Las islas para Chile |
El 22 de diciembre de 1978 el gobierno argentino está a punto de invadir Chile, a causa de la pérdida de las islas Picton, Lennox y Nueva
El 22 de diciembre de 1978, en Buenos Aires, el gobierno argentino al mando de Jorge Rafael Videla estuvo a punto de invadir Chile, a causa de la pérdida en el litigio de las islas Picton, Lennox y Nueva.Operación Soberanía fue el nombre dado al plan militar diseñado para invadir Chile en 1978. Fue el clímax de una prolongada disputa territorial entre la Argentina y Chile por la soberanía de las islas Picton, Lennox y Nueva, ubicadas en el extremo sur del canal Beagle. Aunque finalmente no se concretó, esta crisis marcó un momento crítico en las relaciones bilaterales entre ambos países y estuvo a punto de desatar un conflicto armado en Sudamérica.El conflicto entre la Argentina y Chile por las islas Picton, Lennox y Nueva tenía raíces históricas en la interpretación de los límites establecidos por el Tratado de 1881. Este tratado establecía que la delimitación al sur del canal Beagle sería el eje principal, pero no defina con claridad qué islas pertenecen a cada país. Mientras que Chile argumentaba que el canal abarcaba las islas al sur de su eje principal, la Argentina sostenía que su soberanía debía extenderse hacia el este, incluyendo las islas en disputa.
En 1971, ambos países acordaron someter el caso al arbitraje de la Corona británica. En 1977, el tribunal arbitral emitió un fallo favorable a Chile, otorgándole la soberanía sobre las tres islas y las aguas circundantes. La dictadura argentina rechazó el veredicto, calificándolo de "insanablemente nulo". Este rechazo aumentó las tensiones, especialmente porque las islas no solo representaban territorio estratégico, sino también acceso a potenciales recursos marinos y control de rutas hacia la Antártida.
La crisis ocurrió en un contexto de dictaduras militares en ambos países. En Argentina, el régimen liderado por Videla enfrentaba una creciente presión interna por la represión, marcada por la desaparición de millas de personas. El gobierno intentó desviar la atención hacia un conflicto externo, buscando consolidar un sentido de unidad nacional a través de la causa territorial.
En Chile, el régimen de Augusto Pinochet también enfrentaba aislamiento internacional debido a violaciones de derechos humanos. Sin embargo, el gobierno chileno adoptó una postura defensiva frente a las provocaciones argentinas, consciente de las desventajas logísticas de un conflicto armado prolongado.
En diciembre de 1978, la dictadura argentina comenzó los preparativos para la invasión. Se contemplaba un ataque por tierra, mar y aire para ocupar rápidamente las islas en disputa y asegurar el control de la región antes de una eventual reacción chilena o intervención internacional.
Por tierra: Las fuerzas terrestres argentinas se movieron hacia la Patagonia, particularmente en Río Gallegos y otras localidades cercanas a la frontera, listas para cruzar los Andes en caso de un conflicto.
Por mar: La Armada Argentina desplazó buques de guerra hacia el canal Beagle, con destructores y submarinos, para enfrentar a la flota chilena y establecer un bloqueo marítimo.
Por aire: La Fuerza Aérea Argentina preparó bombardeos estratégicos sobre objetivos clave en territorio chileno, en bases militares y centros logísticos.
A medida que se acercaba la fecha de la operación, las tensiones alcanzaron un punto crítico. En ambos países, los medios de comunicación fueron controlados por los gobiernos para fomentar el patriotismo y justificar una posible guerra. En Chile, se pusieron en marcha simulacros de evacuación y se prepararon fortificaciones defensivas en las regiones australes. Las fuerzas armadas chilenas, aunque numéricamente inferiores, estaban altamente motivadas y familiarizadas con el terreno montañoso del sur.
El 22 de diciembre de 1978, el enfrentamiento parecía inminente. Las tropas argentinas estaban listas para avanzar, y la flota naval se encontraba en posición para iniciar el ataque. Sin embargo, una serie de factores contribuyeron a evitar el conflicto.
Intervención del Papa Juan Pablo II: Ante la inminente guerra, la Santa Sede, representada por el Papa Juan Pablo II, ofreció mediar en el conflicto. La propuesta fue aceptada por ambas partes, principalmente debido a las consecuencias catastróficas que un conflicto podría tener en la región.
Presión internacional: Tanto Estados Unidos como otros países de la región presionaron a Argentina y Chile para evitar un conflicto armado que desestabilizaría Sudamérica.
Riesgos para la dictadura argentina: Aunque la junta militar buscaba consolidar poder a través del conflicto, también temía un enfrentamiento prolongado que podría exponer las debilidades internas del régimen.
El 23 de diciembre de 1978, apenas horas antes del inicio de la invasión, Videla ordenó suspender la operación. La mediación del Vaticano permitió establecer un canal de diálogo entre ambos países. A lo largo de los años siguientes, las negociaciones lideradas por la Santa Sede resultaron en la firma del Tratado de Paz y Amistad en 1984, que confirmó el fallo arbitral y otorgó la soberanía de las islas Picton, Lennox y Nueva a Chile.
Aunque la guerra fue evitada, la Operación Soberanía dejó profundas huellas en las relaciones entre la Argentina y Chile. La movilización militar y el clima de hostilidad generaron resentimientos entre las poblaciones de ambos países, aunque también destacaron la importancia de la diplomacia y la mediación internacional.
En el caso de la Argentina, la crisis expuso la vulnerabilidad del régimen militar y su dependencia de políticas de distracción para mantener el control. Este patrón se repetiría en 1982 con la Guerra de las Malvinas, otro intento fallido de consolidar el apoyo interno mediante un conflicto externo.
Por su parte, Chile logró consolidar su soberanía en la región austral, aunque a un alto costo político y militar. La experiencia subrayó la importancia de una defensa sólida y de alianzas estratégicas para enfrentar amenazas externas.
Juan Manuel Aragón
Ramírez de Velasco®
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