Ir al contenido principal

OPINIÓN El televisor

El cambio de paradigmas

Por qué el aparato destruyó una civilización para reemplazarla con entretenimiento

¿Qué es un televisor? Un aparato electrónico que sirve para recibir y reproducir señales. La palabra viene del griego: tēle, ‘lejos’, y el latín visōr, agente de videre, ‘ver’. El sistema es simple: se captan imágenes y sonidos y se emiten. Es el electrodoméstico más cotidiano de los hogares de todo el mundo. El primero para ser vendido en el comercio lo creó en enero de 1926 el escocés John Logie Baird. Desde entonces ha recorrido un largo camino.
De tal suerte que hoy, cualquiera tiene un aparato en sus bolsillos, mucho mejor que aquellos de hace 100 años y con muchas más funciones que los que llevaron al hombre a caminar por la Luna. De hecho, quienes vivían en Estados Unidos y partes de Europa, en aquel momento, vieron el acontecimiento con unos pocos segundos de diferencia.
El televisor estaba destinado a convertirse en un poderoso aparato, capaz de trasladar la cultura de pueblos lejanos a todo el mundo. En educación podría haber sido un arma fundamental para terminar con el analfabetismo en vastas regiones de la Tierra. Si se hubiera usado para llevar la idea de sistemas de producción de un país a otro, se habría terminado con el hambre, sobre todo de los chicos, en muchos lugares en que la escasez de comida sigue siendo una constante.
¿Se imagina a un pequeño productor de Santiago, explicándole a otros de Etiopía, cómo hacer para que prospere su pequeña huerta de anco, maíz, sandía, melón? Un albañil de Polonia podría haber expuesto alguna técnica nueva para levantar paredes a los de Santiago. Imagínese las posibilidades de un aparato que mostrara esos pequeños adelantos al mundo entero. En qué cambia la vida de la gente, saber al instante que cayó un avión al otro lado del mundo, al lado de las ideas para solucionar sus problemas cotidianos.
En los hechos, la televisión se convirtió en una de las armas más fenomenales para producir la desculturización del mundo. A quienes no sabían leer les dijo que no importaba pues, en vez de elevarlos, bajaría a todos a su misma altura. Sus dueños se propusieron hacer de la pantalla del televisor de cada casa, el punto final de la industria del entretenimiento.
En el campo de Santiago, después de una jornada de trabajo, la familia se reunía en círculo para compartir unos mates, casi como una reunión religiosa. Se terminó esa costumbre para imponerse un semicírculo alrededor del aparato, mostrándoles todo aquello que podrían tener alguna vez si trabajaban duro, aunque no supieran para que lo querrían. Y, sobre todo, sumiéndolos en la impotencia de desear cosas que no lograrían ni viviendo tres vidas en una.
Y así a la vuelta del mundo.
Idiomas que habían sido la lengua franca de amplias regiones se borraron de la faz de la Tierra en menos de cien años, sucedió lo mismo con artesanías que venían pasando de padres a hijos desde tiempos inmemoriales, cuentos, leyendas, dichos. Todo lo que había hecho agradable la vida de mucha gente desde siempre, de repente fue reemplazado por el televisor, la motocicleta, la hamburguesa con Cocacola, la omnipresencia de las rubias platinadas, los autitos a cuerda.
No nos cambiaron el gusto de la comida, el chipaco siguió siendo chipaco y la mazamorra, mazamorra, sólo que ahora ya no lo queremos, nos parecen resabios de una vida antigua, cuando vivíamos en medio de un bosque espinoso. Para tomar leche debíamos ordeñar vacas, con lo fácil que es comprarla envuelta en plástico, pasteurizada, desgrasada deslactosada. Desarmada y vuelta a armar para que no haga mal.
Hay quienes dicen que esa modernidad iba a llegar algún día. Quizás sea cierto, pero la rapidez con que el televisor cambió los hábitos de millones, no dio tiempo a guardar lo que venía de antes, a preservarlo, aunque sea en libros, en grabaciones, en la misma televisión. Se nos impuso tirarlo a la basura lo antes posible. ¿Cómo íbamos a esperar que la vieja nos termine de tejer un poncho en el telar si teníamos a la mano el suéter de marca? Deje nomás viejita, no se moleste, ahora vienen con dibujitos de hojas de laurel o un cocodrilo en el pecho.
Llegan los autos y los camiones llevando mercadería a lugares que antes no podían por falta de caminos y no importa, todo se sigue manteniendo más o menos. Aparece la televisión y en menos de seis meses se arma un zafarrancho fenomenal, como no se ha visto antes. Las mujeres se emborrachan, los hijos no respetan la autoridad de los padres, las escuelas dejan de enseñar y el pueblo es un basural de plásticos volando por todas partes, porque a partir del aparato ya no hay tiempo para barrer nada, ¿no ve que es la hora de la novela?
Pero, no me haga caso. En una de esas me equivoco tal vez y hubo y hay múltiples causas para que todo esto haya ocurrido en menos de tres o cuatro generaciones. Estaría bueno debatirlo, pensar en otro destino para lo poco que nos queda de bueno del tiempo pre televisivo, hacernos un lugar en la cabeza para meditar el por qué de asuntos que damos tan por sabidos y que no es bueno que hayan ocurrido.
Para empezar, deje un comentario aquí abajo. Si quiere opinar que esto es el sueño destartalado de pensamientos viejos, pasados de moda, retrógrados, hágalo. Pero, por favor, debería involucrarse, si no por usted, al menos por sus hijos, aunque sea en la tanda. Despegue los ojos del aparato y piense en usted.
©Juan Manuel Aragón

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

AÑORALGIAS Santiago querido

La Secco Somera lista (a completar), de lo que hay todavía en la ciudad mágica habitada por los santiagueños, sus sueños y saudades Algunas cosas que antes sabía haber en Santiago y no hay más, se perdieron para siempre, consignadas en este sitio para que al menos quede su recuerdo. Esta lista la publiqué hace algunos años en Feibu y los amigos la completaron. 1 Helados “Kay”, más ricos no hay. 2 El auto Unión, (con motor de dos tiempos, como la Zanella). 3 Las heladeras Vol-Suar. 4 Las prohibidas del Renzi (¡Coca!, cuánto amor). 5 La bilz de Secco (la de ahora no es lo mismo, qué va a ser). 6 El Santa Ana, El Águila, empresa Robert, el Manso llegando desde el fondo del saladillo. 7 Cheto´s bar. 8 El peinado batido de las mujeres. 9 El jopo (ha vuelto, pero como mariconada). 10 La nueva ola y los nuevaoleros. 11 El Tuco Bono. 12 El departamento Matará. 13 Panchito Ovejero vendiendo billetes de lotería. 14 La Porota Alonso. 15 La Gorda de Anelli. 16 Tala Pozo. 17 Mi tata. 18 Panadería L

LEYENDA El remís con chofer sin cabeza

Imagen de Facebook de David Bukret Un misterioso auto circula por las calles de Santiago y La Banda: un caso que está dando que hablar en todos lados Un hombre detiene su motocicleta en el parque Aguirre, lleva una mujer atrás, son las 3 de la mañana. Se apean debajo de un eucalipto, justo cuando empiezan a besarse aparece un auto, un remís que los encandila y se queda parado, como esperando algo. Ella pega un grito: “¡Mi marido!”, suben de nuevo a la moto y se van. Antes de irse, el hombre observa que en el remís no hay nadie, parece vacío, pero ya ha acelerado, a toda velocidad y no se va a detener. Ha pasado varias veces, según cuentan los parroquianos en el café con nombre y apellido, en una historia que va pasando de mesa en mesa, repitiéndose todos los días con más detalles. Las mentas hablan de un remís que aparece de manera impensada, no solamente cuando detecta traiciones amorosas, sino que asustó a varios muchachos que andaban trabajando de noche en casas que no eran las suya

EVOCACIÓN El triste final de la Dama de Hierro

Mercedes Marina Aragonés El recuerdo para quien el autor de esta nota llama Dama de Hierro, algunas anécdotas y la apreciación sobre una personalidad controvertida Por Alfredo Peláez No fue el final que posiblemente soñó en sus años de poder y esplendor. Cuando el nombre Nina paralizaba hasta el más taimao. Se fue en silencio, casi en puntas de pie, como vivió sus últimos años. Muy pocos lloraron a Marina Mercedes Aragonés de Juárez, la dama que supo ser de hierro, en tiempos idos. Seguramente coqueteó en esos años con un funeral al estilo Evita, con su féretro en el salón principal de la Casa de Gobierno, o en el Teatro 25 de Mayo, y largas colas de santiagueños para darle el último adiós. Pero solo fueron sueños de diva. Nada de eso ocurrió. Los diarios santiagueños apenas se hicieron eco de su fallecimiento. Al fin y al cabo, más importante eran los 470 años del pago que ella intento domesticar a rienda corta y chicote. Quedarán miles de anécdotas que la tuvieron como protagonista.