Dorrego |
El huevo de la serpiente o la raíz de los males argentinos
Ucronía: Reconstrucción histórica
construida lógicamente, basada
en hechos posibles que no
han sucedido realmente.
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Hay quienes buscan la cepa de los males de la Argentina en los radicales, 1916 es el inicio de la decadencia argentina, dicen. Otros sostienen que se debe buscarlos en Juan Domingo Perón, que hizo del personalismo y la ordinariez una franquicia nacional a su nombre. No faltan los que culpan a los militares y a su persistente ruptura del orden constitucional, de 1930 al 76. Si se trata de buscar para atrás, hay quienes sostendrán que fue el “fraude patriótico”, la oligarquía vacuna, el apego al constitucionalismo, Juan Manuel de Rosas. Uf, hay para elegir.
Haciendo historia contrafáctica y como para sumar un elemento más a la discusión, si alguien quisiera discutir, en un instante la patria pierde todas sus posibilidades. Y es cuando se fusila a un buen alumno, brillante tribuno, hombre experimentado, soldado valiente, que había vivido de cerca la experiencia republicana de los Estados Unidos y, con algo de suerte, podría haber impuesto en su patria el orden esperado.
Es Manuel Dorrego. Nace en junio de 1787 y estudia latín y gramática en el colegio San Carlos, sigue estudiando en Santiago de Chile. Ahí está cuando estalla la Revolución de Mayo y se destaca por la defensa que hizo de ella. Lo premian con el grado de Capitán del batallón “Granaderos de Chile”, por haber encabezado la represión de un movimiento subversivo encabezado por un realista.
En 1811 vuelve al país acompañado por un grupo de chilenos, se une a Cornelio Saavedra, que marcha al norte, luego está con Manuel Belgrano en la batalla de Tucumán, en Salta tiene una lucida actuación. Pero se pelea con el coronel Carlos Forest y Belgrano le ordena que regrese a Jujuy, cuando se iba a Potosí. No está en Vilcapugio y Ayuhuma, y Belgrano luego dice algo así como que las derrotas se debieron, en buena parte, a su ausencia.
En 1814 se incorpora al ejército de la Banda Oriental, al mando de Carlos María de Alvear. Regresa a Buenos Aires y cuando esta por ir a Mendoza, a unirse al Ejército de los Andes, lo acusan de ser el autor de un artículo que atacaba a Juan Martín de Pueyrredón. Se va a Santo Domingo, pero en el camino cambia el destino y termina en Baltimore, Estados Unidos. Vuelve en 1820 y lo declaran “inocente de falsas imputaciones”.
El 12 de agosto de 1827 la Junta de Representantes lo elige gobernador de Buenos Aires. Tiene como ministros a Manuel Moreno, José María Roxas, Vicente López, Tomás Guido, personalidades notables. Pero los unitarios están al acecho.
Y el 1 de diciembre de 1928 Juan Galo de Lavalle le da un golpe y lo derroca. Dorrego había desarmado un tratado, hecho por Bernardino Rivadavia con los brasileños, entregándoles la Banda Oriental. Luego de su intervención, el Uruguay consigue su independencia, pero al menos no se incorpora al Brasil. Los ingleses andan desesperados por tener un puerto franco en esta parte de América y Dorrego, seguramente intentaría recuperar el Uruguay.
Después de mandarlo a prender y llevarlo a su campamento en Navarro, provincia de Buenos Aires, un Lavalle enceguecido por las cartas Salvador María del Carril, lo manda a fusilar sin juicio ni, obviamente, defensa. Pasemos de largo los detalles de su muerte, no tenía más que una chaqueta y para dejársela a Ángela Baudrix, su esposa, le pide a Lamadrid, viejo enemigo, que le preste la suya para no entregarle a la mujer la prenda agujereada. San Martín vuelve al país, creyéndolo gobernador y no quiere desembarcar al saber lo que ha sucedido. En fin.
Hay una sanguinaria demostración de los unitarios, no hay dudas de sus intenciones, quieren entregar la patria a los ingleses, son infinitamente más crueles que cualquier otro partido de aquel tiempo, eso que el resto no se andaba con detalles tampoco.
Y se pierde la mejor oportunidad que podría haber tenido la Argentina, de empezar un camino distinto. Especular sobre lo que podría haber sucedido es inútil, pues siempre hay imponderables, cisnes negros, curvas y contracurvas que no figuran en la hoja de ruta original.
Ahora, suponga que somos prósperos, estamos a la altura de Australia, Canadá o Alemania en materia económica. Exportamos productos de altísima tecnología, hemos dejado de ser pastoriles hace tiempo. Los kelpers de las Malvinas se desesperan por hacerse argentinos porque estarán mejor que siendo medio ingleses y medio chilenos como ahora. Chile nos mira con recelo porque toda la Patagonia es nuestra, del Atlántico al Pacífico. Bolivia reclama que le devolvamos Tarija y el Brasil hace ingentes esfuerzos por recuperar Río Grande del Sur.
Tenemos instituciones sólidas, una justicia que se hace respetar, nuestro sistema de educación es imitado por otros países del mundo. Hay pobreza sí, pero es mínima, apenas el 4 o 5 por ciento, tal vez menos, nuestras calles son seguras. Las universidades argentinas forman ciudadanos conscientes de su deber que, de ninguna manera se irían a otros países a ganarse el pan porque en ninguna parte van a estar mejor que aquí. Bueno, imagine todo eso y más.
Pero viene una mano negra y dice: “¿Qué hacemos para que esto no ocurra?”. Alguien le responde: “Liquiden el huevo de la serpiente”. Entonces Salvador María del Carril, le escribe a Lavalle: ”La ley es que una revolución es un juego de azar en el que gana hasta la vida de los vencidos cuando se cree necesario disponer de ella.” Luego, ese “sable sin cabeza”, como lo llamaban, pasará la vida lamentándose de haber muerto a un inocente. Pero la oportunidad estaba perdida.
¿Usted qué piensa?
©Juan Manuel Aragón
En 1811 vuelve al país acompañado por un grupo de chilenos, se une a Cornelio Saavedra, que marcha al norte, luego está con Manuel Belgrano en la batalla de Tucumán, en Salta tiene una lucida actuación. Pero se pelea con el coronel Carlos Forest y Belgrano le ordena que regrese a Jujuy, cuando se iba a Potosí. No está en Vilcapugio y Ayuhuma, y Belgrano luego dice algo así como que las derrotas se debieron, en buena parte, a su ausencia.
En 1814 se incorpora al ejército de la Banda Oriental, al mando de Carlos María de Alvear. Regresa a Buenos Aires y cuando esta por ir a Mendoza, a unirse al Ejército de los Andes, lo acusan de ser el autor de un artículo que atacaba a Juan Martín de Pueyrredón. Se va a Santo Domingo, pero en el camino cambia el destino y termina en Baltimore, Estados Unidos. Vuelve en 1820 y lo declaran “inocente de falsas imputaciones”.
El 12 de agosto de 1827 la Junta de Representantes lo elige gobernador de Buenos Aires. Tiene como ministros a Manuel Moreno, José María Roxas, Vicente López, Tomás Guido, personalidades notables. Pero los unitarios están al acecho.
Y el 1 de diciembre de 1928 Juan Galo de Lavalle le da un golpe y lo derroca. Dorrego había desarmado un tratado, hecho por Bernardino Rivadavia con los brasileños, entregándoles la Banda Oriental. Luego de su intervención, el Uruguay consigue su independencia, pero al menos no se incorpora al Brasil. Los ingleses andan desesperados por tener un puerto franco en esta parte de América y Dorrego, seguramente intentaría recuperar el Uruguay.
Después de mandarlo a prender y llevarlo a su campamento en Navarro, provincia de Buenos Aires, un Lavalle enceguecido por las cartas Salvador María del Carril, lo manda a fusilar sin juicio ni, obviamente, defensa. Pasemos de largo los detalles de su muerte, no tenía más que una chaqueta y para dejársela a Ángela Baudrix, su esposa, le pide a Lamadrid, viejo enemigo, que le preste la suya para no entregarle a la mujer la prenda agujereada. San Martín vuelve al país, creyéndolo gobernador y no quiere desembarcar al saber lo que ha sucedido. En fin.
Hay una sanguinaria demostración de los unitarios, no hay dudas de sus intenciones, quieren entregar la patria a los ingleses, son infinitamente más crueles que cualquier otro partido de aquel tiempo, eso que el resto no se andaba con detalles tampoco.
Y se pierde la mejor oportunidad que podría haber tenido la Argentina, de empezar un camino distinto. Especular sobre lo que podría haber sucedido es inútil, pues siempre hay imponderables, cisnes negros, curvas y contracurvas que no figuran en la hoja de ruta original.
Ahora, suponga que somos prósperos, estamos a la altura de Australia, Canadá o Alemania en materia económica. Exportamos productos de altísima tecnología, hemos dejado de ser pastoriles hace tiempo. Los kelpers de las Malvinas se desesperan por hacerse argentinos porque estarán mejor que siendo medio ingleses y medio chilenos como ahora. Chile nos mira con recelo porque toda la Patagonia es nuestra, del Atlántico al Pacífico. Bolivia reclama que le devolvamos Tarija y el Brasil hace ingentes esfuerzos por recuperar Río Grande del Sur.
Tenemos instituciones sólidas, una justicia que se hace respetar, nuestro sistema de educación es imitado por otros países del mundo. Hay pobreza sí, pero es mínima, apenas el 4 o 5 por ciento, tal vez menos, nuestras calles son seguras. Las universidades argentinas forman ciudadanos conscientes de su deber que, de ninguna manera se irían a otros países a ganarse el pan porque en ninguna parte van a estar mejor que aquí. Bueno, imagine todo eso y más.
Pero viene una mano negra y dice: “¿Qué hacemos para que esto no ocurra?”. Alguien le responde: “Liquiden el huevo de la serpiente”. Entonces Salvador María del Carril, le escribe a Lavalle: ”La ley es que una revolución es un juego de azar en el que gana hasta la vida de los vencidos cuando se cree necesario disponer de ella.” Luego, ese “sable sin cabeza”, como lo llamaban, pasará la vida lamentándose de haber muerto a un inocente. Pero la oportunidad estaba perdida.
¿Usted qué piensa?
©Juan Manuel Aragón
Hoy hermosa nota, gracias
ResponderEliminarEs toda una sucesión de hechos desgraciados y de vivir echando la culpa al otro.
ResponderEliminarUn buen relato de historia. Pero la PROSPERIDAD de nuestro país se dio desde 1870 a 1930, cuando se ORGANIZÓ el país libre de tiranos y fue un soplo de LIBERTAD, LIBRE COMERCIO, INSTITUCIONES. DEMOCRÁTICAS. Estábamos primeros o segundos a nivel internacional en PBI, compitiendo con EEUU, luego volvió la decadencia, la oscuridad, el nazionalismo, el peronismo. Son datos, NO RELATOS.
ResponderEliminarEstos son los fanatismos que han llevado a la Argentina adonde está ahora.
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