Ir al contenido principal

ÉPOCAS La cosecha de Bicho

Jean-Thomas Ungerer (1931 1919)


A veces en el pago los apodos surgen de un hecho casual, banal y se le pegan a uno hasta ser parte de su propia personalidad


En el pago me dicen Bicho, Bichito. Tengo el apodo desde que íbamos a la uva. Nos venían a buscar después de las fiestas de fin de año y nos arriaban a todos: contentos porque sabíamos que trabajando duro volveríamos con plata como para tirar unos cuantos meses hasta que saliera otro trabajito. Al año siguiente, íbamos de nuevo, en una rueda que no se terminaría nunca, suponíamos.
La primera vez que fui tenía doce recién cumplidos. Mi mamá quedó en casa con los hermanos más chicos. Mi tata dijo que ya estaba grande y tenía que dar una mano. ¡Claro que quería ir! Entre el chicaje siempre nos preguntábamos cómo sería conocer otro pago, otra provincia. Era como viajar a otro mundo, no sé si entiende.
Ahí conocí lo que era trabajar duro. Los primeros días volvíamos al galpón que nos habían dado a los santiagueños y, muchas noches antes de cenar, ya estaba dormido. Me parecía que recién me había acostado cuando mi padre me estaba sacudiendo para salir de nuevo a las 5 de la mañana. Así todos los días, salvo los domingos, que lavábamos la ropa y yo dormía hasta quedar con el cuerpo blandito de tanto darle al ojo.
Nos daban una ficha por cada cajón que llevábamos con uvas, al final de la cosecha en cada finca las íbamos cambiando por plata y pasábamos a otra. Mi tata era uno de los más trabajadores, nos decían “Los Guapitos”, al final de la cosecha fuimos los que más plata cobramos. No lo digo para alabarme ni nada, no vaya a creer, es porque así nomás era y si le digo otra cosa, le miento.
Cuando el verano terminó y tuvimos que volver, ya le había hallado el gustito al trabajo, se me había hecho el lomo duro. Usté se va a reír, pero me gustaba. Al verme de nuevo, a la vuelta de la cosecha mi mamá dijo:
—Mi potrillo me lo ha vuelto hecho todo un hombre.
Ese mismo día me dije que ya no sería más un chico.
Al año siguiente volvimos. También fue Raúl, el que me sigue de los hermanos. Nos pusieron “Los Tres Guapitos”. Para esa época ya había comenzado a mirar a las chicas y en el pago había ido a dos o tres bailes del clú, pero todavía no bailaba, tomaba gaseosa, miraba los conjuntos musicales cuando había y andaba mosqueteando nomás.
Dos o tres años después, quizás un poco más, también fue la Mirta a la cosecha, ¿la ubica?, la morocha de los Martínez, la que quedó soltera. Usté la ve ahora y piensa que era hermosa, imaginesé entonces. En ese tiempo tenía 17 años, estaba hecha un bombón.
De toda mi vida, es el único momento que repetiría sin dudarlo. Trabajábamos todo el día. De noche, cuando nos acostábamos, yo ya no dormía.
En medio del silencio del galpón, mi tata sabía gritar:
—¡Bicho!
Y repetía:
—¡Anda un bicho por aquí!
Yo nomás le decía:
—¡Ssshhh…! — a la Mirta, para que no se riera fuerte de las macanas que decía mi tata. Después, si hacía frío, la tapaba.
Bueno, de ahí me quedó el sobrenombre, Bicho.
Hasta la fecha.
Juan Manuel Aragón
A 2 de abril del 2024, cantando “Tras su manto de neblina”. En casa nomás.
©Ramírez de Velasco

Comentarios

Entradas populares de este blog

AÑORALGIAS Santiago querido

La Secco Somera lista (a completar), de lo que hay todavía en la ciudad mágica habitada por los santiagueños, sus sueños y saudades Algunas cosas que antes sabía haber en Santiago y no hay más, se perdieron para siempre, consignadas en este sitio para que al menos quede su recuerdo. Esta lista la publiqué hace algunos años en Feibu y los amigos la completaron. 1 Helados “Kay”, más ricos no hay. 2 El auto Unión, (con motor de dos tiempos, como la Zanella). 3 Las heladeras Vol-Suar. 4 Las prohibidas del Renzi (¡Coca!, cuánto amor). 5 La bilz de Secco (la de ahora no es lo mismo, qué va a ser). 6 El Santa Ana, El Águila, empresa Robert, el Manso llegando desde el fondo del saladillo. 7 Cheto´s bar. 8 El peinado batido de las mujeres. 9 El jopo (ha vuelto, pero como mariconada). 10 La nueva ola y los nuevaoleros. 11 El Tuco Bono. 12 El departamento Matará. 13 Panchito Ovejero vendiendo billetes de lotería. 14 La Porota Alonso. 15 La Gorda de Anelli. 16 Tala Pozo. 17 Mi tata. 18 Panadería L

LEYENDA El remís con chofer sin cabeza

Imagen de Facebook de David Bukret Un misterioso auto circula por las calles de Santiago y La Banda: un caso que está dando que hablar en todos lados Un hombre detiene su motocicleta en el parque Aguirre, lleva una mujer atrás, son las 3 de la mañana. Se apean debajo de un eucalipto, justo cuando empiezan a besarse aparece un auto, un remís que los encandila y se queda parado, como esperando algo. Ella pega un grito: “¡Mi marido!”, suben de nuevo a la moto y se van. Antes de irse, el hombre observa que en el remís no hay nadie, parece vacío, pero ya ha acelerado, a toda velocidad y no se va a detener. Ha pasado varias veces, según cuentan los parroquianos en el café con nombre y apellido, en una historia que va pasando de mesa en mesa, repitiéndose todos los días con más detalles. Las mentas hablan de un remís que aparece de manera impensada, no solamente cuando detecta traiciones amorosas, sino que asustó a varios muchachos que andaban trabajando de noche en casas que no eran las suya

EVOCACIÓN El triste final de la Dama de Hierro

Mercedes Marina Aragonés El recuerdo para quien el autor de esta nota llama Dama de Hierro, algunas anécdotas y la apreciación sobre una personalidad controvertida Por Alfredo Peláez No fue el final que posiblemente soñó en sus años de poder y esplendor. Cuando el nombre Nina paralizaba hasta el más taimao. Se fue en silencio, casi en puntas de pie, como vivió sus últimos años. Muy pocos lloraron a Marina Mercedes Aragonés de Juárez, la dama que supo ser de hierro, en tiempos idos. Seguramente coqueteó en esos años con un funeral al estilo Evita, con su féretro en el salón principal de la Casa de Gobierno, o en el Teatro 25 de Mayo, y largas colas de santiagueños para darle el último adiós. Pero solo fueron sueños de diva. Nada de eso ocurrió. Los diarios santiagueños apenas se hicieron eco de su fallecimiento. Al fin y al cabo, más importante eran los 470 años del pago que ella intento domesticar a rienda corta y chicote. Quedarán miles de anécdotas que la tuvieron como protagonista.