El tucumano Ricardo Rojas |
En esta nota todo lo que usted siempre quiso saber y nunca le contaron de los principales autores argentinos y santiagueños. Y la yapa
Esteban Echeverría. Tenido como el numen de los poetas y cuentistas. Su poema, La cautiva, empieza diciendo: “Era la tarde y la hora // en que el sol la cresta dora// de los Andes…”y sigue así cada vez más bodrio. Este lechuguino creía que la pampa argentina tenía césped inglés y los indios eran tipo salteadores irlandeses. Si puede, evítelo, yo no pude, nos obligaban en la escuela.Martín Fierro. Novela en verso, de un gaucho que primero se hace soldado, después se va con los indios, luego pelea de palabra con un negro, algo parecido a los payadores de Jesús María, pero sin payasadas. Antes se junta con los hijos; no los veía desde chicos, pero se ve que eran gente de antes porque ninguno le dice que lo frustró ni lo acusa de ´abandónico´ ni esas otras macanas de ahora. Al final cada uno agarra para su lado.Recuerdos de Provincia. Domingo Faustino Sarmiento cuenta cómo se hacía la rabona (la cuca, la rata, la yuta, la chupina), pero las maestras, ya sea por el analfabetismo inherente a su oficio o, más probablemente porque no lo han leído, ignoran el dato y dicen que nunca faltaba a la escuela porque era muy aplicado y buen alumno. Los otros libros de Sarmiento una vez los hallé en una letrina y di cuenta de varias páginas, capaz que uno era el Facundo, pero no me percaté.Leopoldo Lugones. Autor de “La casita del hornero tiene alcoba y tiene sala”, pero pocos llegan hasta el final del poema. Además, escribió otros libros largos y pasados de moda. Inauguró la costumbre de ser socialista en la juventud, liberal después y nacionalista al final. Pero siempre de los de antes, es decir de traje y corbata, nada de yisca vegana (vegane) o alpargatas bigotudas de zurdo disfrazado de Che Guevara.
Jorge Luis Borges. Autor de cuentos y versos al que muchos argentinos critican sin haber leído, casi como deporte nacional. Además, lo odian por sus declaraciones escandalosas en los diarios, en las revistas y en la televisión, casi un género que inventó él. Cuando dijo que la democracia es un abuso de las estadísticas era para reírse de quienes creen en las instituciones, la república, la Constitución y esas cosas, que hasta engolan la voz para nombrarlas. Pero lo tomaron en serio.
Ernesto Sábato. Se viene haciendo el tonto desde antes de morir, diciendo que no sabía que Jorge Rafael Videla no era una bellísima persona, como dijo después de que compartieron un almuerzo en la Casa Rosada. Muchos se hacen los de creerle porque después fue el general en jefe del libro “Nunca más”, junto a Magdalena Ruiz Guiñazú, otra que se davueltó cuando los militares se fueron del poder.
Santiagueños
Ricardo Rojas/Homero Manzi. Rojas es un escritor santiagueño que nació en Tucumán, Manzione es un porteño que nació en Añatuya y Leopoldo Lugones es un cordobés que le pegó en el palo y no nació en Ojo de Agua.
Doña Petrona. Era bandeña, pero se fue joven de la provincia. Triunfó en Buenos Aires escribiendo libros de recetas de cocina. Es la segunda autora argentina con más libros vendidos, después de José Hernández. Sus comidas eran un ´puema´, como ella las describía. A pesar de su éxito no es considerada una santa feminista porque cocinaba. Las feministas sólo cocinan si es un acto de rebeldía contra el poder machista de las elites ilustradas y todo ese blablablá hartante. Tachenlá del feminismo, las hubiera sacado carpiendo a sartenazos.
Dalmiro Coronel Lugones. Cada vez que alguien lo nombra sale un supuesto entendido en literatura a hablar —sin saber, obviamente— de las causas de su muerte. Fue odiado y despreciado en vida por muchos que después se llenaron la boca alabándolo. Sin él, la poesía popular santiagueña (y la bandeña), habría perdido un tiempo de tardes amarillas, cardones de añoranzas y soledad de quimiles. No lo estudian en las escuelas porque era hispanista y católico, enemigo del progrerío que domina la cultura.
María Adela Agudo. Al decir de Alfonso Nassif, si hubiera que rescatar una sola voz poética del norte, sería la suya. Ella dice en un poema que nació en Santiago, pero los bandeños se la adueñaron. Ya se sabe, los bandeños son capaces de creerse cualquier cosa, eso que saben que todo lo que tienen les mandamos los santiagueños, a saber, dos puntos, el intendente, los secretarios, la coparticipación, el 17, el 21 y hasta el asfalto de la Belgrano. María Adela murió pobre en Tucumán, porque no quiso jurar la Constitución peronista del 49.
Los ojos de los niños. Blanca Lelia Irurzun sí era bandeña, nacida y criada en la parrillada San Martín, como puede dar fe cualquiera en la vecina ciudad. Nadie ha descrito como ella a los chicos de este pago como su poema sobre el río antojadizo, los sorprendidos poetas, los capitanes de navío. Merece figurar en antologías nacionales y mundiales. Hace muchos años, cuando la plagió una maestra santiagueña para que la pusieran de directora de jardines de infantes de la Municipalidad de la Capital, los bandeños no movieron una uña para defenderla.
Orestes Di Lullo. Otro autor santiagueño. Todos lo han sentido nombrar, algunos tienen sus libros, pero pocos se toman el trabajo de leerlo. "Cómo sabía de Santiago" dicen, y se quedan tan panchos.
Bernardo Canal Feijóo. Autor ideal para hacer monografías y tesis repletas de palabras difíciles que nadie entiende. Es moy, pero moooyyy aburrido. Un embole sus libros, pero al menos son legibles, los de sus intérpretes no los descifran ni ellos, pero sirven para que se comenten mutuamente, aparezcan en citas al pie, integren paneles, ofrezcan ponencias, escriban ensayos y, de vez en cuando consigan una beca o un puesto de algo en la Universidad Nacional.
Shunko. El maestro, Jorge Wáshington Ábalos se va a enseñar al campo, está un tiempo, lo conoce a Shunko, un alumno, y después vuelve a la ciudad y se acuerda. Es una novela escrita como para dar una idea a los maestros de antes, de lo que hallarían en el campo, pero también es una obra maestra, con personajes que se escaparon de la pluma del autor para convertirse en universales. Si la consigue, léala, es infinitamente superior a cualquier bazofia de Netflix, incluida esa serie pedorra que está viendo.
Y eso es todo, amigos.
©Juan Manuel Aragón
Eres la biblioteca pública humana más completa al que cualquier Santiagueño puede recurrir para saber algo de su tierra natal.
ResponderEliminarMe honras con tú smistad y por sobre todas las cosas ennobleces a nuestra provincia, querido Juan Manuel.
Muy bien resumen Juancho
ResponderEliminar¡La pucha!... Me ha gustao.
ResponderEliminarMuy buena descripcion, pero muy buena. Merece segunda y varias partes mas. Saludos.
ResponderEliminarMuy bueno, Juan. Lógicamente quedaron otros escritores notables en el tintero, pero es bueno que los santiagueños conozcamos a nuestros literatos.
ResponderEliminarDe Leopoldo Lugones mencionaría que fue el autor de La Guerra Gaucha. Un gran maestro me dijo alguna vez que "no.me podía considerar un verdadero lector hasta no haber leído La Guerra Gaucha". Es un libro tan difícil de leer que sigue siendo un desafío para mí pasar de la cuarta página.....pero eventualmente lo lograré.
En Santiago mencionarla al investigador historiador Dr. Vicente Oddo, quién ha escrito con buen detalle sobre la fundación de Santiago y sobre la historia de la.medicina en La Argentina y Latinoamérica.
Las jocosa referencias del artículo son interesantes y divertidas, en algunos casos se las pudo balancear un poco con algo de positivismo porque no me quedó claro cuáles escritores son del gusto de Juan Manuel y cuáles no lo son.