Chamamé de Pastor Luna
Cómo era antes la vida de estos animales y por qué cambió todo: una historia increíble
Por las mañanas suelen cantar cerca de mi casa los quetuvíes, alguna paloma lanza su arrullo al viento, un pájaro carpintero pasa por la higuera del vecinoo, sonidos que regresan el pago aquel, allá lejos y hace tiempo, como dicen. Y a un recuerdo del viejo Andrés Melián que, una tarde de un invierno de antes, me contó la triste historia del quirquincho.Vivía con su señora, tranquilo, en el pago, no molestaba a nadie y nadie lo caía en cuenta; tenía una casa limpia, siempre aseada, bien puesta, arreglada y prolija. Los hijos le salieron lindos, parecidos a ella, que era la flor del pago. Én verano él salía todos los días a labrar postes. Para el tiempo de la zafra, se iba para Tucumán, cargaba sus cositas y se marchaba con la familia a pelar caña. Así todos los años, de abril a setiembre.Hasta que los chicos se hicieron grandes y la maestra le pidió que los dejara en el pago, porque si no iban a ser unos burros como él. La maestra tenía razón y le hizo caso. Empezó a ir solo. Cuando volvía, siempre hallaba crecidos a los hijos y más linda a la señora y al día siguiente ya andaba labrando postes, uno de los trabajos más rudos del mundo, después de cosechero de papa.
Una vez, a los dos o tres días de volver de la cosecha, se juntó con su amigo, el Perro, en el boliche. Entre vino y vino, el otro le contó que en el pago andaban hablando mal de su señora.
—No lo quiero malquistar con ella, compadre, pero dicen que cuando usted andaba en Tucumán, ella se iba con uno y con otro— le advirtió.
“Usté ha visto como son esas cosas, seguía su narración Andrés, una cosa va llevando a la otra y a la otra y a la otra y se va siguiendo todo”. Yo decía “ahá” y nada más, porque en los tiempos de antes cuando hablaban los viejos los más jóvenes nos callábamos para aprender cosas buenas, no como ahora que ya no hay un respeto por los mayores.
Y ya se trenzaron peleando con cuchillos, en una de esas el Quirquincho le acertó un puntazo en la panza al otro y ahí nomás los presentes los separaron y, aunque el Quirquincho quería matarlo, no lo dejaban y le pedían que se tranquilizara.
Las mujeres lo ayudaban al Perro, que pidió un Geniol porque también le dolía la cabeza del susto. Contaban en el pago, pero quizás no sea cierto, que lo tomó y al ratito le salió limpio por el mismo agujero de la panza.
El Quirquincho volvió muy disgustado a la casa a pedir explicaciones a la señora, pero ella se enojó mucho, lo trató de borracho y le dijo que estaba loco. La cuestión es que la mañana siguiente, obligó a la familia a poner todas sus cositas en una zorra y un sulky que tenían y se la llevó lejos. Cavó un hoyo y dijo: “Ahora todos vamos a vivir ahí escondidos, puede ser que los perros nos quieran cazar cuando nos hallen, pero nunca más vamos a andar andando en la boca de nadie”.
Y desde entonces viven en medio del bosque, alejados de las casas, sin pedir ni dar nada a la gente, solos, callados, haciendo lo suyo y nada más. Cuando los perros los ven, se le van al humo, les tienen mucha rabia, aunque ya se hayan olvidado de esa ocasión que se trenzaron en el boliche y el Perro le dijo puras mentiras de su señora, solamente porque él la habló, pero ella le dijo que no. Recuerdan en el pago que ella le respondió que era mujer de un solo hombre, caramba.
Esto me contó el viejo Andrés con palabras más floridas por supuesto. Hoy, mientras una paloma canta el amor para siempre a su palomo, posada en una rama del lapacho de la vereda, me digo que es hora de poner la pava al fuego, para seguir mateando.
Dentro de un rato se levantarán la patrona y los hijos. La madrugada se abre paso sobre Santiago del Estero.
©Juan Manuel Aragón
Que buen relato no hay bichitos de luz yo me acuerdo .! Si que la falta de educación .planes y droga hacen todo tan diferente.! Te felicito amigo
ResponderEliminarArq Maria lopez ramos
Un hermoso relato campestre
ResponderEliminarUn lindo relato, Juan Manuel, enriquecido con detalles que describen aspectos de la vida y costumbre campestre con mucha fidelidad.
ResponderEliminarHermoso! Que bien recreado!! Aplausos!!👏👏👏
ResponderEliminarMe recuerda a mi infancia ,tal cual el relato similar a mi campo San José, que no daría para saborear un quirquicho o Pichi,gracias Ernesto por compartir.
ResponderEliminarExcelente Juan. Al nivel de tu pluma.
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