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PREDESTINACIÓN Bienaventuranzas santiagueñas

Entrada al mercado

Van algunos de los cientos de miles de motivos de dicha que tienen los nacidos en esta provincia

Bienaventurados los santiagueños, porque de ellos es el parque Aguirre, los pajaritos trinando todo el día y el Cristo del sumbutrule.
Bienaventurados los santiagueños porque en sus equinas hallan el sabor del chipaco con tropezones de chicharrón, los pastelitos de membrillo y el dulce y arisco moroncito.
Bienaventurados los santiagueños porque en el centro suelen toparse con Paulino y el Guarachero, emergentes de una cultura con color propio.
Bienaventurados los santiagueños porque son amigos de los bandeños, a quienes quieren y admiran a pesar del empaque de pequeños puebleros que por ahí les sale.
Bienaventurados los santiagueños porque llevan en la sangre los últimos estertores del quichua, la imperial lengua de los peruanos.
Bienaventurados los santiagueños porque en sus fiestas conviven el quipi, el sánguche de miga, la ensalada rusa, la pizza, la empanada, crisol gastronómico de comidas.
Bienaventurados los santiagueños porque todavía hacen las compras el mercado Armonía, síntesis de la cultura de sus barrios y algunos días cifra de toda la provincia.
Bienaventurados los santiagueños que, cuando aprieta el calor enfilan para el lado del río Dulce a darse un refrescante chapuzón en sus aguas.
Bienaventurados los santiagueños que, en las tardes tórridas del verano, sentados en la vereda de sus casas se deleitan con la dulce música de los coyuyos y los royos.
Bienaventurados los santiagueños que duermen la siesta (cada vez menos lamentablemente), porque gozan de dos amaneceres en el día.
Bienaventurados los santiagueños que preparan milanesa y chupín de bagre, porque si además saben challuar nunca les faltará qué yantar todos los días.
Bienaventurados los santiagueños que conservaron la retreta de la plaza Libertad, porque entre sus breves columnas se teje su propio pasado pueblerino y antiguo.
Bienaventurados los santiagueños a quienes en sus casas todavía les cocinan sopa de maíz tostado, pues sigue siendo suyo el amor de sus mujeres y la tibieza del invierno.
Bienaventurados los santiagueños de la diáspora, pues sueñan con una ciudad que no existe más y cuando vuelven al pago la reconstruyen ante nuestros ojos.
Bienaventurados los santiagueños que participaron en los famosos “asaltos” que se armaban en las terrazas de antes, porque con canapés, Cocacola y un Winco eran más que felices.
Bienaventurados los santiagueños que no fueron a verlo a Demis Russos, pues ese día en Central Córdoba hizo playback porque tenía la garganta a la miseria.
Bienaventurados los santiagueños porque entienden cuando alguien los saluda con un: “¿Imaina purinqui?” y responden: “Chayna-chayna”. Y no traducen porque saben qué es.
Bienaventurados los santiagueños porque sus chacareras tienen una música feliz, casi como tarantelas italianas, a pesar de sus infortunios y desventuras.
Bienaventurados los santiagueños, porque es suyo el cielo más azul y también son dueños de las tardes amarillas y las fogosas oraciones de un rojo sangre rabioso.
Bienaventurados los santiagueños, pues no dicen “sabés”, “tenés”, “podés” (ni los hórridos “sabíh”, “teníh”, “podíh” de los ñañitas tucumanos), y se esfuerzan en hablar correctamente.
Bienaventurados los santiagueños porque son protegidos de la Virgen del Carmen, la de Loreto, el Señor de Mailín, San Esteban, San Gil, la Virgen Desamparada y el Carballito.
Bienaventurados los santiagueños porque poseen el secreto del sabor del fruto del algarrobo, el chañar, el mistol y el ckenti y los empiezan a paladear desde este tiempo del año.
Bienaventurados los santiagueños, los primeros que vivieron bajo el cielo que cobija a los argentinos y en ese tiempo fundaron una universidad y tuvieron iglesia, escuela y derechos.
Bienaventurados los santiagueños, pues sus postres favoritos siguen siendo la leche con anco o calabaza, el espeso arrope de tuna, la tuna con queso y las batatitas en almíbar.
Bienaventurados los santiagueños que se marcharon del pago, porque viven en dos lugares distintos, el real y el de los sueños, al que han de volver definitivamente algún día.
Bienaventurados los santiagueños porque adoran ir a las carreras cuadreras, a las riñas de gallos, a las telesiadas y a los “foodtruck” (futrác), que son fiestas de cerveza y chicas lindas.
Bienaventurados los santiagueños porque sí nomás, porque un suelo áspero y salitroso debía entregar entre sus dones, el fruto de la amistad y el patio abierto para todos (lleven guitarra).
©Juan Manuel Aragón
Upianita, 23 de noviembre del 2022

Comentarios

  1. Muy bueno Juan Manuel te felicito
    Es la descripción de mis 17.años
    Ahora algo cambió
    Un placer leerte
    Maria lopez ramos

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  2. Cristian Ramón Verduc23 de noviembre de 2022, 6:48

    Muchas gracias, Juan Manuel. Muchas gracias.

    ResponderEliminar
  3. Gracias Juan Manuel! Un abrazo!

    ResponderEliminar
  4. Gracias por reconectarme con el santiago que añoro. Me has hecho desear una sopa de ancho, ahora que por estos lados está bien frío. Este fin de semana la preparo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Donde dice "sopa de ancho", debe decir "sopa de anchi"

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  5. Bienaventurados los pobres, que son mayoría, porque de ellos será el reino de los cielos

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  6. Una nota encantadora sobre una provincia de nuestro país.

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  7. Que lindo che ...me acariciaste el alma ,,,Gracias Juan.

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