Fue una masacre |
Mucha gente hacía aquel trayecto de a pie, en aquel entonces, pero pocos iban perseguidos por un rey sanguinario
“Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: ´Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarle´. Él se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: ´De Egipto llamé a mi hijo´.“Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: ´Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen´.” (Mateo 2,13,18)Hay quienes dicen que por esa decisión de Herodes murieron cerca de 2.000 niños inocentes. Otros, solamente para pinchar el globo de los creyentes, señalan que en ese tiempo no había tanta gente y que mató solamente media docena de chicos. Es raro, porque suele ser la misma gente que, cuando se señala que los desaparecidos en la última dictadura no fueron 30.000, sostienen que es un número intocable, inmodificable, mágico. Pero se ponen a sacar cuentas de algo que sucedió hace 2000 años y quedan tan Panchos.Oiga, es gravísimo la que se mandó el tal Herodes. Los que mató no eran adultos, no ponían bombas, no mataban policías, no querían imponer sus ideas por el terror. Eran solamente chicos que nacieron en el tiempo equivocado. Los liquidaron por las dudas estuviera entre ellos el Mesías. ¿Se da cuenta de la perversidad de aquel hombre?
Diga que San José recibió —en sueños— el aviso de lo que podría haberle sucedido a su chango y le creyó. Porque soñar desgracias, cualquiera las sueña, pero él tuvo el buen tino de hacerle caso. Y como era un hombre humilde, agarró a su esposa, la Virgen María, al Niño Dios, los cargó en un burro y se mandó a mudar para el lado de Egipto.
Deben haber salido bordeando el Mar Muerto, pasando cerca de la frontera de la actual Jordania y luego de llegar a la punta de lo que actualmente es el Golfo de Aqaba, quizás se lanzaron a enfrentar unos tremendos arenales, entre los más terribles del mundo. Pero en aquel tiempo quizás ya estaban en Egipto así que el viaje debe haber terminado por ahí nomás. Unos 400 kilómetros que hoy se recorren en poco más de cinco horas en auto, talvez llevaron meses a la Sagrada Familia.
Mucha gente hacía aquel trayecto de a pie, en aquel entonces, pero pocos iban perseguidos por un rey sanguinario, que sólo quería asegurarse de que no viviera el futuro Mesías, aquel que esperaban los judíos desde siempre. Imagine por las noches a San José, cansado y quizás hambriento, durmiendo con un solo ojo por si llegaban los soldados a matarle el chango. Y la aflicción de la joven Virgen, sabedora de lo valiosa que era la vida del chico aquel.
Tiempos crueles, la gente moría joven, quizás por una enfermedad que hoy se cura con una pastilla, no había antibióticos, con cirugías que quizás hacían con cuchillos con los que hoy daría impresión cortar un bife. Y todavía había déspotas como ese Herodes, cuyo nombre ha llegado con —mala— fama hasta hoy, por aquel acto de maldad.
Hay quienes sostienen que fue un buen rey y que bajo su mando hubo adelantos en su tierra, no importa, por siempre será recordado como el que, anoticiado por unos magos que habían venido de Oriente, mató a todos los chicos varones de menos de dos años para no tomarse el trabajo de buscar uno por uno. Y falló.
Los católicos no se olvidan de esos chicos, por eso los llaman Santos Inocentes. Murieron sin que sus padres supieran por qué los degollaban. Una masacre tan inútil como inhumana. La primera y temprana de una larga serie de carnicerías desatadas contra quienes creían en Nuestro Señor Jesucristo y estaban dispuestos a dejar la vida para salvar su fe.
Puede ser que haya gente que no crea en lo mismo que creen los católicos. Es posible que en esta sociedad haya practicantes de otros cultos: a Buda, Mahoma, Ormuz, el Señor Dinero, el Pato Donald, la Cocacola, Netflix. No importa. Así como los católicos no se burlan de las creencias ajenas, bien harían los periodistas en no mofarse del Día de los Santos Inocentes, con esas bromas de infradotados que hacen hoy, publicando noticias falsas para chasquear la inocencia de quienes las leen.
No son graciosos.
En serio.
©Juan Manuel Aragón
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