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SOLUCIÓN La triste vida de los castrados

Castrados, en la vereda del
mercado Unión, La Banda

Contado en primera persona, la vida los animales domésticos castrados, puede ser una tortura


Nuestra vida es, básicamente, nacer, crecer, reproducirnos y morir. La única parte realmente divertida es la reproducción. El resto es un complemento. Nos gusta, obviamente, que la gente nos acaricie, disfrutamos los juegos, nos encanta comer, saboreamos los huesos que nos dan a mascar. Pero, insisto, lo mejor es la parte de la reproducción.
Como casi todos los animales, sabemos que ha llegado el tiempo porque las hembras despiden un perfume que inunda todo. Eso basta para activarnos el ansia de unirnos a ellas, y copular por supuesto, la mayor cantidad de veces que podamos, con una o con varias, lo mismo ta. Los que somos de la calle, debemos perseguir a una o a varias, a veces día y noche, durante extenuantes jornadas sin dormir y sin descanso, hasta que acepta a uno o a varios.
¿Si nos gusta ladrar? Lo hacemos porque tenemos miedo, nos sentimos amenazados, creemos que el ruido espantará a nuestros depredadores. A veces los hombres nos entrenan para que lo hagamos en determinadas situaciones. O para que no ladremos cuando vienen sus amigos. Y hacemos caso. Pero no nos morimos por ladrar, no es nuestra actividad principal, ni siquiera secundaria.
Nos llaman mucho la atención las ruedas de los autos dando vueltas, las sentimos como una intimidación, creemos que tienen vida y vienen a invadir nuestro territorio y les ladramos para que se vayan. Si el auto se detiene, las olemos, nos percatamos de nuestro error y a continuación las orinamos, a ver qué pasa. Y como no pasa nada, nos quedamos conformes.
Por eso consideramos que es un crimen castrarnos. No vamos al cine, no salimos a trabajar, no vamos a almorzar en restaurantes, no leemos, no vemos televisión, no nos anotamos en un curso de crochet, lo único que nos divierte es reproducirnos.
Puede ser que uno de nosotros persiga perritas durante toda su vida, con la esperanza de aparearse y nunca lo consiga. No importa, la esperanza de ese momento que quizás nunca llegue nos mantiene con una vida alegre, activa y con impulso.
Entendemos que usted tenga sus pruritos y no quiera matarnos. Pero si nos castra y nos deja en la calle, es lo mismo que matarnos. Cuando por ahí pasa otro perro callejero junto a nosotros, sabe que no le pelearemos, no tenemos por qué. Tampoco nos siente perfume a perro, quizá sólo percibe el olor a la grasa que acumulamos, de tanto estar tristes, tirados, sin nada que hacer, esperando la muerte. Los perros “normales”, digamos, los que tienen todas sus partes, no nos reconocen como sus iguales, para ellos somos una cosa, objetos, muebles con los que se topan en las calles. Nada.
Si molestamos, si no saben qué hacer con nosotros, tienen dos opciones. Una, dennos en adopción a familias que nos van a cuidar, no dejarán que andemos por la calle y nos permitirán la reproducción. Dos, mátennos. Hay muchas maneras, desde colgarnos de un alambre, a darnos un potente veneno, pegarnos un tiro. Pero no nos dejen vivir en la ignominia de ser unos castrados, buenos para nada, gordos, inútiles, fofos, tirados en medio de la calle, sin una leve esperanza en la vida, sumidos en el sopor de un sueño inútil, vacío, yermo.
©Juan Manuel Aragón

Comentarios

  1. Buenísimo, nunca lo había pensado. Es muy triste lo que la situación de los castrados.

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  2. Que bárbaro...es así...pero los humanos "Castrati" mentalmente ? Hay credos q impiden el sexo a sus jerárquicos, ...bueno les prohíben el matrimonio, y se castiga el sexo por fuera, y no solo a los religiosos...y ? Que faccemo con cuesto m

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