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El hombre que solamente piensa en dinero |
Lo informaron los diarios de Buenos Aires, citando como fuente a las universidades de Columbia Británica y Harvard
Hace unos años, los diarios de Buenos Aires informaron que el dinero sí compra la felicidad, según una encuesta realizada en Estados Unidos, Dinamarca, Canadá y los Países Bajos. Luego de un título rimbombante “Afirman que el dinero puede comprar la felicidad”, la noticia se matiza, pues “el dinero puede proporcionar felicidad, aunque sólo si se lo utiliza para ´comprar tiempo´”, sostiene la publicación citando como fuente a las universidades de Columbia Británica y Harvard.El mensaje que subyace es que quienes piensen que con riqueza material comprarán la felicidad, ahora tengan la conciencia tranquila, no están solos, mucha gente cree lo mismo. No se aflija, amigo, si usted es de los que suponen que es infeliz porque llega a fin de mes con dos mugrosos pesos en el bolsillo, muchos en el universo exterior están seguros de lo mismo.Algo que desespera a los grandes medios de comunicación, que en definitiva no son más que empresas dedicadas a ver la forma de explotarnos con maneras cada vez más sutiles, son algunos bastiones de pensamiento crítico por una parte y de espiritualidad por otra, que todavía quedan dispersos en el mundo.
Estas noticias, cayendo como una bomba sobre muchas conciencias, no hacen más que debilitar esos refugios de buenos ciudadanos que creen que se llega a la felicidad, solo por dar pocos casos, leyendo un buen libro que se consigue gratis en una biblioteca popular, rezando una oración aprendida con el Catecismo, dedicándose a la contemplación, un ejercicio de introspección con técnicas que no son difíciles de aprender o prestando ayuda a los demás —desinteresadamente, es obvio— en un hospital o en cualquier institución de bien público.
El endiosamiento de la felicidad o de su búsqueda ha hecho creer a muchos que es el fin de toda lucha de los hombres. De ser así, deberíamos convenir en que el mundo es, o puede llegar a ser, un lugar inhóspito para todos porque se trata de un concepto individualista que no resiste el análisis. En efecto, si se ve la vida de esta manera, ¿cómo ayudar a los demás cuando su bienestar choca contra mi felicidad? De todos los objetivos egoístas, los diarios eligieron el peor, el más chabacano para levantarle un altar.
Cuando en esta nota se habla de los diarios, no se refiere solamente a los diarios de papel sino a todo el sistema de comunicación que cubre el globo en forma de internet, cine, televisión, periódicos y Estados, influyendo o tratando de hacerlo, en el ánimo de millones de personas a las que, de alguna manera, se pretende engatusar con algo.
Para que el control de una sociedad sea un objetivo cada vez más fácil de alcanzar, los diarios suponen que se debe imponer la idea de que el hombre está en el mundo no para dar gracias a Dios por su creación inmensa ni para amar al prójimo más que a uno mismo ni para honrar padre y madre, sino simplemente para conseguir la felicidad de uno. Como una concesión graciosa, los seguidores de esta nueva religión afirman: “¿A usted lo hace feliz ayudar a los demás?, ¿entregarse al prójimo por amor a Dios?, entonces está todo bien”.
Pero la felicidad de uno mismo en su individualidad intrínseca, siempre está fuera de duda y como se consigue con dinero, lo que se haga para conseguirlo es indiferente para este nuevo régimen de creencias consolidadas por el aislamiento feroz del resto de la humanidad. Primero yo, después yo, siempre yo,
El fin de la vida, dice uno desde otro lado de esta grieta, no es conseguir dinero sino, entre otras cosas, aprender a vivir sin necesitarlo. Cumplir con los Mandamientos de la Iglesia Católica y sus preceptos sería un buen comienzo para desandar el camino a quienes hicieron caso de los postulados de los diarios.
Pero si es de los pobres tipos que creen que solamente con dinero se completa su personalidad, perdone que se lo diga de esta manera, pero la ha desperdiciado lastimosamente, pues para que sea un objetivo exclusivo de su vida, debe —necesariamente— pisar la cabeza del prójimo. No es compatible la vida de un hombre dedicado solamente a conseguir bienes materiales, con la compasión, el amor al prójimo como otro yo en el que el rostro de Dios verdadero se refleja.
©Juan Manuel Aragón
El endiosamiento de la felicidad o de su búsqueda ha hecho creer a muchos que es el fin de toda lucha de los hombres. De ser así, deberíamos convenir en que el mundo es, o puede llegar a ser, un lugar inhóspito para todos porque se trata de un concepto individualista que no resiste el análisis. En efecto, si se ve la vida de esta manera, ¿cómo ayudar a los demás cuando su bienestar choca contra mi felicidad? De todos los objetivos egoístas, los diarios eligieron el peor, el más chabacano para levantarle un altar.
Cuando en esta nota se habla de los diarios, no se refiere solamente a los diarios de papel sino a todo el sistema de comunicación que cubre el globo en forma de internet, cine, televisión, periódicos y Estados, influyendo o tratando de hacerlo, en el ánimo de millones de personas a las que, de alguna manera, se pretende engatusar con algo.
Para que el control de una sociedad sea un objetivo cada vez más fácil de alcanzar, los diarios suponen que se debe imponer la idea de que el hombre está en el mundo no para dar gracias a Dios por su creación inmensa ni para amar al prójimo más que a uno mismo ni para honrar padre y madre, sino simplemente para conseguir la felicidad de uno. Como una concesión graciosa, los seguidores de esta nueva religión afirman: “¿A usted lo hace feliz ayudar a los demás?, ¿entregarse al prójimo por amor a Dios?, entonces está todo bien”.
Pero la felicidad de uno mismo en su individualidad intrínseca, siempre está fuera de duda y como se consigue con dinero, lo que se haga para conseguirlo es indiferente para este nuevo régimen de creencias consolidadas por el aislamiento feroz del resto de la humanidad. Primero yo, después yo, siempre yo,
El fin de la vida, dice uno desde otro lado de esta grieta, no es conseguir dinero sino, entre otras cosas, aprender a vivir sin necesitarlo. Cumplir con los Mandamientos de la Iglesia Católica y sus preceptos sería un buen comienzo para desandar el camino a quienes hicieron caso de los postulados de los diarios.
Pero si es de los pobres tipos que creen que solamente con dinero se completa su personalidad, perdone que se lo diga de esta manera, pero la ha desperdiciado lastimosamente, pues para que sea un objetivo exclusivo de su vida, debe —necesariamente— pisar la cabeza del prójimo. No es compatible la vida de un hombre dedicado solamente a conseguir bienes materiales, con la compasión, el amor al prójimo como otro yo en el que el rostro de Dios verdadero se refleja.
©Juan Manuel Aragón
Totalmente de acuerdo.
ResponderEliminarCoincido con esa forma de pensar. Excelente reflexión.
ResponderEliminarCreo que tener paz interior sumado al bien que uno puede hacer por los demàs, gozar del arte y hacer deportes y fundamentalmente tener sanos a la familia y también tener, aunque sea un amigo, fortalece la base de la felicidad. Unos pesos no vienen mal si de alguna manera lo compartes con familia y amigos. Yo conozco personas felices y viven en ranchos en el medio del monte. Bueno, la felicidad, como dicen algunos, está dentro de uno mismo y hay que encontrarla escarbando el pecho y a la vez en la cabeza. Muy bueno el artículo Juan. Da para pensar
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