Por qué mostrar la intimidad |
Por qué se debe evitar la publicación de la vida en las redes
Se levantan de la cama, lo publican, se visten, lo publican, se lavan los dientes, lo publican, desayunan en pantuflas, publican la foto del desayuno, de las pantuflas, del perro que los mira, del mate cocido, el pan francés de Fattor, el colectivo que pasa por la ventana, todos los detalles. La vida no vale, no tiene sentido, no es digna de ser vivida si no publican en alguna parte qué están haciendo a toda hora, buscando aprobación hasta para el acto de peinarse o decir que saldrán a la calle despeinados.Ahora nos damos con que quienes confesaron haber muerto al fiscal antimafia paraguayo Marcelo Pecci, lo rastrearon en las publicaciones que hacía su esposa en las redes de internet. Ella se llama Claudia Aguilera y los asesinos de su marido confesaron que, mientras seguían al fiscal paraguayo para matarlo, varias veces los perdieron de vista, pero gracias a las publicaciones de internet los ubicaron. Porque irse de vacaciones y no publicar las fotos, paso a paso, es como no irse de vacaciones.De repente parece que la vida no merece ser vivida si no estamos en permanente contacto con el resto del universo, andamos por el mundo sin desprendernos ni un minuto de la conversación con otra gente, tomándonos fotos cada dos minutos para colgar en algunos de los antros de exhibición pública de internet, riéndonos como estúpidos mientras miramos la pantalla, pendientes todo el día del más mínimo ruidito que haga el aparato para mirarlo.
Usted tal vez no se da cuenta, pero las fotos que postea no son inocentes, con ellas cuenta, exhibe, narra, mucho más de lo que cree estar mostrando. Ahí expone su condición social, su grado de cultura, sus conexiones sociales y si se descuida le pueden descubrir cuánto gana por mes, en qué gasta su plata, dónde trabaja, qué hace para divertirse en qué horarios está solo en su casa. En fin, todo en una sola fotografía bien observada por otros.
Antes, para saber lo que hacía un tipo había que seguirlo durante las 24 horas, entrevistaban discretamente a los vecinos, al almacenero de la esquina, le llevaban la bolsa de basura para revisarle qué comía y con los papeles que había tirado en un día o en varios, se hacían un festín de informaciones, además le seguían a los hijos, a la señora, a la suegra, a los amigos Era carísimo, había que disponer de gente, tiempo, medios, mucha plata.
Ahora en cambio, un tipo con un teléfono entra en su Facebook, don, doña, y empieza a mirar para atrás qué posteó, qué dijo, qué opinó, con eso y las fotos, en media hora le tienen sacada la ficha completa. Saben hasta qué número de zapato calza la chica que la ayuda a limpiar la casa a su señora una vez a la semana, dónde vive y, por supuesto, cuánto le paga.
Lo peor es que usted es de los que quizás dicen: “A mí no tienen nada para sacarme”. ¿Sí, che?, venga, cuentemé. Tienen miles de formas para sacarle hasta las ganas de comer, si quieren. Hacen secuestros virtuales, lo pueden llamar haciéndose pasar por alguien allegado a un pariente, a un amigo, y para que crea que sí es conocido hasta pueden repetir la anécdota estúpida que contó en las redes, uf, hay cientos de miles de maneras de joderle la vida.
Y usted todavía les facilita el laburo, publicando hasta cómo se llama su pitbull, qué come, a qué hora lo ata a la cucha y a qué le tiene miedo ese grandote,el Bobi. En serio, amigo ¿no lee los diarios?, ¿no quiere a la mujer, los hijos?, ¿no tiene miedo? Disculpe que se lo pregunte, pero ¿no se siente un pelotudo?
©Juan Manuel Aragón
Usted tal vez no se da cuenta, pero las fotos que postea no son inocentes, con ellas cuenta, exhibe, narra, mucho más de lo que cree estar mostrando. Ahí expone su condición social, su grado de cultura, sus conexiones sociales y si se descuida le pueden descubrir cuánto gana por mes, en qué gasta su plata, dónde trabaja, qué hace para divertirse en qué horarios está solo en su casa. En fin, todo en una sola fotografía bien observada por otros.
Antes, para saber lo que hacía un tipo había que seguirlo durante las 24 horas, entrevistaban discretamente a los vecinos, al almacenero de la esquina, le llevaban la bolsa de basura para revisarle qué comía y con los papeles que había tirado en un día o en varios, se hacían un festín de informaciones, además le seguían a los hijos, a la señora, a la suegra, a los amigos Era carísimo, había que disponer de gente, tiempo, medios, mucha plata.
Ahora en cambio, un tipo con un teléfono entra en su Facebook, don, doña, y empieza a mirar para atrás qué posteó, qué dijo, qué opinó, con eso y las fotos, en media hora le tienen sacada la ficha completa. Saben hasta qué número de zapato calza la chica que la ayuda a limpiar la casa a su señora una vez a la semana, dónde vive y, por supuesto, cuánto le paga.
Lo peor es que usted es de los que quizás dicen: “A mí no tienen nada para sacarme”. ¿Sí, che?, venga, cuentemé. Tienen miles de formas para sacarle hasta las ganas de comer, si quieren. Hacen secuestros virtuales, lo pueden llamar haciéndose pasar por alguien allegado a un pariente, a un amigo, y para que crea que sí es conocido hasta pueden repetir la anécdota estúpida que contó en las redes, uf, hay cientos de miles de maneras de joderle la vida.
Y usted todavía les facilita el laburo, publicando hasta cómo se llama su pitbull, qué come, a qué hora lo ata a la cucha y a qué le tiene miedo ese grandote,el Bobi. En serio, amigo ¿no lee los diarios?, ¿no quiere a la mujer, los hijos?, ¿no tiene miedo? Disculpe que se lo pregunte, pero ¿no se siente un pelotudo?
©Juan Manuel Aragón
Toda la razón muy bueno Juan Manuel
ResponderEliminarPaso a paso, y aquella cámara de cronica donde el pueblo era el informante le dio lugar a las redes
ResponderEliminar.
Un gran hermano global!!!es así.Muy buena nota
ResponderEliminarExcelente artículo Juan. Concuerdo con tus apreciaciones y juicios. Es lamentable cómo mucha gente, en la mediocridad de rebaño en la que se maneja, necesita dejar actuar su narcisismo en este tipo de medios virtuales, por tener un pasar intrascendente en la vida real. Si al menos alguien compartiera algo más o menos elaborado y relevante, una opinión sobre algún tema de interés, se podría considerar que el propósito de estas redes está justificado. En cambio, solo se comparten trivialidades, sinsentidos y desviaciones de todo tipo, que a nadie que no tenga ese mismo nivel de mediocridad puede interesar.
ResponderEliminarY para mi lo peor es ese desenfreno por poner a actuar frente a una cámara a niños y hasta a bebés, acostumbrándolos a posar permanentemente mientras son apuntados constantemente por una lente.
No solo le hacen daño a esos infantes al someterlos a tal asedio y acoso....alimentándoles también el ego e iniciándolos en la senda narcisista, sino que los despojan (y privan a todo el entorno familiar), de la necesaria reserva y privacidad que los asuntos familiares deben tener.
No tengo redes sociales; son medios que en mi caso me resultan totalmente prescindibles. Prefiero nutrir a mi intelecto, limitado como és, de interacciones personales con la gente. Confieso que cada vez me cuesta más hacerlo con gente de generaciones nuevas, que han perdido por completo el interés por educarse y cultivarse, mucho menos intercambiar ideas o interactuar en persona.
A los pocos jóvenes con quienes tengo la oportunidad de conversar les digo que aprovechen, que se viene una camada de amebas, criada y formada por padres igual de amebas, a quienes con muy poco esfuerzo ellos van a poder superar en todo lo que se propongan en la vida, solo con dedicarse a incrementar su conocimiento cultural y ejercitar su capacidad de interación personal.