dulce de leche, la pizza. Lo único que no come es carne de vaca, gallina, pescado, chancho o bichitos del bosque. Es gente que en un asado no dice nada y se conforma con la ensalada, completa con pan y capaz que de postre se manda dos platos de budín con crema. Es inofensivo, no muerde. Mantiene sus convicciones en reserva, no habla de eso.
Vegetariano extremo. No come alimentos que provengan de algo que tenga ojos. Sacia su hambre con toda clase de vegetales, incluso mezclados entre sí, hervidos, fritos, asados o crudos. Suele tener una prédica moderada. Si en la conversación sale el tema, avisan qué come y qué no y casi siempre agrega: “Pero cada uno es dueño de hacer lo que quiere”. No es intolerante, comprende los puntos de vista y las costumbres de resto.
Vegano ma non troppo. Está un poco más arriba en la escala. Come solamente vegetales, pero no fritos, asados ni hervidos, porque en su elaboración se usan combustibles fósiles o peor, madera. Si oye alabar los chinchulines que comió alguien, le reprocha porque es un asesino de animales. “Si supieras cómo murió la vaca que comiste, no probarías bocado”, es una de sus frases de cabecera. Pero el otro tampoco sabe que el tractor que sembró sus lechugas perdía aceite por el motor.
Vegano furioso. Es el tipo que averigua la procedencia de cada zapallito que come, se fija si fue sembrado, cuidado y cosechado con métodos naturales, sin fertilizantes ni veneno para las hormigas. No quiere que al tomate se lo pongan en bolsas de plástico en la verdulería y, si fuera por él, compraría todos sus yuyos en ferias alternativas, a las que el productor llega con la mercadería en carretilla. De la huerta a su casa. Ejerce un hinchapelotismo feroz contra quienes no siguen sus reglas, se prende en las manifestaciones de las exposiciones rurales y cree que va a vivir 120 años con salud, porque lo único que come son rabanitos sin lavar, para no desperdiciar agua. Tampoco suele bañarse, pero hay excepciones, obviamente.
Carnigano o veganívoro. Es una nueva categoría surgida hace poco. Es el vegano que, un día a la semana o más, se da el gusto de zamparse un asado o una buena milanesa a la napolitana. Muchos son hinchapelotistas, pero se les nota a veinte kilómetros que lo hacen por moda pues sus argumentos son flojos de cincha y repiten consignas aprendidas de memoria.
Todos desconfían de lo que llaman “medicina tradicional”. Creen en los tratamientos con flores de Bach, yoga, medicina ortomolecular, fitomedicina, homeopatía, aromaterapia, acupuntura, ventosas, tirar el cuerito, paletilla cáida, los borbojos (o gorgojos) para curar el cáncer, la kombucha, el té de poleo, la grasa de iguana macho y otras brujerías peores.
Y nosotros. Que comemos lo que podemos, lo que por cultura suponemos que nos hace bien, lo que está barato, las frutas y verduras de estación. No hacemos todo un mundo de la alimentación, creemos que Dios puso los animales sobre la tierra para que fuéramos sus amos y señores. Y hasta que no veamos que hay alguien más grande que Dios, le vamos a seguir haciendo caso. Agradecemos tener un plato de comida todos los días, aunque a veces no sabemos cómo hace la patrona semejante milagro. Cuando bendecimos la comida, pedimos que sus manos se sigan conservando fuertes, hacendosas, y rogamos para que no falte el alimento en la mesa de los pobres, a quienes ayudamos por caridad, que es una virtud cristiana y no por solidaridad, porque requiere una foto para publicarla después.
Por Cristo, Nuestro Señor, que es Dios y vive y reina por los siglos de los siglos.
Diga conmigo “amén”.
©Juan Manuel Aragón
Vegetariano extremo. No come alimentos que provengan de algo que tenga ojos. Sacia su hambre con toda clase de vegetales, incluso mezclados entre sí, hervidos, fritos, asados o crudos. Suele tener una prédica moderada. Si en la conversación sale el tema, avisan qué come y qué no y casi siempre agrega: “Pero cada uno es dueño de hacer lo que quiere”. No es intolerante, comprende los puntos de vista y las costumbres de resto.
Vegano ma non troppo. Está un poco más arriba en la escala. Come solamente vegetales, pero no fritos, asados ni hervidos, porque en su elaboración se usan combustibles fósiles o peor, madera. Si oye alabar los chinchulines que comió alguien, le reprocha porque es un asesino de animales. “Si supieras cómo murió la vaca que comiste, no probarías bocado”, es una de sus frases de cabecera. Pero el otro tampoco sabe que el tractor que sembró sus lechugas perdía aceite por el motor.
Vegano furioso. Es el tipo que averigua la procedencia de cada zapallito que come, se fija si fue sembrado, cuidado y cosechado con métodos naturales, sin fertilizantes ni veneno para las hormigas. No quiere que al tomate se lo pongan en bolsas de plástico en la verdulería y, si fuera por él, compraría todos sus yuyos en ferias alternativas, a las que el productor llega con la mercadería en carretilla. De la huerta a su casa. Ejerce un hinchapelotismo feroz contra quienes no siguen sus reglas, se prende en las manifestaciones de las exposiciones rurales y cree que va a vivir 120 años con salud, porque lo único que come son rabanitos sin lavar, para no desperdiciar agua. Tampoco suele bañarse, pero hay excepciones, obviamente.
Carnigano o veganívoro. Es una nueva categoría surgida hace poco. Es el vegano que, un día a la semana o más, se da el gusto de zamparse un asado o una buena milanesa a la napolitana. Muchos son hinchapelotistas, pero se les nota a veinte kilómetros que lo hacen por moda pues sus argumentos son flojos de cincha y repiten consignas aprendidas de memoria.
Todos desconfían de lo que llaman “medicina tradicional”. Creen en los tratamientos con flores de Bach, yoga, medicina ortomolecular, fitomedicina, homeopatía, aromaterapia, acupuntura, ventosas, tirar el cuerito, paletilla cáida, los borbojos (o gorgojos) para curar el cáncer, la kombucha, el té de poleo, la grasa de iguana macho y otras brujerías peores.
Y nosotros. Que comemos lo que podemos, lo que por cultura suponemos que nos hace bien, lo que está barato, las frutas y verduras de estación. No hacemos todo un mundo de la alimentación, creemos que Dios puso los animales sobre la tierra para que fuéramos sus amos y señores. Y hasta que no veamos que hay alguien más grande que Dios, le vamos a seguir haciendo caso. Agradecemos tener un plato de comida todos los días, aunque a veces no sabemos cómo hace la patrona semejante milagro. Cuando bendecimos la comida, pedimos que sus manos se sigan conservando fuertes, hacendosas, y rogamos para que no falte el alimento en la mesa de los pobres, a quienes ayudamos por caridad, que es una virtud cristiana y no por solidaridad, porque requiere una foto para publicarla después.
Por Cristo, Nuestro Señor, que es Dios y vive y reina por los siglos de los siglos.
Diga conmigo “amén”.
©Juan Manuel Aragón
Jajaja! Muy buena clasificación!! ( quizás se podría agregar a los que luego de ponerte incómado cuando los invitas a comer, te dicen que por educación hoy harán una excepción) cuando ya pensaste en ir a cortar pasto del patio, para poner en su plato! 😂😂
ResponderEliminarAmén!🙏🙏Juan Manuel!
Da para todos la "viña del Señor"
ResponderEliminarMuy bueno increíble tu descripción te felicito 👌
ResponderEliminarMuy bueno, tengo un pariente que quería tener el techo de la casa cubierto con tierra para cultivar sus verduras, espero no lo haya hecho, porque se le iba a caer el techo encima,hay hay...según los que saben las proteínas animales son importantes, no se las puede excluir, sin consecuencias. Los veganos son también antivacunas. La diferencia está entre los que creen en la ciencia, y los que confían en sus prejuicios, emociones, deseos, miedos, fanatismos creencias sin fundamento, o peor aún con seudo fundamentos, pero si, mientras no jodan a los demás hagan lo que quieran. .... Ha pero lo mejor es el te de poleo...la grasa de iguana macho no va, por la sencilla razón q tienes q matar a la iguana. Aunque mezclada con yerba buena , es lo mejor para las penas...
ResponderEliminarYo siempre dije que t, y si sonson cristianododo lo que no hace mal ni engorda nos uhhh rs rico. Los veganos hacen una ideología de su comida. les aviso que las, plantas también sufren, aunque mo pueden gritar. Si son cristianos recuerden que Jesus comía pesca.
ResponderEliminardos .y corderos
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