Foco de los pobres |
"Lo que se tiene todos los días es invisible, no solamente a los ojos sino también inmune al golpe del corazón"
Un mechero es una estrella brillando en medio del monte, foco de los pobres, luz de la humildad compartida con la familia reunida en la cocina. Las instrucciones para usar un mechero, si las hubiere, deberían prevenir que el humito que sale de llama es porque su electricidad, por así llamarla, es gasoil o querosén, nunca nafta, porque entonces pasa a ser una Molotov casera. Y ya se sabe, si tienen una bomba los pobres suelen ser muy peligrosos cuando se deciden.Diríase que algunos construyen su casa a la orilla del bosque santiagueño solamente para instalar un mechero colgado de un clavo cerca del techo de la cocina, iluminando las historias que se cuentan a la noche, a la orilla del fuego, mientras los perros duermen tranquilos entre la gente, el coco canta posado en una planta cercana y el guiso de fideos burbujea su aroma haciéndose desear.La Petromax o Radiosol, ya se sabe, es ostentación de ricos, que pueden ir al pueblo cada dos por tres a proveerse de querosén. Muchos suspiran hoy, siglo XXI entrando, cuando les hablan de ese lujo asiático que le dicen electricidad.Todavía hoy, en algunos caminos de Santiago, es posible ver, al paso del caballo, que una lucecita escondida al lado del camino le sale al encuentro. Alrededor de ese mechero, habrá una familia como la suya, amigo, cenando tal vez, o esperando al jefe de la familia que todavía, mire la hora que es, no regresa de su trabajo en la finca vecina, o estarán conversando en la sobremesa después de cenar. O haciendo hora para ir al baile.
Es como todo, cuando se añora. Lo que se tiene todos los días es invisible, no solamente a los ojos sino también inmune al golpe del corazón cuando lo apuran los recuerdos.
Si el campesino emigra con rumbo a la ciudad, un día, al llegar a la casa y encender la luz con solamente apretar un botoncito, descubre la inmensidad de la distancia que lo separa de su casa, allá lejos y hace tiempo, al lado de un desamparado quebrachal, que era tan inmenso como desde aquí hasta el Chaco y pasando del otro lado también.
Quizás ese mismo campesino traspapelado a la ciudad, raspe un fósforo para encender el gas de la cocina y reviva, como un triste remedo, un pasado feliz al que no regresará jamás. Por más que lo apuren los fantasmas que se quedaron en su casa, su lugar, al que dejó un día para ver cómo es el mundo lejos de la querencia.
Saudades del pago, ¡achalay, tierra querida!
©Juan Manuel Aragón
Pozo Betbeder, octubre 11 del 2022
Nunca lo vi
ResponderEliminarGracias Juan Manuel arq lopez ramos
Hermosa reflexión en esas pintura campestre.
ResponderEliminar. ..cuando fui a Pozo Hondo por primera vez...no sabía de luz eléctrica....el dueño de la pensión me pidió que apagara la luz...agarré una silla me subí y comencé a soplar el foco.Todavia me dura la vergüenza...el mechero tenía la culpa!
ResponderEliminarEs una triste realidad la que menciona el artículo, que la gente tenga que "traspapelarse" a la ciudad para ver cómo es el mundo al abrir una canilla, encender una cocina o prender una llave de luz. Nuestro campo sigue plagado de lugares donde se acarrea agua contaminada, se cocina a leña y se encienden candiles de palo seco forrado en cera de abejas.
ResponderEliminarPesé a toda esa necesidad y ese atraso, los dineros se priorizan en estadios, costaneras, edificios públicos, terminales de ómnibus, etc., que indudablemente dan a los ciuadanos una mejor idea de cómo es el mundo. Obras todas de dudosa necesidad y cuestionable prioridad, a menos que la intención sea hacerlas donde están los votos.
Las consecuencias sociales, culturales y de desarrollo de cómo se establecen esas prioridades están a la vista en nuestra provincia..